Tomalo vos - Semanario Brecha

Tomalo vos

Desde que Jihad Diyab apareció en Caracas, el pasado 26 de julio, nada más se supo de él: ni los motivos de su arresto, ni el lugar adonde lo llevaron, ni si está vivo, ni sobre cuál sería su destino. Tampoco las autoridades uruguayas se mostraron demasiado interesadas en esclarecer las dudas ni en conocer su futuro. Venezuela plantea su deportación sin que quede claro qué país querrá aceptarlo.

Jihad en Montevideo. Enero de 2016 / Foto: María Inés Hiriart

A media tarde del martes 26 de julio Jihad Diyab entró al consulado de Uruguay en Caracas, ubicado en el cuarto piso de la Torre Seguros Altamira, en la Cuarta Avenida de los Palos Grandes. El sirio, de 45 años, que pasó 12 de ellos preso en la cárcel estadounidense de Guantánamo, sin ser sometido a juicio y sin saber si algún día saldría, había esperado casi dos años para reencontrarse con su familia en Uruguay, tras su liberación en 2014. La situación precaria en la que vivió en Montevideo durante ese período nunca lo convenció de que podría llevar una vida digna aquí, con su esposa y sus hijos, que habían huido de la guerra en Siria hacia Turquía. El proyecto, tan dilatado, estaba finalmente a punto de concretarse (sus familiares contaban ya con los pasajes para llegar a Montevideo, y Jihad residía en un apartamento suficientemente grande como para alojarlos), pero una combinación de promesas incumplidas, desidia y ambigüedades de parte de las autoridades uruguayas lo habrían hecho desconfiar y dudar. Una vez más. Jihad Diyab huyó. Venía de una larga historia.

**

“Hay que sumarle las inseguridades propias de un hombre lastimado, con secuelas aún terribles en su cuerpo por las torturas físicas que padeció en Guantánamo y psicológicas por el encierro de 12 años, y el exilio de otros dos en que su propia enfermedad no le permitió trabajar en un país radicalmente extraño para él como éste”, reflexionó una fuente. Jihad se debe de haber preguntado una vez más –agregó la fuente de Brecha– cómo haría para mantener a su familia con los escasos miles de pesos que recibía del Estado. “Tal vez haya sentido vergüenza, temor, y huyó para encontrarse con ellos allá, más cerca de lo suyo.” No fue sin embargo secreto para nadie de su reducido entorno montevideano que el sirio viajaría hacia el norte del país, al Chuy, en ocasión del mes de ayuno musulmán del Ramadán. “Es posible que ya hubiera planeado irse. Eso no lo sabemos.” Lo cierto es que se fue, “repitiendo acaso su experiencia de joven, cuando huyendo de la guerra en Siria se largó hacia Afganistán. Sin formación política, sin militancia alguna, con el bagaje que le daba el pertenecer a una familia de clase media relativamente alta, y nada más”. A Caracas, quizás, se la imaginaba como un trampolín más idóneo que Uruguay para acercarse a Oriente Medio. Sabía Jihad que en el país caribeño residen potentados árabes provenientes de Katar o los Emiratos, los dos sitios en que los ex de Guantánamo que recuperaron la libertad viven en mejores condiciones.

**

De su travesía hacia Caracas no se tienen rastros. La policía brasileña carece de registros de ingreso y salida del sirio. “Oficialmente”, a Venezuela no ingresó. Antes de que apareciera ante el consulado uruguayo en la capital venezolana, había sucedido lo previsible: medios de prensa uruguayos y extranjeros, la embajada estadounidense en Montevideo, autoridades brasileñas alertaron sobre la desaparición de un extraño sirio refractario, inestable y díscolo, radicalizado en cautiverio, yirando por el mundo sin poder ser encontrado, y pusieron en circulación fotos del hombre con su mameluco naranja de prisionero en Guantánamo.

**

Que Jihad Diyab había aparecido en la embajada uruguaya en Caracas, el 26 de julio, fue noticia mundial, luego de semanas de especulación en la prensa nacional e internacional sobre si había salido de territorio uruguayo, pero desde que entró en el automóvil de las autoridades venezolanas escoltado por policías, sus allegados no supieron nada más de él, ni dónde estaba, ni si estaba bien.

**

En el consulado uruguayo en Caracas Diyab planteó “su intención de trasladarse a Turquía a efectos de reunirse con su familia”, según un comunicado que emitió la cancillería uruguaya un día después, la única declaración que hasta ahora han hecho las autoridades uruguayas sobre este hecho. “Finalizada la entrevista en el consulado, el señor Diab (sic) se retiró voluntariamente y por sus propios medios”, aseguró la cancillería.

Sin embargo, un testigo en Caracas relató a Brecha que mientras Diyab todavía se encontraba en la dependencia uruguaya se presentaron frente al edificio una decena de policías venezolanos y tres agentes del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc) venezolano, y que varios entraron al edificio. Cuando salieron lo hicieron junto a Diyab, que fue trasladado en el móvil del Cicpc.

¿Cómo supieron las autoridades venezolanas que Diyab se encontraba en el consulado de Uruguay en ese momento, y por qué entraron al edificio en donde se halla la embajada y el consulado de Uruguay? Brecha trasladó estas preguntas a las autoridades de la cancillería, pero no obtuvo respuesta. Tampoco las obtuvo de la embajada venezolana en Montevideo.

Fue el miércoles 3 que Andrés Conteris, integrante de un grupo de apoyo a los ex presos de Guantánamo en Estados Unidos, y una periodista de la agencia de noticias Sputnik lograron que un funcionario del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin), el inspector Marcos Alberto Maestre, les confirmara que el sirio se encontraba detenido en el Helicoide, una de las sedes del servicio de inteligencia venezolana, presentada por los caribeños como un símil de la Cárcel Central montevideana. Sin embargo, según relató Conteris a Brecha, llevaba desde el lunes preguntando a los servicios de inteligencia si tenían a Diyab bajo custodia. “No lo tenemos aquí”, fue la respuesta dada el lunes por la inspectora del Sebin, Teresa Salazar, en el Helicoide.

En el Helicoide siguieron negando la presencia de Diyab en sus dependencias hasta que Conteris les presentó una foto de Diyab, que había conseguido a través de la Defensoría del Pueblo venezolana, y que mostraba que estaba detenido. Fue entonces que el inspector Maestre admitió que el sirio estaba bajo su custodia, en “resguardo humanitario” a la espera de ser deportado, aunque no supo decir ni cuándo ni a qué país. A Conteris y a la corresponsal de Sputnik no les fue permitido ver a Diyab, y se les informó que debían volver el sábado, día de visitas. Conteris allí estará. Diyab contaría con un abogado de oficio, como lo dispone la ley venezolana para personas en su situación.

Al cierre de esta edición, la agencia de noticias Sputnik informó que una fuente de la cancillería venezolana afirmó que Caracas tiene la intención de deportar “cuanto antes” al sirio a Montevideo. De las intenciones de la cancillería uruguaya nada pudo saber Brecha. Los allegados al sirio aquí dijeron que ellos, al menos, se preparan para darle cobijo.

Artículos relacionados