Estados Unidos ya era el primer vendedor del mundo, con más de la mitad del mercado, cuando en 2014 aumentó su venta un 35 por ciento, en 10.000 millones de dólares; esto en un mercado deprimido por exceso de armas, precisó The New York Times el 25 de diciembre último. Este continente las recibe importándolas o contrabandeándolas basándose en la benévola legislación para la venta de armas al mostrador que tiene la superpotencia norteamericana. Armas contra las drogas y para los narcotraficantes, para el ejército y para los insurrectos, para políticas de paz y de guerra. Así, México compró en 2014 por 21,6 millones de dólares unas 28 mil armas (la mayoría rifles de asalto), que se suman al estimado de 212 mil armas que por año entran ilegalmente a través de la frontera.
Entre 45 y 80 millones de armas portátiles, hasta misiles tierra-aire, circulan en la región, según el Nacla. Son la causa de muerte de entre 73 mil y 90 mil personas por año, y la principal causa de muerte de personas entre 15 y 44 años, según la Oms.
Durante cuatro décadas, desde los sesenta hasta los noventa, los organismos de inteligencia de Estados Unidos suministraron armas a gobiernos y rebeldes de Colombia, Cuba, República Dominicana, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, Perú y Nicaragua. Con el nuevo siglo se abrió otra temporada que viene en auge: Washington exportó a estos países 43,7 millones de dólares en 2004 que fueron ascendiendo a 172,7 millones en 2010, en nombre de la lucha contra las drogas. Entre 2000 y 2014, dos tercios (63 por ciento) de las armas vendidas fueron a Brasil, Chile, Colombia, México, Panamá y Paraguay, en coincidencia con la lucha antidrogas; pero no sólo.
El perfil de los compradores difiere: Brasil y Chile lo hicieron para “defensa y entrenamiento” de sus fuerzas armadas, Colombia para operaciones antiinsurgentes y combate a grupos criminales, México para la lucha contra los cárteles de las drogas, y Paraguay para revender; es el hub regional, la puerta rotatoria del tráfico ilegal de armas en la región, y Estados Unidos lo sabe, claro. En cambio, Bolivia, Ecuador y Venezuela redujeron su alianza con Washington y están comprando de Rusia (que ocupa un lejano segundo lugar como vendedor mundial de armas ligeras), y en menor medida a China y otros proveedores de Europa y Asia. Caracas firmó con los rusos un acuerdo para fabricar rifles de asalto Avtomat Kalashnikova Modernizirovannyj (Akm), la versión desde 1959 del consagrado AK 47. Además de las armas que vienen, tres países del continente las fabrican –Brasil, Argentina y Chile–, y uno fabrica municiones bajo licencia, Ecuador. El 80 por ciento de los crímenes en América Latina son hechos con armas de fuego, y al menos el 50 por ciento de ellas proviene de Estados Unidos, afirma la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (Wola).
Este organismo asegura además que Estados Unidos es fuente fundamental del tráfico en negro y en gris de armas y municiones para América Latina. Es un mercado impreciso que se evalúa por las armas y municiones decomisadas y el rastreo de documentación. Washington estableció un sistema, el “e-Trace”, en el cual participan todos sus organismos que trabajan en el tema y que en 2009 se extendió a América Latina. La agencia del Departamento de Justicia para el control del alcohol, tabaco, armas de fuego y explosivos (Atf) hizo el seguimiento de 15.937 armas decomisadas en México en 2014, y halló que 71,9 por ciento de ellas procedían de Estados Unidos. El seguimiento en el Caribe y América Central mostró que entre 40 y 60 por ciento de las armas tenían el mismo origen. En Brasil, Colombia, México e Irak se requisan más de 10 mil armas por año, y en Argentina, Chile, Uruguay, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala y Perú el informe anual de requisa de armas y municiones es inferior a esa cifra. La cantidad de armas requisadas depende, dice la Wola, de muchos factores, entre los que menciona cambios en la legislación, sistemas de información, práctica policial, capacidad y demanda criminal.
Estados Unidos es así el doctor Je-ckyll y míster Hyde; tiene solucionado el dilema de Hamlet y es y no es al mismo tiempo. Vende armas en blanco, gris y negro, y luego alienta a que se requisen y destruyan, lo cual alivia el mercado de la sobresaturación de armas y la demanda de éstas repunta.
De 150 países, América Latina es la única región donde en este siglo el precio de las armas en el mercado negro declinó por sobresaturación, en relación con la última década del pasado: un AK 47 cuesta 25 dólares en El Salvador y 2 mil en Brasil. El continente “tiene aparentemente un exceso de suministro”, señala el Small Arms Data Observatory (https://smallarmsdata.org). Para Haití se señala que subieron los precios ante la reasunción en 1994 del presidente Jean Bertrand Aristide (en un segundo período que duró cuatro meses), y nuevamente ante la llegada de la misión de las Naciones Unidas. En Colombia los precios subieron ante el anuncio en 2003 de una amnistía que llevaría a que se compraran armas a paramilitares y guerrilla. La baja del precio no implica menos asesinatos: la caída de la cotización en Brasil a mediados de los noventa fue simultánea a 42 mil homicidios por año.
El caso de El Salvador es el más trágico. Es el país más violento del mundo, según Foreign Affairs (27-V-16), y “la capital mundial del asesinato”, de acuerdo a Los Angeles Times (2-III-16). Entre 1980 y 1993 fue el primer destinatario en Occidente para las armas de Estados Unidos. La guerra interna que conoció El Salvador entre 1981 y 1989 produjo 75 mil muertos. Las armas (una partida de 32.500 M- 16 y 270 mil granadas, por ejemplo) siguieron llegando hasta tres años después de finalizado el conflicto. Las cifras de muertos por año en el país centroamericano son hoy similares a las de los años de guerra interna: en 2015 fueron 6.656; 116 cada 100 mil habitantes, 17 veces más que el promedio mundial, afirma Foreign Affairs (27-V-16). De esas muertes al menos la mitad corresponde a personas de entre 15 y 29 años. La violencia es tal que desborda hacia Guatemala y Honduras, los dos países fronterizos de la sufrida república.
Es fácil concluir que Latinoamérica, por su propia diversidad y la escala del movimiento de armas y municiones, “es un serio desafío político” (Foreign Affairs). También, que no basta con hacer más estrictas las reglas de importación y exportación y el control fronterizo, sino que es necesario sumar mayor supervisión de la producción local y mejor gerenciamiento de los arsenales militares, policiales y privados. Es más, se coincide en que no se precisa más legislación sino aplicar la existente. Estados Unidos podría aumentar la transparencia del negocio si ratificara el Att, el tratado de comercio de armas votado por las Naciones Unidas en 2014. Es más, la Oea dispone de una convención sobre armas de fuego que se distingue por ser el único instrumento de ese carácter en el mundo, que dispone la prevención y eliminación de la producción y el tráfico ilícito de armas y explosivos. Es de 1997 y Uruguay la ratificó en 2001. Sólo tres países no la firmaron: Estados Unidos, Canadá y Jamaica. Mientras tanto, vale el diagnóstico de Foreign Affairs: “La mayoría de los países americanos se encaminan a tener más violencia armada en los próximos años, en contraste con el resto del mundo”.