Tita Parra y el viaje sonoro a la semilla - Semanario Brecha

Tita Parra y el viaje sonoro a la semilla

Yo soy la feliz Violeta. Tita Parra en concierto.

El 4 de noviembre se realizó en la Sala Zitarrosa el concierto-homenaje al centenario de Violeta Parra1 por parte de Tita Parra, reconocida cantautora y nieta de la mítica representante de la música popular chilena. Aunque quizás valga acotar que el concierto-homenaje, en realidad, abarcó también al recientemente fallecido Daniel Viglietti, principal impulsor de ese encuentro, junto a la agregada cultural de la embajada de Chile, María Elsa Bravo Penjeam. De hecho, el concierto empezó con la reproducción de un fragmento del programa Tímpano en el que se hablaba de la trayectoria de Tita, y cuya canción introductoria era una interpretación que ella realizó a los 7 años de “Del norte vengo, Maruca”, y que quedó registrada en el álbum Au Chili avec los Parra de Chillán (1963).

Apostando a una fusión que acomoda la raíz folclórica entre citas al jazz o la bossa nova y sin temor a la experimentación –tampoco a los derroteros exigentes de la electroacústica–, el repertorio acudió a temas populares anónimos que fueron recopilados por Violeta (“A dónde vas, jilguerillo”, “El palomo”), a los que ella compuso y que fueron cantados en esta ocasión a través del “hilado” (lo que aquí denominaríamos “enganchados”, y que en esta ocasión se hicieron en cuatro bloques temáticos), y a canciones que no fueron jamás editadas en discos (“El gavilán” y “El día de tu cumpleaños”). Intercaladas, el público asistente tuvo la oportunidad de escuchar otras canciones pero de la propia Tita, como “Olas de luz”, “La tierra” y “Viniste a este mundo” (compuesta para su hijo Antar Pregnam Parra, también músico, fallecido en 2010 a los 28 años), en las que se nota no sólo una marcada vinculación a problemáticas tales como la cuestión ecológica y la construcción de la identidad femenina, sino la recurrencia a una cosmovisión de fuerte raigambre mística, por momentos muy cercana a la new age. También se tuvo la oportunidad de escuchar la interpretación de dos himnos emblemáticos de quien hubiera sido el gran maestro de ceremonias de la noche: “Gurisito” y “A desalambrar”. Esta última canción no sólo cerró el concierto sino que contó con la participación de algunos integrantes del público sobre el escenario, haciéndolos, así, los verdaderos protagonistas.

Vale destacar la actuación de los dos músicos que acompañaron a Tita Parra en esta oportunidad. El primero es Greco Acuña, chileno, percusionista de largo itinerario como sesionista y como integrante estable de varias formaciones, siendo la más conocida de estas últimas la Orquesta del Viento (la Odv). Su estilo logra una excelente mixtura de elementos latinoamericanos con el lenguaje del jazz, lo cual se traduce en una apertura de éste a otros públicos y ayuda a “deselitizarlo”, a soltar los prejuicios del nicho y a democratizar su escucha, según declaró en varias entrevistas. El segundo es Nicolás Almada, uruguayo, eximio multinstrumentista y conocido integrante de El Cuarteto del Amor. Creador de la logradísima banda sonora del documental Desde las aguas (2008, dirigida por Pablo Martínez Pessi), y de la de Fraylandia (2013, dirigida por Sebastián Mayayo y Ramiro Ozer Ami), supo darle a buena parte del cancionero elegido por Tita Parra –en su condición de invitado especial– una atmósfera lúdica y por momentos onírica (sus intervenciones con la armónica en “Run Run se fue pa’l norte”, por citar un ejemplo, dieron un giro sorpresivamente dylaniano a una de las composiciones más personales y conmovedoras de Violeta).

 

  1. Yo soy la feliz Violeta. Tita Parra en concierto.

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