Soñar y nada más - Semanario Brecha

Soñar y nada más

Con “El destino de Júpiter”, quien entre a la sala dispuesto a seguir las alternativas de un relato de ciencia-ficción concebido con la seriedad de las coordenadas del género, queda advertido que se equivocó de cine.

El destino de Júpiter

El nombre del título en realidad corresponde a la protagonista (Mila Kunis), una joven terráquea cuya castigada familia, con ella incluida, emigrara a Estados Unidos hace ya años. Pese a que la chica se gana la vida limpiando cuartos de baño, le han llegado a los oídos predicciones que le aseguran un porvenir portentoso, amén de una incidencia que trasciende los límites de este planeta. A lo largo de un nuevo y agresivo ataque que sufre, la muchacha recibe ayuda de un guerrero dueño de especiales poderes (Channing Tatum), que habrá de convertirse en su protector y, quizás, en algo más. Buena parte de lo que sigue, sin embargo, habrá de transcurrir en ámbitos extraterrestres e incorporará la aparición de una nutrida galería de personajes, entre los cuales se cuenta uno que, paladeando todas sus rarezas, interpreta Eddie Redmayne, el de La teoría del todo. El destino de la muchacha, por cierto, si es que logra sobrevivir a las calamidades que le reservan los hermanos Wachowski (Matrix), se inscribirá desde entonces en planos nada tradicionales.

A lo largo de un desarrollo que le depara a la bonita Júpiter caer en cuanto precipicio o agujero espacial se abre a su paso, y ser rescatada a ultimísimo momento por su hercúleo protector, la película de los Wachowski despliega un sinfín de ocurrencias e idas y venidas no siempre lógicas ni justificadas, incidencias todas que piden la aceptación de una platea poco exigente y más bien dispuesta a cumplir con la disposición mental que exigen ciertos juegos de computadora. Quien entre a la sala dispuesto a seguir las alternativas de un relato de ciencia-ficción concebido con la seriedad de las coordenadas del género, queda advertido que se equivocó de cine. Aquel que, en cambio, quiera dejarse llevar por los chisporroteos de una anécdota que se dirige adonde se le ocurre sin pedir permiso, disfrutará de una especie de pasatiempo que olvidará, como dicen los sajones, antes de que uno pueda decir Jack Robinson, o sea, en un abrir y cerrar de ojos.

Como era de esperar, los efectos especiales que se encuentran a disposición de Andy y Lana Wachowski funcionan con la garantía del caso, dándoles la mínima importancia a las anunciadas 3D. En las funciones vespertinas los espectadores deberán, además, tolerar el tan innecesario como perjudicial doblaje al que ahora nos someten los distribuidores. Habida cuenta de un poblado elenco al que apenas se le requiere hablar en forma misteriosa –tipo sinopsis de un próximo estreno–, cabe reconocer el encanto y la naturalidad que Kunis consigue mantener en ésta y otras galaxias.

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