La información proviene de la Deutsche Welle y profundiza sobre el penoso pasado que en materia de pedofilia no cesa de hostigar al Partido Verde alemán desde hace ya varios años. Y es que una reciente investigación interna ha confirmado que algunos de los integrantes y simpatizantes del partido habrían estado involucrados en una red de pedofilia –una que en principio alcanzaría a un millar de víctimas y que se habría mantenido activa entre los setenta y mediados de los ochenta– en la capital alemana, y que al menos tres referentes políticos “verdes”, dos de ellos ya fallecidos, habrían participado en ella.
El actual líder Daniel Wesener, junto a Bettina Jarasch, presidenta regional del partido en Berlín, no tuvieron más remedio que salir a componer sus perdones frente a cámaras y, compensados por el siempre benévolo recurso de la autocrítica, volver sobre un asunto que parece tener raíces mucho más profundas de lo que quisieran admitir.
Si bien la adhesión a la pedofilia en la historia del Partido Verde alemán no puede mentarse como orgánica, lo cierto es que muchos de los postulados que fue posible rastrear entre sus documentos durante las investigaciones que han tenido lugar en los últimos años, no lo muestran demasiado lejos de lo promovido por los movimientos de activistas pedófilos que pulularon especialmente en los Países Bajos durante los años setenta y ochenta. A ello hay que agregar que la iniciativa de despenalizar las relaciones sexuales “consentidas” entre adultos y menores de edad figuró en algunos documentos del partido desde los sesenta, atravesó olímpica los setenta y fue recién removida en los ochenta.
Los verdes hacen descansar la justificación del escándalo bajo el amparo de los malversados argumentos que en materia de pensamiento sexual también libró el 68. El libérrimo Daniel Cohn Bendit, más conocido como “Dany Le Rouge”, supo arrimar leña al fuego cuando decidió la publicación de su libro de memorias El gran bazar. El libro funcionó como quería funcionar, pero, junto a los sustos burgueses, “Dani el Rojo” parece haber conseguido atraer también su futuro arrepentimiento. La tonta energía que destinó a épater le bourgeois en sus memorias le hizo alardear de las penosas reflexiones que acompañaron sus días durante una temporada en que trabajó en una guardería infantil: “Ocurrió varias veces que algunos niños me abrieran la bragueta. Reaccioné de diferentes maneras, según las circunstancias, pero el deseo de aquellos niños me planteaba un problema. Yo les preguntaba: ¿por qué no jugáis juntos, por qué me elegís a mí y no a otros niños? Pero si insistían de todos modos, los acariciaba”. Y también: “Podía sentir perfectamente cómo las niñas de 5 años habían aprendido a excitarme”.
El Partido Verde alemán ya había pedido disculpas públicas en 2012 y en 2013, cuando el politólogo Franz Walter, del Instituto de Investigación Democrática, realizó una rigurosa investigación sobre las filtraciones de las posiciones propedófilas dentro del Partido Verde a lo largo de su historia. Una malversadísima concepción de la “libertad sexual” fue lo que enredó a los ecopacifistas, se sostuvo, entre otras cosas, a modo de conclusión. Pero no se necesita ir hasta la Alemania verde y sus confusiones para aquilatar cómo la mera idea de que es posible tener sexo “consentido” con niños sigue hilando fino y fuerte. En Uruguay, sin ir más lejos, cuenta con unos cuantos defensores, muchos de ellos periodistas. Lo dejaron bien en claro en las miserables “dispensas” que llovieron sobre el empresario gastronómico Javier Moya desde muchísimas ondas y páginas del país.