Es célebre la observación de Leonardo da Vinci sobre la superficie de las paredes, donde una persona podría divisar “pequeños paisajes con montañas, ríos, valles, plantas, árboles en distintos órdenes, o quizá batallas y figuras en movimiento, o quizá extrañas caras y disfraces”. Los rostros, advertía Leonardo, aparecen de forma confusa, “como el sonido de campanas en cuyo tintineo puedes encontrar la palabra que decidas imaginar”.
¿Qué se podría decir o imaginar, entonces, de esta nueva obra1 de Rita Fischer (Young, 1972)? Ella se ha tomado el trabajo –o el gusto– de trasladar, de desmontar y volver a montar, fragmentos de las pinturas de las paredes de su taller y de los celdarios de la antigua cárcel de Miguelete. El resultado participa parejamente de varios géneros y técnicas: es pintura, en rigor a su materia, pero también es escultura, instalación, performance, y es, de acuerdo con la frase del genio renacentista, la palabra que decidas imaginar. La obra, junto con la operación que la hizo posible, posee algo de explosivo y detenido a la vez, pues cada fragmento “descascarado” se ha adherido a las paredes blancas y encaladas de la celda –hoy convertida en sala de exhibición– con alfileres: fragmento por fragmento. Como si se tratase de mariposas entumecidas y terribles, separadas apenas de las paredes que las sostienen y cuya solidez física, además de generar soporte y volumen a la obra frágil que tienen por delante, les brinda una sensación aérea e inconsútil.
De un tiempo a esta parte, quizás desde Ningún lugar –exposición en el Museo Nacional de Artes Visuales de 2013–, Fisher no ha dejado de sorprender por la sutileza de sus creaciones. Trabaja la noción del tiempo y de paisaje con arreglo a formas orgánicas y aprovechando los resquicios del lenguaje o, tal vez, su imposibilidad o su impostura. “Rita Fischer mira hacia atrás y hace colisionar las formas de la narración lineal a partir de la interpelación temporal y paisajística; mirar hacia el pasado con los ojos desorbitados y simbolizar la catástrofe”, afirma Lourdes Silva en un texto por demás inspirado, que podría aplicarse a otra intervención que Fisher realizó en las paredes del Museo Zorrilla para la muestra, aún en cartel, “Sustratos”.
Aquí, en las instalaciones de lo que fuera un antiguo presidio, nos deja una pieza ciertamente poética. Un trabajo que se regodea en hilvanar los sufrimientos del tiempo y, por añadidura, de los seres que lo habitan, con un gesto amplio, encendido y misterioso.
- Novum. Espacio de Arte Contemporáneo.