Ignacio y Ornella son dos psicólogos uruguayos que están varados en Argentina. “Nachornella”, abrevia a veces su amigo, el escritor sorianense que nos cuenta aquí lo difícil que puede ser regresar al pago si a uno no le toca ser pasajero de un crucero.
Mientras Talvi aparece tapabocado en la tele y su imagen se funde, derritiéndose en sudor y manejando estoico el carraspeo, y poco a poco emerge el rostro no tan guapo de Larrañaga, que lucha por corregir la posición de su barbijo, que le quedó delante de las cámaras (fotográficas), en La Rioja una joven pareja de psicólogos uruguayos pena sin poder penar. Ha hecho decenas de tratativas. Decenas. Se le ha acercado gente solidaria que quiere ayudar. Mientras, Talvi anda de polizonte diplomático en cruceros que transportan ilusiones y mucho dinero, se encandila con los flashes y no oye a Ornella, que es una Campanita alimentada con Vascolet, ni a Nacho, que bruxa intermitente su rabia.
El cónsul en Córdoba no consuela, en la embajada en Buenos Aires les indican al cónsul y el cónsul comienza hablándome –me llamó luego de que le pasaran el email que mandé a la embajada, en el que señalaba la ineptitud de la burocracia– de manera diplomática, pero en dos minutos me corta.
Los gurises lanzaron un mensaje en un video en el que solicitan ayuda. Fue replicado en la red y me encargué de enviárselo al diputado Guillermo Besozzi, al diputado Martín Melazzi, a la página oficial de Talvi y a Freddy Planchón, dirigente colorado de Dolores que desarrolló la estrategia de armar un cordón de camiones que salieran de La Rioja y fueran sumando otros hasta llegar a la frontera. Por alguna razón, que no conozco, Freddy desapareció. Besozzi nunca apareció. Melazzi le creyó las lamentaciones al cónsul.
En la tele Talvi sabe que se le terminan los salvatajes y esto le podría venir bien. Pero no le llega. Larrañaga se eleva en un helicóptero y ambos hacen aspavientos, Jorge Washington desciende con marcialidad dubitativa, pero va directo a los micrófonos, en los que retruenan sus palabras, que no llegan a La Rioja.
Estuve tirando líneas para llegar al ministro de Defensa. Ante la ausencia de ómnibus de línea por disposiciones del gobierno nacional argentino ante la pandemia, la idea era buscar la forma de que el Ejército pusiera una camioneta y dos choferes, y los trajera. No pude encontrarlo. Pienso que fuerzas invisibles se interponen entre su barbijo y mi barba.
Los días siguieron y Nachornela buscaba planes B. Una amiga podría poner un auto; sólo habría que pagarle el combustible. Pero hay que tramitar permisos y se complica, se complica, se complica, hasta que aparece media solución. Sale un bus de Córdoba a Uruguay. El cónsul regañadienteó, pero tramitó lo del ómnibus. Restaban 500 quilómetros. Entonces en La Rioja se aprontaron para comenzar el regreso contratando un remís tan caro que capaz que el Hércules salía más barato, pero Talvi lo necesitaba.