Un niño que se las trae - Semanario Brecha

Un niño que se las trae

El “Ismael” del título es un niño de alrededor de 10 años que vive en Madrid, junto a su madre africana y al esposo de ésta, hasta que un buen día decide tomar un tren con destino a Barcelona para por fin conocer a su padre.

"Ismael"

El Ismael del título es un niño de alrededor de 10 años que vive en Madrid, junto a su madre africana y al esposo de ésta, hasta que un buen día decide tomar un tren con destino a Barcelona para por fin conocer a su padre. Al llegar a esa ciudad, se encuentra, en realidad, con su abuela, quien, en definitiva, habrá de conducirlo a la playa de la Costa Brava donde, al parecer, vive el autor de sus días. La reunión entonces involucrará también a esa abuela que rara vez puede comunicarse con el buscado, a un simpático hotelero pronto para alojar al primero que llegue y hasta a la propia madre de Ismael, quien se hace allí presente con su marido para llevarse al pequeño de regreso apenas pueda. Un puñado de personajes muy dispares, una selección de paisajes donde asoma el azul del Mediterráneo y el esperado tira y afloje entre los nombrados, interesados todos ellos en lo que creen pueda ser el bienestar del chico, nutren así una historia que, a su vez, propone la posibilidad de esbozar lazos más auténticos entre quienes la llevan adelante.

Todo lo que antecede, sin embargo, no consigue sobrepasar los límites de un entretenimiento módico que el argentino Marcelo Piñeyro, el de Tango feroz y Caballos salvajes, construye otorgándole mayor preponderancia a buenos sentimientos que la gente, en la vida real, no siempre profesa, que a la verosimilitud de un asunto que los mismos españoles definirían con un “esto no te lo crees ni tú”. Como si esto fuera poco, Piñeyro se dispersa en el uso y abuso de los bellos escenarios de fondo, olvida que en los parajes que se le antojó utilizar se debería escuchar un poco más de catalán, y deja a la platea a disposición de un elenco que, por fortuna, es bueno. Aunque el espectador no siempre tenga por qué seguir a cada uno de sus integrantes al pie de la letra, resultan disfrutables las caracterizaciones de la abuela que no se asusta de nada que compone la bonita Belén Rueda, el simpático padre desnaturalizado a cargo del joven Mario Casas, el amigo para lo que gusten mandar que hace el gran Sergi López, la madre africana encomendada a Ella Kweku, el marido que le toca al argentino Juan Diego Botto y, por cierto, al Ismael confiado a un Larsson do Amaral que el realizador y colibretista dibujan como si se tratase, dada la soltura y el dominio de las situaciones que demuestra, de un tío recién egresado de Salamanca o algo así. Habida cuenta de tales salvedades, quien de esta manera quiera pasar un rato sin otra exigencia que la que se puede dispensar a un pasatiempo bien filmado, adelante.

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