A Daniel Ortega y al oficialismo sandinista poco les quedaba ya de aquel socialismo libertario y hasta ingenuo que caracterizaba al movimiento nicaragüense décadas atrás. Esta semana dieron pasos para profundizar el alejamiento. Por un lado, el principal partido de oposición, el Liberal Independiente (Pli), hasta ahora mayoritario en el parlamento, fue diezmado en el Poder Legislativo: 28 de sus diputados (16 titulares y 12 suplentes) fueron destituidos por el Consejo Superior Electoral (Cse), que consideró ilegal que los legisladores díscolos no reconocieran a Pedro Vargas como líder de su propio partido. Vargas, considerado como un incondicional de Ortega por la oposición interna del Pli, había sido impuesto por la Suprema Corte de Justicia, controlada por el sandinismo, como presidente de esa fuerza política. El Cse tomó la decisión apoyado en una disposición de la reforma electoral de 2014 que obliga a los legisladores de un partido a acatar las decisiones de sus autoridades reconocidas por la justicia. Los liberales disidentes fueron remplazados por otros, cercanos a Vargas, aumentando de hecho el control del oficialismo y sus aliados en el Poder Legislativo, el único lugar donde la oposición tenía representación y del que también fueron expulsados por el Cse dos diputados del Movimiento de Renovación Sandinista (Mrs).
En noviembre habrá elecciones en Nicaragua, y Ortega aspira a obtener un cuarto mandato que no hay quien le pueda disputar ni controlar. Esta semana el sandinismo también formalizó la alianza con la que concurrirá a esas elecciones, Nicaragua Triunfará, en la que figuran además 16 pequeños partidos, entre ellos el derechista Liberal Conservador, tres formaciones evangelistas, y una agrupación integrada por ex referentes de la contra de los años ochenta. La fórmula oficialista será Ortega-Murillo, por Rosario Murillo, la esposa del presidente, presentada por el líder sandinista como “la mejor exponente de las mujeres nicaragüenses”. “Se hablaba de quién iba a asumir la vicepresidencia para seguir con el buen gobierno de este país. Tenía que ser una mujer, ¿y quién mejor que la compañera Rosario Murillo, que ha realizado una labor con mucha eficiencia, disciplina, dedicación y sin horario?”, afirmó Ortega en el discurso de lanzamiento de la candidatura de la pareja. Los grupos independientes organizados de mujeres lejos están de compartir las apreciaciones de “Daniel”. Murillo ya es de hecho “un poder detrás del trono”, dice la sandinista disidente Ana Margarita Vigil. “Está detrás de toda la política de comunicación y de asistencia del gobierno, y controla instituciones públicas de diferente entidad. Que sea vicepresidenta no cambiará nada, la legitimará en el poder, pero quedará más claro aunque estamos ante una dinastía sin escrúpulos que ha quedado a años luz de todos los principios que guiaron a los revolucionarios de hace 40 años”, comentó un dirigente del Mrs.