Tres uruguayos sueltos en Hollywood - Semanario Brecha

Tres uruguayos sueltos en Hollywood

Federico Álvarez pasó a algo así como las ligas mayores de los géneros más populares entre los jóvenes, llegando a interesar nada menos que a Sam Raimi, que lo habilitó a hacer en 2013 una remake de su famosa Evil Dead, de 1981. Ahora Álvarez vuelve con No respires, que se estrenó ayer en Montevideo luego de arrasar la taquilla en Estados Unidos.

No respires. Foto de difusión.

Esta vez no se trata de una remake, con todas las condicionantes y limitaciones que tal empresa conlleva, sino de una historia original del director y de Rodo Sayagués, y el resultado es una película de 88 minutos cuyo título, si se lo pone en Google, aportará abundantes datos sobre lo que la película recaudó en su primer fin de semana en Estados Unidos, y el título de todas las otras, más caras y más promocionadas, que desbancó en la taquilla. El lunes, una presentación para invitados de No respires (Don’t Breathe) en el Movicenter de Montevideo Sho­pping congregó a una multitud hasta ahora nunca vista –al menos por quien escribe– en un evento similar que tenga que ver con el cine, cuando el cine incorpora al menos algún elemento made in Uruguay.

Álvarez y Sayagués, con la invalorable colaboración en la fotografía de Pedro Luque –fotógrafo, entre otras, de El cuarto de Leo, La casa muda, Relocos y repasados, Dios local, y que también desarrolla una importante carrera fuera del país–, construyeron un filme sobre un interesante presupuesto: su sencillez en tanto esquema narrativo decanta sin embargo en una elaboradísima puesta en escena. El “qué” puede contarse en tres líneas, el “cómo” revela un meticuloso trabajo de concreción. Logar un buen suspenso siempre lo es.

Es que en principio, más que de terror, aunque la película tenga escenas terroríficas, habría que hablar en este caso de suspenso. Porque, descartando términos que aparecen por ahí, como slasher, que no sé lo que quiere decir, o torture porn, que tampoco –aunque algo se intuye–, o home invasion, que se puede decir igual en castellano, el asunto aquí es ver qué es lo que les pasa a tres jóvenes ladrones que se meten a robar en la casa de un ciego donde se supone hay un jugoso botín, y se encuentran más rápido que volando en el lugar de las víctimas, en vez de ser los victimarios. Ese rápido paso de una condición a la otra, ese giro de situaciones que sucede a poco de comenzar la película, es sólo la primera de las sorpresas que los tres intonsos delincuentes –y los espectadores con ellos– van a encontrar en un caserón grande, oscuro, desvencijado, y por supuesto, terrorífico. Claro que los espectadores van justamente a recibir eso, sorpresas amenazantes, y cuanto más mejor, mientras los tres ladrones se encuentran con lo insospechado, y una de las primeras reglas del suspenso era, justamente: el espectador sabe del peligro, y el personaje no.

Es un ingenioso alarde frente a extendidas convenciones, y no sólo del cine, que el dueño de casa no sea un indefenso cieguito sino un avezado y bien entrenado ex militar, cuya falta de visión es compensada por el desarrollo de otros sentidos, como el olfato y el oído, por la compañía de un perro que nada tiene que envidiarle a aquel diabólico can de La profecía, y por otros detalles de su carácter que se irán conociendo a medida que transcurre la película. También lo es que los chorros en cuestión –dos hombres y una chica– tengan más el aire de un grupo de amigos de la universidad que el de endurecidos lúmpenes suburbanos, que la casa a asaltar aparente cualquier cosa menos la residencia de alguien rico, que la ciudad y el barrio que la contiene –vacíos, decadentes, descascarados– sean la contracara de la opulencia y la vitalidad. A todo esto se agregan como datos iniciales que el ciego en cuestión tiene dinero porque lo cobró de una idemnización por la muerte de su única hija, que la muchacha del grupo (Jane Levy) quiere ese dinero para alejarse con una niña –¿su hija, su hermanita?– de una sórdida familia. Al arranque, No respires pareciera que va a ser un enfrentamiento de infelices contra infelices.

Y a su manera lo seguirá siendo, porque en ningún lugar está escrito que ser infeliz es sinónimo de indefensión, aunque apenas comience el juego del gato y los ratones entre el ciego interpretado por Stephen Lang y los despistados invasores, la película ponga al espectador del lado de los segundos. Después de todo, sólo son unos ladronzuelos tranquilos y poco dados a la violencia, mientras que el dueño de casa irá presentando no sólo una extraordinaria capacidad de defensa, sino también rasgos de impiedad y de crueldad inusitados. Ponerse del lado de los jóvenes es una consecuencia del desarrollo narrativo y de la puesta en escena: primero los conocemos a ellos, entramos con ellos en esa casa, seremos sorprendidos como ellos con la reacción del ciego, hacemos como que nos ocultamos y buscamos alguna salida, como ellos. Y además, esos chicos ven, el espectador también ve, sólo el ciego no ve, y en esa condición es el único que puede moverse con seguridad sabiendo lo que hay y lo que no hay en los recovecos de esa oscuridad elegida para buena parte del metraje. Como jefe absoluto de un universo sombrío, un infierno donde ni siquiera falta el cancerbero, ese que no ve y que sabe está en ventaja. Las premisas de aquella Espera la oscuridad (1967), de Terence Young con Audrey Hepburn, ya ha sido señalado, dadas vuelta.

Esa ubicación resulta fundamental para enfrentarse a una película de suspenso como esta, cuyos sucesivos golpes de efecto resultan así, verbigracia, más efectivos. Y sin duda la manera cómo éstos se van sucediendo, el uso de los planos y del sonido, los momentos de espera y el punto de cada estallido, revelan, además del afianzamiento de recursos enseñados tempranamente por Álvarez, un enorme placer de mostrar, y de contar. La entrada a la casa, o toda la secuencia con el rottweiler en el auto –¡qué perro!–, por ejemplo, son de verdad notables. Sin embargo, algunos de esos golpes de efecto resultan superfluos, si no cómicos –algo vinculado a cierta jeringa, por ejemplo–, y frente a la enérgica y temible rudeza de Stephen Lang, un gran villano, los tres ladroncitos –Dylan Minete y Daniel Zovatto, además de Jane Levy, que evoca a todas las jóvenes rubias amenazadas por asesinos y maniáticos en el cine– dan la impresión de que, si hubieran sido interpretados por otros actores, el asunto no hubiera cambiado demasiado. Apreciación probablemente injusta, que le ha caído a muchos intérpretes de innumerables producciones clase B, donde antes –antes del surgimiento de ciertos estatus de culto, de la cinefilia aplicada a los productos menos autoconscientes y más populares– se hubiera ubicado cómodamente esta película hollywoo­dense gestada por uruguayos.

[notice]

Terror oriental

“Antes de lanzar su nueva película, Fede Álvarez quiere darle la oportunidad a un joven realizador de llevar a cabo su guión de horror, thriller y/o ciencia ficción.” Tal la convocatoria al concurso lanzado en el marco de la promoción de No respires, dirigida a aspirantes de hasta 30 años, capaces de elaborar el proyecto de un corto de no más de cinco minutos en cualquiera de esos géneros, o de su libre mezcla, y que transcurra en una única locación.

El hada de los dientes, proyecto presentado por Jeremías Segovia –previamente autor del premiado corto La mujer rota– y Gonzalo Torrens –a su vez responsable del también premiado Demasiada agua, codirigido con Nicolás Botana, fue el premiado. Segovia y Torrens son egresados de la Escuela de Cine del Uruguay (Ecu), y su proyecto fue el elegido entre unos 300 presentados. Hoy mismo, viernes 9 de setiembre, comienza el rodaje del corto, cuya producción general estará a cargo de Ignacio García Cucucovich, y la fotografía será de Germán Nocella: un completo equipo forjado en la Ecu. Pero Fede Álvarez y Rodo Sayagués supervisarán el guión y todo el proceso de producción, que gracias al premio contará con unos 25 mil dólares para llevarse a cabo. El hada de los dientes será emitido por el canal de cable Axn, propiedad de Sony Pictures, distribuidora de No respires.

[/notice]

Artículos relacionados