“Somos el principal enemigo del EI” - Semanario Brecha

“Somos el principal enemigo del EI”

Dante Ibrahim Matta tiene 29 años, es francés, nacido en París de madre uruguaya y padre chileno, y vive en Montevideo desde hace unos cuatro años. Es musulmán, y está casado con una católica oriental. Hasta 2011 Dante tenía su casa en la zona de Ménilmontant, en el 11 arrondissement, el distrito 11 de París, donde se produjeron algunos de los siete atentados de la semana pasada.

Foto: Pedro Pandolfo

Todo pasó a unas cuadras de la casa de mis padres y mi hermana. Allí crecí y pasé la infancia y la adolescencia, allí están mis amigos, fui muchas veces al Bataclan a recitales. Tengo recuerdos de cada uno de esos sitios que los terroristas del Estado Islámico atacaron”, cuenta a Brecha. Uno de los amigos de Dante solía trabajar en el Bataclan, otro –de origen uruguayo– y su hermano iban a ir al concierto de la banda estadounidense que tocaba el día del ataque pero no consiguieron entradas, su hermana tenía que visitar a una amiga en la rue de Charonne, donde se produjo otro de los ataques… Anécdotas que dan la pauta, dice Ibrahim, de que lo que se trató fue de golpear lo más masivamente posible, de involucrar a la mayor cantidad de víctimas, sin importar de quién se tratara. “Eligieron un barrio multicultural, de cruce entre franceses y extranjeros, un barrio joven, habitado por enormidad de musulmanes. Muchos hoy en Francia no ponen el acento en esto, y es un dato fundamental.” Entre los asesinados figuran varios integrantes de la Asociación Humanitaria Musulmana que estaban distribuyendo comida entre indigentes; un hombre musulmán le salvó la vida a una joven francesa en las cercanías del Stade de France empujando a uno de los yihadistas que se le estaba acercando y luego se hizo explotar, hay musulmanes entre los muertos del Bataclan… “Son cosas que no se dicen, o no lo suficiente. Se destaca lo de la guerra de religiones y así le hacen el juego a esta gente. Sería muy estúpido negar que el Estado Islámico y ramas similares, como Al Aqsa o Boko Haram, son musulmanes. Lo son, claro, pero extremadamente minoritarios, y ninguno de los teólogos de los 54 estados musulmanes del mundo –tanto sunitas como chiitas–, en los que viven 1.600 millones de personas, los reconoce como representativos de la fe islámica. ¿Cuántos son ellos en total? Unos 50 mil, o menos, porque en las poblaciones en que están implantados puede que primero los reciban como liberadores, pero después, cuando ven qué significa vivir bajo su tiranía, se arrepienten, y si intentan irse los matan. Los países en los que surgen y crecen más son aquellos donde las tradiciones musulmanas fueron barridas, donde las instituciones, la estructura religiosa, fueron combatidas y liquidadas, como Argelia, Yemen, zonas de Irak y Siria. En Marruecos no, a pesar de que hay una tradición sunita muy fuerte, ni en Indonesia, ni en India, ni en Senegal.”

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Si hubiera que identificar un objeto de odio visceral para el yihadismo habría que buscarlo más entre los propios musulmanes que entre judíos, cristianos, ateos, agnósticos, piensa Dante. “A los musulmanes que no nos sumamos a sus filas nos odian más que a los que ellos llaman ‘cruzados’ –afirma–. Nos consideran traidores porque no reconocemos como legítimo su califato. No es por casualidad que 90 por ciento de sus víctimas son musulmanes.”

Tras haber sido chiita, Matta se define hoy como sunita, al igual que los yihadistas del EI. “Pero ellos tienen sus referencias en épocas en las que en Arabia la justicia era tribal, en épocas de ignorancia”, en las que primaba una suerte de ley del Talión. “El Corán es sin embargo claro: dice que ningún alma puede ser castigada por lo que otra hizo, que no se puede matar a inocentes ni violar a mujeres, que matar a un inocente es como matar a la humanidad entera. El islam concibe a la guerra sólo como defensiva”, afirma, y trae a colación una anécdota que involucra a Osama bin Laden: cuando un periodista le preguntó por qué mataba civiles, y de manera indiscriminada, cuando la ley islámica lo prohíbe expresamente, el líder talibán respondió: “Los tiempos han cambiado”.

VACÍOS Y RUPTURAS. Matta proviene de una familia atea y de izquierda (“incluso de izquierda radical”). Dice que de esa formación todavía le quedan cosas (“uno nunca termina de romper con aquello de donde viene”), pero que en cierto momento tuvo necesidad de romper. “Desde la adolescencia sentí que me faltaba algo. Estuve cerca de una izquierda guevarista pero no enganché. Me hacía preguntas sobre mi pensamiento, sobre las tradiciones en que había crecido y había sido educado, y poco a poco me fui alejando del materialismo, volcándome hacia tradiciones no occidentales, empezando por las indígenas de América Latina”. A ensayo y error, fue descartando. Hasta que conoció, en una escuela de informática, a un joven de su edad, un imán que había estudiado en Egipto “y conocía de memoria el Corán, algo común en esta religión, no te vayas a creer. Me impresionó su diferencia con nosotros, tenía una paz interior y un equilibrio que me sorprendieron. Coincidía con mí búsqueda espiritual. Me dio un Corán y leerlo me provocó un choque muy fuerte. No me convertí de repente, pero al cabo de unos meses de mucho, realmente mucho estudio, sí lo hice”.

No le cuesta reconocer que corresponde en no pocos aspectos con el prototipo de los “nuevos yihadistas” que se sienten atraídos por el “espejismo” del EI en Europa: joven, genuino producto occidental –en su caso un “hijo de la república francesa”– desilusionado con la sociedad “desespiritualizada y consumista”, converso. Y con una alta actividad en las redes sociales. “Internet, Facebook son el medio de reclutamiento por excelencia del Estado Islámico en las sociedades occidentales, mucho más que las mezquitas, que están extremadamente vigiladas, sobre todo las identificadas como ‘radicales’. Internet es el reino del caos, tanto teológico como informativo, y es muy difícil para alguien, sobre todo para un joven o un adolescente en busca de algo nuevo en su vida, distinguir entre la validez del mensaje de un sabio que pasó su vida estudiando y un converso de poco tiempo que jamás estudió nada”.

A Dante Ibrahim Matta quisieron reclutarlo. También por las redes. Ahora, estando en Uruguay. “Me mandaron mensajes y pude intercambiar con ellos. Una vez me contactó un tipo de la mafia calabresa detenido en Francia que se convirtió al islam en la cárcel. Tienen muchos ex presos en sus filas, socializan en prisión, en pequeños grupos, con algún referente que luego consolida pequeñas cofradías. Es gente muy frustrada, a la que la cárcel termina destruyendo.” Pero hay también “clasemedieros” entre los reclutas occidentales del EI. “Existe un nivel de angustia posmoderna, un vacío, en la sociedad francesa, que hace que haya gente con ciertos niveles de confort que enganche con estas prédicas. No necesariamente gente con base religiosa, porque cuando uno observa el perfil de los conversos que terminan viajando a Irak, a Siria, ve que tuvieron un contacto muy superficial con el islam, es obvio que no lo practicaron, que se quedaron con algunas cosas que les dijeron, como que la fe musulmana fomenta la purificación del cuerpo por la muerte. No es cierto, pero lo creen.”

En su perfil de Facebook sunnismo.com, en estos últimos días Dante recibió amenazas. En árabe, dos o tres personas que daban a entender que tenían vínculos con el EI le decían que no criticara a los yihadistas. “Fue ahora, después de los atentados, deben de tener gente que se dedica a esto, a leerse todo lo que circula en Internet sobre estos temas, porque a mi página no la sigue mucha gente, no tengo tantos amigos.”

LAICISMOS. En Montevideo Matta estudia filosofía en la Udelar y se relaciona con jóvenes judíos, católicos y protestantes. Tiene vínculos con Obsur, un grupo afín a la teología de la liberación, y ha dado clases sobre islam en el colegio Nuestra Señora de Fátima. “Creo que les rompí sus estereotipos a muchos adolescentes”, afirma. Se dice partidario de un “laicismo abierto”, de que en escuelas y liceos se enseñen todas las religiones y el Estado “permanezca neutro”. “Algo muy alejado de ese laicismo agresivo que domina en Francia”, piensa. ¿No es también puro y duro el laicismo uruguayo? “Teóricamente sí, pero la sociedad aquí es más abierta, hay mayores niveles de espiritualidad y tolerancia aquí que en Francia”, cree Matta. Aun así, le ha pasado que le griten “terrorista” por la calle, “y no bromeando, en serio”, y sobre todo que lo miren “raro”. La primera vez que tuvo contacto con la familia católica de su pareja le preguntaron si era cierto que los hombres musulmanes les pegaban habitualmente a las mujeres. “Tengo que tratarla como a una joya, porque cualquier cosita que le pase me van a acusar –sonríe–. Les dije que en el islamismo por supuesto que hay muchos retrógrados, como los hay en el cristianismo y en todas las religiones, pero que son minoritarios. Les conté, por ejemplo, que hay teólogas musulmanas feministas, y se sorprendieron.” Piensa, de todas maneras, que ese nivel de prejuicios es “honesto”, y no se siente molesto. “Es natural. En América Latina la imagen que hay del islam es la de unos fanáticos armados que salen a matar gente por la calle.” Él pretende promover otra, porque se siente bien en Uruguay y se quiere quedar, pero sabe que en este contexto le va a ser difícil. Dice que en Facebook hay un grupo que llama a no abrir mezquitas en Uruguay en el que le dijeron que sobre todo participan militantes colorados. “Mis propios padres, desde Francia, quieren entenderme, y les cuesta. El diálogo no es fácil y menos va a serlo con lo que pasó.”

ENTRANDO POR UN TUBO. A Matta le parece que si no se atacan las causas que explican que, en países como Francia, jóvenes que no necesariamente salen de la inmigración se sientan convocados por el yihadismo “nada bueno va a ocurrir”. Pero no se está haciendo. “En lugar de eso se está respondiendo con una lógica belicista que es la menos adecuada.”

Hacerles la guerra a los yihadistas es hacerles el juego. “Es lo que buscan”, el Estado Islámico vive en y para la guerra, se sostiene en la guerra y apunta a involucrar a la mayor cantidad posible de musulmanes en ella. “Lo que quiere es que en Occidente reaccionen, tomen al conjunto de los musulmanes como blanco y terminen atacándonos, expulsándonos, para que ellos se presenten como salvadores. Quieren que los musulmanes se vayan todos a vivir al ‘califato’. La propia escenificación de las ejecuciones, de los degollamientos, el terrorismo, van en esa dirección: saben que provocan horror en Occidente y que eso puede generar una reacción de odio y de respuesta. No es tan paradójico que cuenten con la colaboración de hecho de la extrema derecha y de todos los que en Europa fomentan la guerra: terminan siendo funcionales a la estrategia de Daesh y sus cómplices.” El Estado Islámico y los belicistas occidentales se retroalimentan, se complementan, insiste. Y termina: “¿Qué es lo que favorece más el desarrollo de teologías racionales, moderadas y abiertas al mundo? ¿La vida en un país en guerra, entre las bombas de las coaliciones internacionales y de las dictaduras? No lo creo”.

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