Cualquier cosa podría haber desencadenado este trágico evento; una mala palabra pronunciada en la mesa, un gesto indiferente, un intercambio demasiado apasionado durante una visita a la casa de su futura esposa; cualquiera de estos supuestos podrían haber sido la causa probable de que, 54 años después, la suegra fallecida de Stephen Woytack tomara venganza y le diera de lleno en la cabeza con la lápida que velaba su descanso eterno, eliminando en el acto al sorprendido yerno.
Woytack, de 74 años, quien habrá vivido una vida pacífica pensando en que no debía cuentas a nadie, fue a rendir homenaje a esta santa mujer a los pies de su tumba. Mientras su futura esposa, que lo acompañaba, ataba una pequeña cruz a la lápida, súbitamente ésta se desprendió de su cimiento y 180 quilos de concreto sorprendieron al buen hombre rezando, pongámosle un pío padre nuestro.
Este infortunio sucedió este año en la provincia de Pensilvania (Estados Unidos), en la semana anterior a la que conmemora la pasión, muerte, y posterior resurrección del Cristo; mejor conocida como Semana Santa. Y ya que hablamos “del que volvió de entre los muertos”, podríamos decir que el mismo Jesucristo ya hace rato que hubiera perdonado a este tal Woytack, incluso si hubiera cometido un acto mucho peor que mostrar desdén ante la invitación a comer un domingo a su casa. Jesús lo hubiera perdonado sin miramientos, inclinado como es a ceder a los pedidos de absolución de cualquiera que muestre el más sutil ánimo de arrepentimiento. Pero muy distinto es intentar ablandar el corazón de una suegra; ni décadas de peregrinaciones al cementerio como si fuese una meca, lograron que esta difunta cediera en su ira.
Es que la venganza no sabe de tiempos, y es, como se dice, un plato que se sirve frío. Para peor, y para coronar la desdicha del hombre, fue enterrado justo frente a la tumba de su verdugo.
Nos queda saber qué es lo que pensará la esposa del fallecido. Suponemos que de poder comunicarse con su difunta madre a través de algunos de los canales que se estilan para estas prácticas, como pueden ser las huijas y demás, le diría simplemente: “Mamá, no te metas”.