A esta altura bien podríamos hablar de una verdadera diáspora de artistas uruguayos. La emigración de los artistas visuales por motivos económicos ha sido una constante en nuestro país, a la que se suman los motivos políticos en tiempos de dictadura. Francia fue un destino natural de acogida de muchos de ellos en diferentes momentos y por períodos prolongados: Carmelo Arden Quin, Justino Serralta, Eugenio Darnet, Jorge Carrozino, Ernesto Drangosh, José Echave, Jorge Errandonea, Carlos Fossatti, Clara Scremini, Armando Bergallo, José Gamarra, Pancho Graells… seguramente nos estemos olvidando de unos cuantos. Algunos de ellos retornaron y fallecieron en el terruño, como Errandonea y Darnet, otros continúan muy activos en tierras galas, como los últimos cuatro de la lista, y cuentan también aquellos que fallecieron en Francia habiendo producido su obra más relevante fuera de Uruguay. Este es el caso del salteño Bolívar Gaudín, quien murió en París la semana pasada.
Bolívar se había formado con José Cziffery en el Taller Figari de su ciudad natal; a mediados de los años cincuenta se integró al grupo La Cantera (inicialmente constituido en Las Piedras por alumnos de Miguel Ángel Pareja pero que en una segunda hora incorporó a artistas muy disímiles en la capital) y hacia 1963 emigró a Francia. Apenas llegado a París amistó con el padre del movimiento Arte Madí, Carmelo Arden Quin (Rivera, 1913-París, 2010) y se afilió a esta corriente. El Arte Madí surgió en Buenos Aires en 1946 desgajado de la agrupación Arte Concreto Invención, que a su vez podía verse como un corolario de las ideas surgidas en torno al primer y único número de la revista Arturo, de 1944, fundada en Buenos Aires por Tomás Maldonado y Arden Quin. Como un movimiento típico de vanguardia del siglo XX, con sus manifiestos, su denostación del pasado y su energía guerrera, los madistas desecharon la forma rectangular tradicional del marco pictórico (“la ventana renacentista”) para optar por la forma poligonal, propusieron colores primarios para formas geométricas abstractas y se basaron en las proporciones áureas derivadas del universalismo constructivo de Torres García para establecer ritmos y planos articulados. El Arte Madí, en el que participaban artistas uruguayos y argentinos, se escindió en 1947 cuando Arden Quin marchó a París para terminar liderando la Asociación Internacional Madí, de la que Bolívar Gaudín fue uno de sus principales exponentes (en Buenos Aires quedó otro sector guiado por Gyula Kosice). De sus obras el propio Carmelo Arden Quin destacó: “Bolívar se aboca a reorganizar el color sobre otras superficies más allá de la clásica unidad rectángulo (…) trastoca y diversifica esta superficie pudiendo hacerse esto hasta el infinito desplazando en un grado más, cada vez, la relación de proporciones de las formas. Un segundo aspecto de la plástica de Bolívar son los valores. El artista reduce o realza los tonos para armonizarlos mejor con los tintes de los planos vecinos, todo esto logrado mediante el rigor y la sobriedad de la yuxtaposición”.
En sus pinturas se hace palmario el influjo torresgarciano en mayor medida que en sus colegas, no así en sus esculturas, en donde la incorporación de varillas de acero con formas circulares y otros materiales de limpia textura lo alejan de la impronta primitivista del maestro del universalismo constructivo.
El madí creció y tuvo incidencia fuera de Uruguay, consiguiendo adeptos en países europeos (Bélgica, Hungría, Italia, Alemania, España), también americanos (Argentina, Venezuela y Estados Unidos), incluso hasta alcanzar oficiantes en tierras muy lejanas (Japón), por lo que hoy es imposible estudiar sus derroteros sin salir del país, donde, por otra parte, está escasamente representado en las colecciones públicas. Bolívar Gaudín fue uno de los intérpretes más rigurosos de este movimiento que hizo precisamente del rigor y de la pureza de la forma abstracta su principal cometido.