Un hombre curioso - Semanario Brecha
En torno a Mario Handler

Un hombre curioso

El próximo lunes 10, Mario Handler cumplirá 90 años. Hace décadas pasó a la historia como uno de los documentalistas latinoamericanos más importantes y, posiblemente, sea el director uruguayo más reconocido en el mundo. Son varios los homenajes y las retrospectivas en su honor por estos días.

Álvaro Lema Mosca.

Hijo de húngaros instalados en Montevideo, tuvo una infancia privilegiada gracias a los negocios metalúrgicos de su padre. De niño, frecuentaba los cines de la ciudad y se interesaba por la parte técnica. Estudió ingeniería, pero nunca terminó la carrera: en el medio se le cruzó la fotografía y consiguió trabajo para algunos medios de prensa locales. Poco antes del golpe de Estado, tuvo que exiliarse en Venezuela, donde pudo vivir del cine, algo muy difícil en Uruguay. Regresó recién en 1999, dispuesto a mover las tranquilas arenas del audiovisual uruguayo. En 2022, ya jubilado de la universidad, se mudó a Madrid, donde viven sus dos hijas.

Se mantiene activo, leyendo todo lo que encuentra y yendo al cine una vez por semana. Da largas caminatas por el barrio de Ventas, donde vive, y aunque no lleva la cámara en mano, sigue siendo un curioso irredento y registra todo lo que pasa a su alrededor.

Los comienzos

Las películas experimentales que el italiano Enrico Gras hizo en Uruguay en los cincuenta lo deslumbraron y le mostraron que otro cine era posible. Por esa época, los cineclubes locales lanzaban concursos anuales para amateurs y Handler participaba en ellos con quien fue uno de sus mentores: Alfredo Castro Navarro.

Su labor como fotógrafo en la prensa y como cineasta en el Instituto de Cinematografía de la Universidad de la República le permitía ganarse la vida. Cuando el Che Guevara visitó Montevideo en 1961 y al salir del paraninfo de la Universidad hubo un atentado, Handler estaba ahí haciendo fotos.

En 1963 viajó a Utrecht y Praga para estudiar cine. En la capital checa filmó un cortometraje precioso que ya daba cuenta de su estilo. Cenó con Roman Polanski y en París entrevistó a Alain Resnais, una de sus mayores influencias. De vuelta en Uruguay, Carlos, cine-retrato de un caminante en Montevideo (1965) lo consagró internacionalmente. La película no solo mostraba la vida de un bichicome en la capital, sino que lo ponía en un primer plano y le daba voz, algo nunca visto en el cine nacional.

El cine y Latinoamérica

En los sesenta, el cine en América Latina estaba cambiando. Una camada de realizadores en distintos puntos del continente venía discutiendo sobre la necesidad de hacer filmes que reflejaran la situación de opresión y pobreza de los pueblos. Se habían reunido por primera vez en el Festival del SODRE, en 1958, y siguieron haciéndolo en encuentros posteriores. En ellos se exhibía Carlos y todos quedaban deslumbrados por la crudeza y la poesía de esa película y su protagonista. Por ese entonces empezó a hablarse del Nuevo Cine Latinoamericano y el nombre de Handler aparecía siempre.

Su actividad era frenética. Acababa de ser padre de su primera hija, escribía para Marcha y filmaba sin parar lo que acontecía en el convulsionado Uruguay de esos años. En 1969, fundó junto con otros realizadores la Cinemateca del Tercer Mundo (C3M) y a la inauguración acudieron Joris Ivens y Pino Solanas. Su fama crecía, se relacionaba con directores importantes y la televisión alemana llegó a Montevideo especialmente para entrevistarlo.

Sus películas de esa época son documentos invaluables del archivo histórico. Repetidas cada vez que se rememora la debacle democrática, documentan la compleja situación del país previa a la dictadura. Cañeros (1966), Elecciones (1967), Me gustan los estudiantes (1968) o Liber Arce, liberarse (1969) están en la retina del país. Incluso fue elegido por los tupamaros para filmar en secreto la Cárcel del Pueblo. Cuando la policía irrumpió en la sede de la C3M, en 1972, Handler huyó a Venezuela sin su familia, con la esperanza de regresar meses después. Su amigo Mauricio Rosencof, desde la cárcel, le advirtió que no lo hiciera.

El exilio

En Venezuela, su carrera se formalizó y su nombre se volvió aún más internacional. Reforzó su amistad con Ángel Rama, Raúl Ruiz y Patricio Guzmán. Cenó con Werner Herzog, Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez. Fue invitado a universidades europeas y norteamericanas, dirigió varios documentales y fue becado a Alemania por la fundación Guggenheim.

Su obra venezolana ahondó en la denuncia anticolonialista y en las raíces nativas de los pueblos latinoamericanos, con películas como Dos puertos y un cerro (1976), Tiempo colonial (1977) o María Lionza, un culto de Venezuela (1979).

En los ochenta, intentó sin éxito adaptar un cuento de Juan Carlos Onetti y eso provocó indirectamente la producción de su única ficción, Mestizo (1989). Retornada la democracia, volvió a Uruguay, pero descubrió que el país no le ofrecía oportunidades para hacer cine, así que permaneció en Venezuela hasta la llegada del chavismo.

Esto es lo que hay

Con Aparte, estrenada en plena crisis del 2002, hizo explotar una bomba fétida en la cara de aquellos que se negaban a aceptar el declive social del Uruguay. Había convivido durante dos años con sus protagonistas en un barrio excluido de Montevideo y mostraba sus vidas de forma directa y sin tapujos. La película se convirtió en un éxito sin precedentes para un documental y generó un debate que escaló incluso al Parlamento. Handler fue llevado a juicio por –supuestamente– instar a los protagonistas a comportarse de ese modo, lo que propició aún más el éxito en salas.

Cinco años después, retomando aquel consejo de Rosencof, estrenó una película sobre la dictadura, en la que por primera vez se escuchaba a los torturadores contar las técnicas empleadas en cárceles. Dirigió un par más y en 2015 se retiró con Columnas quebradas, un documental sobre los sindicatos uruguayos.

Galardonada con importantes premios y reconocimientos, su obra funciona como un espejo o como un libro que se cierra sobre sí mismo: empieza y termina con los mismos temas, repite en el medio las mismas preocupaciones, centrándose siempre en las personas. Creó una categoría para su cine, «el documental humano», enfocado en «individuos que se convierten en personajes, con acentos o prolongaciones sociales, políticas, filosóficas», como asegura en el libro del mismo nombre publicado en 2017.

Célebre cascarrabias, Handler hizo escuela en toda una generación de realizadores que ahora hace cine en Uruguay. Su 90.º cumpleaños es motivo para que se lo celebre a lo grande. La Agencia del Cine y el Audiovisual del Uruguay ha lanzado una retrospectiva de su obra en su canal de YouTube, Casa de América en Madrid, la Asociación de Productores y Realizadores de Cine del Uruguay y la Facultad de Comunicación también se suman a los festejos. Todo eso parece justo. De algo tiene que servir pasarse la vida documentando la realidad de tu gente.

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