En el Circular, Refugio: Senderos mágicos - Semanario Brecha
Teatro. En el Circular: Refugio

Senderos mágicos

DIFUSIÓN

La obra de la dramaturga Vachi Gutiérrez (premiada por Cofonte en 2020 con el Premio Dramaturgia Inédita por su obra Bienvenido todo) fue escrita durante la pandemia y nació de la pluma de una artista de teatro que también es directora. Recordemos su participación como actriz en Todo su asco del mundo y su dirección en Llamaste a Walter, de Josefina Trías. Refugio, dirigida por Ramiro Perdomo, presenta a dos personajes desconocidos que se encuentran por azar en una cabaña en las sierras, mágicamente alejada del bullicio de la ciudad. Aquí el personaje de Alicia (Marisa Bentancur) planificó un encuentro romántico con su pareja, que se ve imposibilitada de llegar por una tormenta que ha cortado las rutas y las comunicaciones. Doblemente aislada, Alicia se encuentra con Juana (Dahiana Méndez), una joven lugareña que viene buscando compañía en medio de una noche que se ha tornado siniestra.

Hasta aquí el texto parece vagar entre situaciones de comedia y policial, con costados misteriosos que se deslizan entre los gestos y las actitudes de Juana. A medida que avanzan los diálogos, Méndez compone las diversas capas que esconde su personaje, quien busca compañía mientras transita un embarazo casi a término. Y este estado no es una elección casual. La condición en la que se encuentra Juana despierta diversos sentidos en torno al refugio al que alude el título de la obra. El agua, símbolo asociado a la vida y la femineidad, lo invade todo. Juana llega empapada por la tormenta y recorre así todas las escenas, mientras lleva en su vientre a una criatura que está por llegar, pero se mantiene salvaguardada en el líquido amniótico. Perdomo utiliza el agua como elemento escénico que se evoca sensorialmente desde el afuera y que es visible y presente puertas adentro, como un elemento transformador de los objetos y los personajes.

La escena confronta los espacios del adentro y el afuera, marca sus fronteras mientras intenta establecer un diálogo. El director lo resuelve por medio de un interesante trabajo con una cortina que se desliza, mientras cierra y abre ventanas en el fondo del escenario. La misma cortina actúa como pantalla para amplificar los cuerpos y traer el afuera mediante contactos por videollamada en un momento clave de la pieza. Los audiovisuales, a cargo de Miguel Grompone, están muy bien logrados. En ellos participan las actrices Rosa Simonelli, Adriana do Reis, Trías, Paola Larrama, Sofía Stocco, Jenny Galván y Antonella Lizardi.

Ambas mujeres comienzan a conectar de forma muy gradual y a conocerse a lo largo de la noche, mientras la tormenta se desata en su máxima expresión. En esos diálogos, dos mundos muy dispares, unidos casualmente por un punto geográfico, comienzan a conectar en las heridas que arrastran de sus historias pasadas. Esas historias hablan de situaciones marcadamente femeninas: son esas vivencias de la condición de género lo que las ayuda a acortar distancias.

La cabaña se encuentra en un sitio que, según Juana, se ha transformado en un centro de sanación por sus propiedades energéticas y mágicas. Esa sanación pasa a ser una condición necesaria para sobrellevar la noche. El nacimiento y la muerte son dos tópicos fuertes del texto y la base de los conflictos de los personajes. El nacimiento, instante poderoso ligado a la vida, es excelentemente interpretado desde un costado grotesco, de humor delirante, como el propio acto de nacer lo es: una revolución. Ningún nacimiento es pulcro y estos seres han muerto y renacido de varias formas, mientras conforman una tribu para sobrellevar el mundo hostil que las rodea.

El talento actoral de ambas actrices sobra para transitar momentos reflexivos y de emociones profundas, así como los cuadros de grotesco y humor explosivo. En el ida y vuelta con ese afuera mediado por las tecnologías, logran exponer e incorporar a esas otras mujeres que supieron, cada una a su manera, ser refugio. Y es que del encuentro surge la superación de los miedos. Mientras se cierra un círculo, se abre uno nuevo. Refugio resulta una pieza potente, gestada para dos grandes actrices que nuevamente trabajan juntas en escena –ya lo habían hecho en las obras de Gabriel Calderón Uz, el pueblo y Ex, que revienten los actores– y ponen a prueba todo su poder.

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