“Libre de la metáfora y del mito
labra un arduo cristal: el infinito
mapa de Aquel que es todas Sus estrellas.”
Jorge Luis Borges, “Spinoza”.
Juan Manuel Broto defiende el acto de pintar, de poner en una superficie bidimensional –y según sus propias palabras– “un discurso que no precisa referencias figurativas ni justificaciones argumentales”.2 “Pintura-pintura” se ha dado en llamar a ese hecho plástico que reivindica sin complejos una práctica que para muchos actores culturales de la escena española de los años setenta no era más que un gesto anacrónico, en remisión frente a las posturas conceptualistas imperantes. La abstracción de Broto, sus gestos evocadores y sus sólidas estructuras tonales son desde ese momento un gesto de resistencia y de intensa búsqueda personal. “Prefiero el si...
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