El almacén de Juncal y Cerrito queda a la vuelta de Brecha. La última vez que había ido, recuerdo que pedí dos cocacolas de litro, una común y una light, para gusto de la redacción. Me atendió una mujer joven con una niña en brazos. A la niña le llamaron la atención las botellas de vidrio y agarró una de ellas, que yo no podía soltar, por obvias razones. La madre, mientras tanto, se ingeniaba para manejar el POS y cobrarme con su única mano libre. Esta semana fui de nuevo. La niña, que ahora camina de aquí para allá, se aferró a mi rodilla mientras yo le preguntaba a su madre por los episodios que se conocieron el jueves pasado. «¿El tema de Abdala, dices tú?»
Esta familia dominicana no fue espiada por el Estado uruguayo. La mujer y su esposo se hicieron cargo del almacén en la segunda mit...
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