La misteriosa esencia de lo femenino (vamos a suponer que tal cosa existe) fue pretendidamente encerrada, ya en tiempos muy antiguos, en arquetipos antitéticos bien identificables. Fuente de vida, dadora de la existencia, venero del amor maternal. Pero también, fuente de tentaciones, invitación al pecado, origen del caos y la corrupción. La bondad, la protección, el cuidado, la dispensación del alimento, el consejo, la sabiduría, la fertilidad, el mundo de la vida, el amor. Lo secreto, lo sombrío, el abismo, el mundo de los muertos, lo que devora, lo que seduce, lo que envenena, lo que disgrega, lo que destruye, el mal, el odio, el dolor.
Esta estructura ancestral de oposición de arquetipos antagónicos tuvo una inesperada presencia protagónica la semana pasada en la esfera pública, luego de que se confirmara la incorporación de la reconocida periodista Blanca Rodríguez al espacio político liderado por el expresidente José Mujica y su esposa, Lucía Topolansky. La otra mujer en disputa, la Lilit de esta Eva, resultó ser la candidata a la vicepresidencia de la república por el Partido Nacional, Valeria Ripoll. Las redes se llenaron de comparaciones. Algunas graciosas. Algunas graciosas, y sin embargo ofensivas. Algunas ofensivas, y ni siquiera graciosas.
Pero a la estructura de oposición de estos arquetipos antagónicos ancestrales se sumaron otros antagonismos menos misteriosos y más profanos. Blanca no solamente fue Eva, sino que también fue la mujer letrada, la intelectual, la periodista, la profesora, y Valeria no solamente fue Lilit, sino que también fue la indocta, la incipiente, la profana. Blanca fue la mujer de clase media, exitosa profesional, hija de inmigrantes, y Valeria fue Shirley, un nombre propio que también es su nombre propio, pero que porta un estigma de clase que no porta el de Valeria.
Así, en muchos memes que se vieron circular, Blanca fue blanca, letrada, de clase media, madre y profesional destacada, mujer querida y admirada, portadora de un mensaje de amor y de reconciliación, mientras que Valeria fue Shirley, puta, baja, barata, indocta, repudiable y repudiada, portadora de un mensaje de odio originado en la agencia de comunicación del gobierno.
Se me podrá objetar que sobreinterpreto. El meme que presentaba a Valeria Ripoll como una puta no dejaba mucho margen a la interpretación. Pasó Umberto Eco y dijo que sin un doctorado en semiótica igual se entendía perfectamente cuál era el mensaje que contenía.
Se me podrá objetar que las campañas electorales son así. El tema interesante, creo yo, es que aquí no parece que se esté frente al producto de una campaña orquestada, sino frente a un fenómeno espontáneo. No parece que haya sido algo organizado desde arriba, desde un comando de campaña, sino más bien algo que surgió naturalmente desde abajo, de la propia militancia frenteamplista. Por ese motivo, creo que el análisis del fenómeno lo que hace es contribuir a pintar un cuadro (algo deprimente, todo hay que decirlo) de la militancia frenteamplista, mucho más y mucho antes que cualquier otra cosa.
La izquierda uruguaya, la izquierda en general, en todas las épocas y en todas partes, aspiró a tener interlocución con y a representar a los más postergados, cosas que no siempre consiguió hacer. Muchos de sus dirigentes históricos provinieron de las clases acomodadas (aristocracia, alta burguesía, en el caso de la izquierda europea) y no de las clases subalternas. Muchas veces ese subalternismo ideológico venía acompañado de un desprecio práctico concreto por el subalterno real, el de carne y hueso.
Andando el tiempo, muchos de esos partidos y movimientos consiguieron real y efectivamente tener interlocución con y ejercer de forma legítima la representación de varios grupos subalternos. Razonablemente puede pensarse que eso pasó, y pasa, con el Frente Amplio de Uruguay. Pero también es cierto que el carácter de clase (media, media acomodada, media alta, alta) de muchos de sus simpatizantes se expresa a veces, quizás demasiadas veces, en la forma de un notorio desprecio por los sectores con los que, se supone, su fuerza política pretende tener al menos interlocución y cercanía.
Dentro del Frente Amplio, los comunistas conservan sin dudas la voluntad de interlocución con y de representación de los sectores populares, aunque, en su caso, esa voluntad de interlocución y de representación quizás solo sea efectiva en lo que respecta a los trabajadores organizados, que constituyen solamente una parte del variopinto y contradictorio universo de los sectores populares.
Existe al menos otro grupo frenteamplista que, de forma inequívoca, tiene las mismas intenciones. Es el espacio político que lidera Gustavo el Pato Celeste Torena, que justamente ayer hizo la presentación de la candidatura de otra mujer. Este último, podría pensarse que tiene incluso mayor capacidad de llegar de manera efectiva a aquellos sectores sociales que les resultan más esquivos al resto de los grupos de ese partido.
Yessy López, tamborilera, vedette y figura destacada del mundo del candombe y del carnaval, fue presentada oficialmente como candidata a diputada por Montevideo. En el acto de lanzamiento de su candidatura tocaron músicos del ámbito tropical allegados a ese mismo espacio político, como Yesty Prieto, Martín Quiroga, Rolando Paz y Miguel Muñiz. La plancha incluye además a otras figuras del mundo del carnaval, el fútbol, el básquetbol y el boxeo.
En la oposición dicotómica shakiriana del Casio y el Rolex, López está mucho más cerca de ser el Casio que de ser el Rolex. Se observa, pues, en su elección como candidata la continuidad de una voluntad de interlocución con y de representación de los sectores subalternos que ya era explícita en todas las demás acciones de la lista que conduce Torena.
Al margen de las opiniones que el personaje, su agrupación y su entorno puedan provocar, el grupo aporta algo que al Frente Amplio parece estarle haciendo falta.