Si para nuestros jóvenes oídos latinoamericanos el soul era lo que cantaba Aretha Franklin, Roberta Flack no aplicaba ni siquiera a la categoría de «música negra». Había en sus modulaciones una suavidad ondulante ajena a los quiebres y acentos que caracterizaban el estilo que llevó a Aretha a la cima a fines de los años sesenta y que más tarde le valiera el título de Lady Soul. Roberta Flack había sido «descubierta» de manera azarosa. Un día sonó el teléfono y su madre le dijo: «Es Clint Eastwood». Y, contra todo pronóstico, era.
Eastwood la llamaba para proponerle usar una canción suya en su próxima película, Obsesión mortal (Play Misty for Me). La canción era «The First Time Ever I Saw Your Face», que terminó siendo la número uno del Hot 100 de 1972. Pero Flack no era para entonces una recién llegada, ya que tenía dos álbumes en su haber, aunque no habían logrado captar la atención del público. A lo mejor era esa dificultad de ubicarla lo que borroneaba su lugar en la música de entonces.
Lo que era menos conocido es que Roberta Flack era una especie de niña prodigio. A los 4 años tocaba el piano con su madre, a los 15 recibió una beca para estudiar en la Universidad de Howard y se graduó a los 19, aunque siguió estudiando hasta obtener un máster. Es esa formación clásica la que ciertamente difumina los rasgos más marcados de lo que identificamos como música negra, pero no solamente eso. Si Aretha Franklin es la dama del soul, lo es porque antes lo fue del góspel. Y es que no todas las iglesias son iguales y, mientras Aretha era hija de un pastor bautista, Roberta era hija de la pianista y directora del coro de una iglesia metodista. Los estilos de canto en cada una de estas iglesias son radicalmente distintos: en la primera se canta el góspel tradicional, mientras que los metodistas cantan himnos. «Aretha te hace sudar y Roberta te hace pensar», definió alguna vez Dionne Warwick sobre ellas. Y tiene mucha razón.
En la Universidad de Howard, tocar música popular estaba estrictamente prohibido, pero fue allí donde Roberta conoció a Donny Hathaway, con quien establecería el dúo creativo más importante de su carrera. En el campus debían poner un vigía cuando querían salirse del estricto programa de música clásica europea y tocar otra cosa, pero fue Hathaway quien le dio a la música de Roberta un poco más de calle, aunque, técnicamente, ambos eran unos universitarios de raza negra y de clase media que estudiaban música clásica blanca europea y unos absolutos bichos raros en el ámbito de la música pop. Quizás sea de esa extrañeza de donde salen canciones como «Be Real Black for Me», una suave balada sobre el amor de parte de dos nerds que buscan conectar con sus raíces. Es con Hathaway que Roberta grabará «Where is the Love?», la canción con la que ganará su segundo Grammy. Pero será «Killing Me Softly with His Song», grabada un año más tarde, la canción que se transformará en emblema.
Lo cierto es que, mirada en retrospectiva, la carrera de Roberta Flack en la música fue verdaderamente singular y, en gran parte, subvalorada. No le escapó ni al compromiso político ni al comentario social, sobre todo en los primeros discos. Conoció el estrellato más rutilante entre 1972 y 1973 y siguió de largo, siempre con su estilo único y en extremo perfeccionista.
Luego del suicidio de Hathaway, formó otros dúos creativos que no reeditaron el éxito del primero, pero uno de ellos, el que formó con Peabo Bryson, le dio nuevos hits, caso de «Tonight I Celebrate my Love», una balada romántica en la que realmente hay poco que rescatar, salvo lo de ser muy balada y muy romántica.
Sin embargo, y ya alejada de esos superéxitos que la llevaron a vender millones de discos, la carrera de Roberta Flack fue rica, extensa y valiente. Puede decirse con toda seguridad que hizo exactamente lo que quiso casi hasta el final de sus días, cuando, a partir de 2022, la enfermedad ELA le impidió cantar. El soft soul que cultivó, con su estilo educado y alejado de las calles, logró crear su escuela en medio del tsunami que representó para la música el advenimiento y el triunfo del hip hop. Allí están Lauryn Hill y los Fugees, que hicieron una versión de «Killing Me Softly with His Song» –que a la vez que la homenajea reinventa el tema, tal y como Flack hizo con la primera versión de Lori Lieberman–, además de Alicia Keys, D’Angelo y, más recientemente, artistas como Clairo, que han recogido su legado.