Bettie Page, reina de las pin-ups: Sosteniendo la pared - Semanario Brecha
Bettie Page, reina de las pin-ups

Sosteniendo la pared

Fue un ícono popular tan masivo que, casi medio siglo después de su retiro, todavía era imitada por diferentes artistas, como Madonna, Beyoncé, Pink, Uma Thurman o, sin necesidad de irnos tan al norte, por Natalia Oreiro y Susana Romero en el Río de la Plata. El pasado abril, Bettie Page hubiera cumplido 100 años, un siglo en el que la consideración de la importancia cultural y social de las pin-ups ha cambiado tantas veces de estatus que bien vale la oportunidad para echarle un vistazo.

BUNNY YEAGER

Pin-up es una chica en un póster fijado con una chinche a la pared, la cabecera de la cama o la puerta del ropero. La chica está en bikini o con poca ropa, en poses sugerentes pero nunca pornográficas. Dian Hanson, en una antología del género para Taschen, lo definió de esta manera: «Una imagen provocativa pero nunca explícita de una mujer atractiva, creada específicamente para ser exhibida públicamente en un entorno masculino. Si está desnuda, debe ser modesta: el observador promedio no debe considerar que es material para la masturbación, a pesar de que indudablemente los hombres han usado a las pin-ups de esta manera. El término alternativo «arte de chicas buenas» lo dice todo: una pin-up no es una prostituta. Su sensualidad es natural, no artificial, y su exposición es siempre accidental: un anzuelo que se engancha en la parte de arriba de su bikini, un motor fuera de borda que rasga su pollera, un animado cachorro que la hace tropezar, o la siempre presente brisa juguetona que levanta su vestido, revelando medias y ligas, pero nunca toda su anatomía».1

Al principio las pin-ups fueron ilustraciones realizadas por dibujantes, como Gil Elvgren, Rolf Armstrong, Earl Moran, Zoë Mozert o Art Frahm, litografiadas en calendarios Brown & Bigelow que pasaron rápidamente a la revista Esquire de la mano de George Petty y Alberto Vargas, justo a tiempo para motivar a las tropas estadounidenses que partían a la guerra: «Hasta el término pin-up data de esa época», señala Hanson. «El gobierno estadounidense había refinado su comprensión de la psicología masculina desde los tiempos de aquella cruda propaganda de la primera guerra. Cuando el presidente Franklin D. Roosevelt creó la Oficina de Información de Guerra, en 1942, la instruyó para dar un mensaje constante de optimismo y de aliento a las tropas. En lugar de alimentar el odio por el enemigo, la propaganda se concentró en comunicar que lo que los soldados estaban haciendo era cuidando su hogar, su familia y el modo de vida americano, y las fotos de las hermosas chicas –las novias imaginadas– eran consideradas recordatorios esenciales de lo que estaban defendiendo y por lo que estaban peleando. Las revistas y las compañías de calendarios las proveían por millones.»2

Bettie Page es un producto de esta era. Su vida es, hasta cierto punto, igual a la de miles de muchachas de origen humilde y grandes sueños, que sufren grandes privaciones, son abusadas en sus casas y fuera de ellas y, a pesar de todo, siguen adelante. De hecho, su historia es idéntica a la de Marilyn Monroe hasta que una triunfa en Hollywood y la otra se dirige hacia caminos más oscuros, pero no por ello más arriesgados. Sin ir más lejos, es Marilyn la que termina muerta.

Si hay algo que distingue a Page es que, no importa cuán profundo se deslice hacia los rincones más secretos de la fotografía erótica, conserva el estilo de «chica sana» que distingue a las pin-ups. Tenía una candidez en la expresión y un ánimo bienhumorado que la aislaba de cualquier sordidez. Fue, por un lado, parte de los elencos del burlesque y, por otro, de la fotografía erótica fetichista del mundo del BDSM (bondage, dominación, sumisión y masoquismo). Sin embargo, sus fotos mantienen esa cualidad de puesta en escena que no deja duda alguna de que es ella la que es dueña de la situación y no a la inversa. Había algo subversivo en esa naturalidad: todo parecía tremendamente normal.

Y hay un secreto allí que resulta interesante de develar, una clave que quizás permita destrabar una cuestión problemática para la mujer, que intenta resolver la tensión entre el uso de su imagen sexualizada para satisfacer el deseo masculino y el apropiarse de su sexualidad y usarla como se le antoje. «Mientras muchas pin-ups son verdaderamente tontas caricaturas de la mujer, que tienen por objeto transformar su humillación y pasividad en disparadores de la excitación sexual, el género también ha representado a la mujer sexualizada consciente de sí, asertiva, fuerte e independiente. Como tal, no es sorprendente que, en su búsqueda de una imagen mediadora entre los roles de sujeto y objeto y los lenguajes de transgresión y tradición, muchas artistas feministas contemporáneas han vuelto los ojos a este género como modo de autoexpresión.»3 Y es que no puede pasarse por alto la doble condición de la pin-up, a la vez sumisa y transgresora. En tal sentido, el libro Pin-Up Grrrls, de Maria Elena Buszek, es iluminador, ya que analiza esa condición de la imagen pin-up, cuya sutileza al eliminar cualquier representación explícita que remita al acto sexual permite su amplia circulación social. Una imagen que, a la vez que muestra la puesta en escena del deseo ajeno, reafirma la asertividad del propio.

Entre los miles de actrices y modelos que fueron pin-ups, Bettie Page será siempre una de las más emblemáticas. Por su belleza corriente e imperfecta (su párpado un poco caído, sus dientes desparejos), por su sentido del humor en la representación de un erotismo a menudo extremo y por la naturalidad que les imprimía a escenas que mostraban sexualidades consideradas oscuras, peligrosas o, incluso, anormales. Tuvo una vida muy difícil, pasó con naturalidad de «Alumna que con más probabilidad tendrá éxito en su carrera» (uno de los muchos galardones que recibió en una trayectoria académica sin mácula) a ser la modelo más fotografiada del mundo; de desaparecer en los círculos de las iglesias evangélicas4 a sufrir graves dificultades fruto de la enfermedad mental. Fue diagnosticada con esquizofrenia paranoide e internada en un hospital psiquiátrico por ocho años, luego de que en 1979 atacara a sus caseros con un cuchillo. No fue el único episodio: antes había tomado una pistola y había amenazado con matar a su esposo y a los tres hijos de este si quitaban los ojos de un retrato de Jesús que ella sostenía en alto en el otro brazo. En los años ochenta y noventa, su vida y su carrera volvieron a despertar el interés público y fue modelo de uno de los personajes de The Rocketeer, la historieta de Dave Stevens que también tuvo una versión cinematográfica. Solo hacia el final de su vida pudo recuperar el control sobre el uso de su imagen, que había sido reproducida por millones.

1. Dian Hanson, «Pin-Up: A Highly Biased Story», The Art of Pin-Up, Dian Hanson, Louis K. Meisel y Sarahjane Blum. Taschen, 2014, pág. 9.

2. Ob. cit., pág. 18.

3. Maria Elena Buszek, Pin-Up Grrrls. Feminism, Sexuality, Popular Culture. Duke University Press, 2006, pág. 8.

4. Curiosamente, la identificación de la argentina Susana Romero con Bettie Page parece funcionar también en este sentido. En una entrevista con Infobae publicada el 24 de octubre de 2008 y refiriéndose a El amor después de la pena, un libro que estaba escribiendo sobre su vida y en el que publicaría las fotografías en las que retrató las apariciones de la Virgen María en el jardín de su casa, dijo: «Es muy importante para mí hacer conocer este material, ya que estamos en un momento de nuestro planeta donde reina el caos total. Y pienso que todos tenemos una misión y la mía es hacer saber que Jesús, María y nuestros hermanos del espacio están haciendo todo lo posible para salvarlo y salvar nuestras almas de la destrucción».

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