“La raza paga, la raza manda”, puede leerse en los grandes carteles que engalanan la autopista que conduce del aeropuerto de Monterrey al centro de la ciudad, donde la cultura estadounidense marca su impronta. “El Bronco”, Jaime Rodríguez Calderón, candidato a gobernador, es un fenómeno mediático en una ciudad castigada por la guerra sucia que se cobró 11 mil desaparecidos en los ocho años de guerra contra el narcotráfico.
Una ciudad moderna, que se jacta de poseer la mejor universidad latinoamericana, el Instituto Tecnológico de Monterrey. Pero el municipio con mayor nivel económico del continente, San Pedro Garza García, que forma parte de la zona metropolitana de Monterrey es, sin embargo, territorio de extrema violencia y altos niveles de corrupción. Cuna de un empresariado mexicano beneficiado por el comercio con los Estados Unidos, la ciudad vivió situaciones de violencia como el incendio intencional del Casino Royale, una masacre ocurrida el 25 de agosto de 2011 que produjo la muerte de 53 personas. La matanza fue impunemente cometida por Los Zetas, el cártel promovido por militares provenientes de fuerzas antisubversivas.
Quizá por eso El Bronco tomó el toro por las astas, se caló su sombrero de vaquero, montó su caballo y allí está, encabezando las encuestas para las elecciones estatales del 7 de junio, en las que puede convertirse en el primer gobernador independiente en un feudo del Pri (Partido Revolucionario Institucional) que, para muchos, está ligado a las mafias.
El Bronco luce un pasado limpio. Fue alcalde de García, un municipio de Nuevo León, vecino a Monterrey. Tiene un hijo muerto, una hija de dos años fue secuestrada y asegura que recibió 2.800 balazos en su camioneta. “Yo no huí, yo no podía dejar a mi gente en esta situación, luchamos hasta limpiar García, hay más gente buena que mala y lo demostramos”, asegura en su página, en un disparo por elevación contra ese empresariado que decidió vivir en el país vecino pero mantiene sus negocios en la ciudad, a la que visita fugazmente en helicópteros.
Lo cierto es que rechazó los recursos públicos y se financia en base a donaciones de sus simpatizantes. Su presupuesto de campaña es de sólo 383 mil pesos, mientras los candidatos del Pri y el Pan recibieron 60 y 50 millones de pesos, respectivamente. “Voy a meter en la cárcel a los corruptos y no tengo miedo de que algo me pase de aquí a las elecciones del 7 de junio”, espeta a los medios.
Muchas personas se identifican con El Bronco, en particular los sectores populares castigados por la violencia y la ineficiencia gubernamental. Más allá de lo que se pueda opinar de su propuesta y la cultura política que esgrime, es una bocanada de aire fresco (por ahora) en una sociedad abrumada por el malandraje institucional y “revolucionario”