El 3 de junio de 2011 la selección de fútbol femenino iraní se enfrentaba a su par de Jordania por un lugar en los Juegos Olímpicos de Londres. Las dos selecciones estaban prontas, con la pelota esperando en la mitad de la cancha, pero el partido no se jugó. Instantes antes del pitazo inicial la Fifa descalificó a las iraníes por jugar con el velo islámico. En marzo de 2014 Fifa levantó la prohibición, pero eso nada cambia la tristeza de las jugadoras iraníes a quienes, por si fuera poco, les decretaron un tres a cero en contra. Buscando en Internet se las puede ver llorando en la mitad de la cancha junto a la bandera de su país.
La capitana de esa selección era Nilufar Ardalan (1985), vocera de la pena de aquellas mujeres que se sintieron sometidas ante el poder de la Fifa. La federación de fútbol, tan masculina ella, había esperado hasta último momento para suspenderlas. Nilufar, conocida como “Lady Goal”, volvió a los titulares estos días porque una vez más le impiden llegar a una gran competición, pero esta vez no es la Fifa, sino su marido. La selección iraní de fútbol sala está jugando por estos días en Malasia la Copa Asiática de Futsal, pero sin Nilufar –su actual capitana–, que no pudo viajar porque Mehdi Toutounchi, su marido, se lo impidió.
La revolución islámica de 1979 implicó muchísimas restricciones para las mujeres, entre las cuales además de no poder practicar deportes tienen prohibido entrar a los estadios. Recién en junio de este año algunas mujeres pudieron entrar a ver partidos de la liga mundial de vóleibol masculino. Desde 1980 el uso del hiyab (el pañuelo que cubre la cabeza y el pecho) es coercitivo.
Las mujeres iraníes deben obtener permiso notarial de su padre o guardián (siempre hombre) para viajar, papel que deben tramitar cada vez que quieren salir del país, incluso si tienen pasaporte. De acuerdo a la radio Free Europa (rferl.org), el marido de Ardalan es periodista deportivo y decidió que su mujer debía estar en casa porque su hijo de 7 años empieza las clases. “Mi esposo no me entregó el pasaporte, así que no puedo participar de la competencia, y porque él se opone a mi viaje me perderé los partidos”, dijo la futbolista, “deseo que las autoridades creen medidas que permitan a las mujeres atletas defender sus derechos en este tipo de situaciones”, declaró a nasimonline.ir.
La activista y abogada Shadi Sadr dijo a Free Europa: “esto demuestra el impacto que tiene esa ley (…) incluso mujeres que alcanzan altos cargos en política, deporte o cultura siguen necesitando el consentimiento de su marido para uno de sus derechos más básicos, viajar al exterior”. Recordemos que las mujeres iraníes tampoco pueden, por poner otro ejemplo, cantar solas frente a hombres que no sean sus parientes directos. Los musulmanes creen que la voz femenina es sumamente seductora, y por ende los hombres prohibieron el canto. Curiosamente, en 2012 la cantante israelí Rita Jahanforuz, hija de judíos iraníes, grabó un disco con música persa tradicional que fue furor en Irán a través de radios piratas y discos compactos, disimulados con portadas negras y con el nombre clave de “Miss Rita” (NPR.org).
Más allá del canto y el deporte, el drama de las mujeres iraníes empieza pronto. Son consideradas responsables penalmente a partir de los 8 años y nueve meses de edad, mientras que en los hombres es a partir de los 14 años y siete meses, violando la convención de los derechos del niño (iranhrdc.org). Según iranhumanrights.org, más de 40 mil niñas menores de 15 años son obligadas a casarse, y a los 13 años ya son consideradas sexual y mentalmente maduras para el Estado.
El castigo no es igual si el crimen lo comete un hombre o una mujer, el caso más emblemático es con el adulterio. En general, las penas siempre son más fuertes para la mujer; con la excepción de la homosexualidad, que para el hombre implica pena de muerte y para la mujer cien latigazos.
En 2007, cuando el ex presidente Majmud Ajmadineyad declaró en la Universidad de Columbia que en Irán no había homosexuales, dijo algo menos recordado: las mujeres iraníes “son las más libres del mundo”. Puede que Ajmadineyad estuviera comparándolas con las mujeres sauditas, que no pueden siquiera manejar, y porque las iraníes pueden ejercer la política. De hecho, tuvieron dos vicepresidentas: Masoumeh Ebtekar y Fatemeh Javadi. Pero eso sí, incluso siendo vicepresidentas, para salir del país tenían que pedirle permiso a los maridos.