Morales obtuvo el 70 por ciento de los votos, contra apenas 30 de su rival, la socialdemócrata Sandra Torres, de la Unidad Nacional por la Esperanza. La abstención fue altísima, casi del 50 por ciento, y esa “falta de legitimidad” le será casi seguramente reprochada al cómico televisivo y licenciado en administración de empresas. Morales tampoco contará con mayoría propia en el parlamento, y asumirá la conducción de un Estado desfinanciado. Los titulares de los 14 ministerios que integran el gabinete declararon en las últimas semanas que ya no tenían presupuesto, en algunos casos ni siquiera para pagar los sueldos de sus funcionarios. Uno de los puntos fuertes que explotó el joven candidato, de 46 años, fue su condición de outsider de una dirigencia política absolutamente desprestigiada por una serie de escándalos de corrupción que llevaron a la cárcel al anterior presidente, el general Otto Pérez Molina, también sospechado de delitos de lesa humanidad en los años ochenta, cuando la represión a la guerrilla, y a su vice, Roxana Baldetti. De hecho, a Morales le entregará el mando, en enero de 2016, un presidente de transición, Alexander Maldonado, que asumió el poder para completar el período de Pérez Molina, renunciante en setiembre y detenido poco después.
En una película que protagonizó en 2007, Morales encarnaba a “Neto”, un vaquero naïf que se presenta a las elecciones y está a punto de ganarlas pero a último momento se arrepiente y les dice a sus seguidores que piensen antes de emitir su voto. En la campaña hubo quienes le reprocharon a Morales que no siguiera el ejemplo de “Neto”.
Morales dijo que recurrirá a la “mano dura” para atacar la corrupción y la delincuencia, en uno de los países más violentos del mundo, pero negó que esté rodeado de militares acusados de asesinatos, torturas y desapariciones. Sin embargo, el partido que lo postuló, el Fcn-Nación, fue fundado en 2008 por militares retirados, uno de los cuales fue electo diputado en la primera vuelta de las elecciones, en setiembre pasado. Movimientos de mujeres le hicieron notar a Morales que para que su gestión sea creíble “deberá atacar la terrible ola de asesinatos de mujeres, y fenómenos como la trata de personas y la violencia doméstica contra niños y adolescentes, un apretado paquete de delitos aparentemente amparados por los mismos aparatos de investigación y justicia que deberían atacarlos”, y en los que están también implicados policías y militares, según la periodista Ilka Torrado. “Mientras en las pandillas se compite para ver quién comete el crimen más salvaje, muchas veces escogiendo a sus víctimas –mujeres, la mayoría– entre vecinas o totales desconocidas que se cruzan en su camino, el Estado reduce sus aportes y su interés en las instancias que podrían contribuir en la lucha contra este flagelo” y ha desmantelado las estructuras montadas para combatirlo, dice la periodista.