Los años pasan y los acontecimientos difieren, aportando unos y otros experiencias a tener en cuenta. Tres espectáculos en las últimas semanas brindan atractivos motivos para pasar revista a hechos significativos que la memoria recoge y hace perdurar.
Lorca en las trincheras de Madrid (El Galpón, sala César Campodónico), adaptación de El retablo de don Cristóbal, del español Federico García Lorca, concebida por Adhemar Bianchi, quien también dirige junto a su hija Ximena. Galponero con prolongada trayectoria en Buenos Aires, donde lleva a cabo una provechosa gestión en teatro comunitario, Bianchi apuesta aquí a reunir algunos actores de la institución con un generoso puñado de jóvenes de la escuela y los titiriteros Rodrigo Abelenda y Tamara Couto para recrear el dramático período de la guerra civil, a lo largo de la cual un elenco lleva a escena por distintos lugares el encantador texto lorquiano con su repertorio de chispeantes personajes, canciones, dichos y muñecos que hicieron historia. La representación se desarrolla con el obligado marco de los altibajos de lo que sucedía en el Madrid de la época evocada, es decir, con el reflejo de lo inesperado que, sin embargo, no impide la simbólica continuación de la función. Potentes trazos de corte multitudinario recogen así para la presente puesta muestras del realismo, la heroicidad y el espíritu colectivo de un período que cobra vida, a pesar de ciertos escollos, en un trabajo que no siempre acierta a integrar con naturalidad lo que sucede fuera y las instancias de la comedia, ni a descartar un criterio demasiado frontal para dersarrollar el asunto. El espíritu de Lorca, que reina en el espectáculo recreado; la efectividad de los muñecos de Abelenda y Couto, que consiguen prolongar los movimientos de los actores de carne y hueso, y la entrega de un elenco que, más allá del prescindible toque siglo XXI en el peinado de alguno de sus integrantes, instalan, sin embargo, la energía y el entusiasmo de un equipo que los Bianchi logran hacer irrumpir por variados ángulos.
El Evangelio según Jesús, Reina del Cielo (Delmira Agustini), de la británica Jo Clifford, dirigida por Natalia Mallo, es una coproducción de entidades brasileñas, escocesas y uruguayas que integra el ciclo “Ellas en la Delmira”. Fabiana Fine, actriz de este lado del río pero con carrera bonaerense, es quien asume la personalidad del Jesús del título como si su discurso fuese el de una mujer cuyas palabras e historias el texto aprovecha de modo de tocar la temática transgénero que la disertante desgrana frente a una platea a la cual –ayer, hoy y mañana– cabe recordarle que la aceptación del prójimo resulta una tarea que depende de todos y cada uno. La convicción, la desenvoltura y la firmeza que Fine despliega de principio a fin en su discurso –que la lleva a ubicarse muy cerca de los concurrentes– obran, por cierto, a favor de un unipersonal que se sigue con interés, habida cuenta del trabajo de dirección de Mallo evadiendo casi todos los riesgos del énfasis y la repetición con la naturalidad que hacía falta.
Postales (Comedia), de Laura González Cabezudo, con dirección de Luis Trochón, apuesta a las variadas dotes y la vitalidad de un nutrido grupo de alumnos y agregados de la Eaa de la calle Canelones y el lenguaje de la comedia musical para efectuar un repaso a la historia del Uruguay de las décadas del 60, 70 y 80, harto difíciles en cuanto a la opresión, las muertes, las desapariciones y un sinfín de infortunios que el pueblo sufrió y resistió en distintos ámbitos. El tal repaso se propone –y consigue– avivar y mantener la memoria de los espectadores a través de diferentes escenas de canto y baile –las postales en cuestión–, las cuales, sin siquiera mencionar otros nombres protagónicos que los del general Gestido y su sucesor Pacheco Areco, toman para sí la fuerza y el lenguaje del fenómeno colectivo, de modo de señalar que el futuro también depende de todos y cada de los asistentes. Vale la pena apreciar entonces los oportunos textos de González Cabezudo y la mano de Trochón, responsable de imprimirle al desfile que transcurre en el escenario donde también se ubica el público no solamente un ritmo imparable sino también las intromisiones de guitarra, percusión y repentinos apagones de todo tipo llamados a hacer fluir la cadena de hechos elegidos con la tersura del caso. El resultado es original y contagioso.