El repaso a las “descosidas” memorias de Pepe Vázquez1 brinda al lector la impresión de estar sentando frente al actor en un típico café montevideano, de esos que cada vez quedan menos, o en la misma platea de La Gringa, donde diera a conocer Paciencia y pan criollo, reciente monólogo en el que salen a relucir algunas anécdotas y un par de reflexiones que el libro incluye, sin descuidar la recurrente mención a los lazos de Pepe con su Treinta y Tres natal. Tan gracioso, vehemente y entretenido como los relatos y comentarios que el autor es capaz de desgranar con consuetudinario desorden en un auténtico encuentro con su público, el libro da cuenta de las idas y venidas de una larga carrera teatral y televisiva con provechosas y repetidas experiencias en países como Costa Rica –allí escribió estas páginas–, Cuba y Chile. Una interminable lista de espectáculos donde, a menudo, se cuelan la evocación de un momento emotivo o divertido, oportunas conclusiones acerca de textos y autores –de Miller a Molière y de Shakespeare a Chéjov– que Pepe recorrió y, sin duda, la puntual cita a los momentos vividos con compinches de la talla de Jorge Denevi, Amanecer Dotta y Héctor Manuel Vidal, y maestros como Atahualpa del Cioppo, Taco Larreta y Nelly Goitiño.
Cada pocas páginas asoma, cabe reconocer, el nombre de la estupenda Imilce Viñas, actriz y directora con quien Pepe compartiera innumerables años en los escenarios y en el hogar donde un buen día naciera María Clara, la hija que, no es de extrañar, sigue ahora los pasos de sus progenitores. Aunque Imilce ya no está en este mundo, su compañero la tiene siempre muy presente en una memoria donde el amor y la espiritualidad parecen respirar al unísono. Pepe, como se aprecia desde el principio, cuenta sus memorias yendo para atrás y para adelante con previsible ímpetu. Vale la pena atender lo que tiene para trasmitir a propósito del descubrimiento del teatro, la vocación, el temor y la impaciencia que lo invaden antes de salir al ruedo, su incorporación a la Comedia Nacional, la proyección de varios triunfos y de algún fracaso, los altibajos de su militancia política, los viejos tiempos de la carpa de la Federación Uruguaya de Teatros Independientes, el robo del vestuario y las armas que se utilizaban en una puesta en escena debajo de aquellas legendarias lonas. Por aquí y por allá, el comediante da por sentado que el lector entiende de teatro y del ambiente más de lo que podría suponerse, pero Pepe, en todo caso, resulta el amigo impetuoso y mal hablado que se confiesa y que pasa de un episodio al otro con la sana irrespetuosidad de alguien que conocemos desde hace bastante tiempo.
- Memorias de un tipo descosido, de Pepe Vázquez. Planeta, Montevideo, 2015. 204 págs.