En el primer tercio del siglo pasado, Walter Benjamin (1892-1940) ya cavilaba que la forma literaria del futuro sería el fragmento. La red social Twitter, seguramente sin darse cuenta de lo que hacía –y qué, si así fuese–, endosó esta conjetura del malogrado pensador alemán. Obligando a sus usuarios a ceñirse al formato de los 140 caracteres (incluidos los espacios en blanco), Twitter les entregó a sus miembros un cheque en blanco de creatividad que muchos –entre los cuales no pocos hispanoamericanos– han sabido aprovechar para crear algo así como un nuevo espacio literario. Espacio y no género, donde conviven desde el aforismo puro y duro hasta la teología de batalla, pasando por el erotismo más refinado y las intertextualidades más creativas:“Y que yo me la llevé al río, creyendo que er...
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