—Usted cultiva varios géneros literarios, ¿cómo diría que se influencian –o no– unos géneros con los otros?
—Cada parte de mi obra ha sido catalogada en diferentes géneros. Hay temas que se me ocurrían para un género y luego se realizaban en otro. Con respecto a la influencia entre géneros, seguramente al escribir, por ejemplo, ensayos y tener que estudiar ciertos autores, uno se enriquece y eso se puede ver reflejado en su obra. Hay también otros casos como la novela El cumpleaños de Juan Ángel, que fue concebida inicialmente en prosa y luego entendí que el género de poesía se adaptaba mejor al tema en cuestión, y en consecuencia lo escribí en verso.
—¿Y en qué género literario se siente usted más cómodo?
—Yo me siento más cómodo en el género en que estoy escribiendo en ese momento. Por algo he escrito más poesía. Siempre la poesía ha sido uno de mis géneros predilectos.
—Su obra ha estado muy cerca de las condiciones de su sociedad. ¿En qué medida la sociedad uruguaya de hoy afecta su creación?
—En distintas épocas y dadas las condiciones en que yo creaba mis obras, la realidad influyó en esa expresión cultural. Por lo tanto, la situación actual también influye, afortunadamente, al día de hoy con mayor libertad.
—Usted ha tenido la experiencia del exilio. ¿De qué forma el exilio tuvo una influencia en su obra?
—En primer lugar, el océano de por medio, y teniendo conocimiento de las terribles condiciones en que se encontraban mis compatriotas en mi país, me condicionaba para sentir lo que, en consecuencia, escribía. En segundo término, el enfrentarse con una realidad diferente también me marcó.
—¿Cómo fue la experiencia del «desexilio»?
—Cuando volví a Uruguay había un cruce de cambios. Yo había cambiado, el país había cambiado y el mundo había cambiado. El cruce de todos esos cambios no fue fácil asimilarlo. De a poco uno se va adaptando, se va acomodando a la nueva realidad. Fíjese que yo volví a buscar y preguntar por mis familiares y amigos que habían quedado aquí y me encontré con que muchos habían desaparecido o sobrevivían, pero luego de tremendas torturas.
—De todos sus libros, ¿hay alguno que sea su favorito?
—Cada vez que empiezo uno nuevo, ese es mi favorito hasta que escribo otro. En realidad, el favorito es siempre el que uno está escribiendo.
—Su último libro publicado es Vivir adrede. ¿Podría decirme cómo desarrolló este libro?
—Son textos que había venido escribiendo desde hacía varios años. Luego los organicé en varias partes. En la sección de «Vivir» se incluyen los textos que tienen un carácter más reflexivo; en la otra sección, «Adrede», están aquellos más anecdóticos, aquellos en los que a veces hay un relato. Finalmente, está la sección «Cachivaches», que contiene textos muy breves, muchos de ellos de una línea.
—¿En qué nuevo proyecto viene trabajando?
—Hay un nuevo libro de poesía que he entregado a la editorial Planeta. Se titula Testigo de uno mismo y seguramente saldrá en marzo. Lo que pasa también es que, según los editores, los libros no pueden aparecer atropelladamente. Entre un libro y otro hay que dejar un espacio. Parece que los editores van más despacio que los autores.
Por otro lado, actualmente estoy escribiendo un nuevo libro de poesía que aún no tiene título. Ya llevo escrito un poco más de 60 poemas.
—¿Qué características tiene el estilo de estos poemarios?
—Aunque el estilo está siempre dentro de lo coloquial, no siempre es el mismo. Esto se debe a que los años van pasando, yo voy cambiando y el mundo va cambiando también.
—¿Cómo es su rutina de trabajo?
—Mi rutina de trabajo consiste en escribir cuando me dejan hacerlo. Generalmente escribo de noche. A veces lo hago de mañana. Pero siempre es cuando me dejan hacerlo.
—¿Eso le permite pensar en proyectos extensos?
—Ahora sólo estoy escribiendo poesía. No pienso en novela, ni tampoco en cuento. A veces, en un rato largo puedo escribir un poema, y, otras veces, en un rato corto escribo dos poemas. En realidad, no tengo horarios. De repente estoy durmiendo y en ese momento se me ocurre un tema.
—¿Qué le aconsejaría a un escritor joven?
—Que hay que insistir. Mirá, en mis primeros siete libros yo no encontré ni siquiera un lector. No solamente no encontré un editor, sino tampoco un lector. Esos libros los editaba yo mismo con préstamos que me hacían. Luego, Aníbal Quijano publicó unos textos de Poemas de la oficina en Marcha. Entonces el público los leyó y pidió el libro.
Y ese fue el lanzamiento. Así que hay que insistir.
—Su obra también ha estado vinculada a la situación política. ¿Cómo ve la situación política en Uruguay, y en América Latina en general?
—Tengo la impresión de que tanto en Uruguay como en buena parte de América Latina la situación política ha cambiado favorablemente, y frente a esta nueva realidad milito y trabajo. Igualmente hay que tener claro que, aunque se den experiencias progresistas en varios países de América Latina, cada uno tiene su historia, su conformación sociopolítica y su situación particular, y viene de una situación también propia. Igualmente, la amenaza de Estados Unidos permanece, siempre tratando de ser el imperio hegemónico.