Un vínculo - Semanario Brecha
AyudaGazaUY busca sumar colaboradores para ofrecer apoyo a desplazados palestinos

Un vínculo

La iniciativa de una uruguaya evoluciona hoy hacia un proyecto colectivo: ante la obstrucción en la asistencia internacional, AyudaGazaUY ensaya un mecanismo para acercarles a palestinos refugiados en Gaza donaciones que les lleguen directamente, sin intermediarios. La ayuda es económica, pero en el contacto, uruguayos y palestinos dan y reciben más que eso.

Olla popular elaborada en un campo de refugiados gracias a una donación de AyudaGazaUY Gentileza de Eliana Noceti

Un grupo de personas camina hacia la intersección de dos calles sucias de guerra. Al frente va una mujer con un niño de la mano; el niño agita con su otra mano una tela blanca. De repente, un estruendo. La mujer se desploma, el niño corre y lo mismo hace todo el grupo, que se refugia bajo una fachada abandonada. Las crudas imágenes son capturadas por un celular y compartidas al mundo por redes sociales.

A casi 12 mil quilómetros de distancia, en Uruguay, la psicóloga Eliana Noceti observa aterrorizada las imágenes en la pantalla de su celular. Ante la crueldad del asesinato se estremece, siente que se le «cae una venda», despierta en ella una intensa necesidad, no solo de saber más sobre el conflicto, sino de brindar ayuda directa a personas en Palestina.

Desde finales de 2024 Eliana envía ayuda monetaria a seis personas: Ezra, Hamza, Bashar, Ibrahim, Nedal y Mohamed. La mayoría tiene niños a cargo, algunos incluso recién nacidos. En diálogo con Brecha, cuenta su breve e intensa travesía digital que la mantiene hoy en contacto directo y diario con personas que han sufrido en carne propia los bombardeos en Gaza.

ESCEPTICISMO INSTINTIVO

En diciembre de 2024, la división australiana de Amnistía Internacional condecoró con el reconocimiento de «defensores de los derechos humanos» a cuatro periodistas palestinos por su cobertura de los hechos, no solo a través de los medios tradicionales, sino también en redes sociales. En su búsqueda por más información sobre la situación, Eliana siguió a estos reconocidos periodistas en Instagram. Y a partir de ese momento comenzó a recibir notificaciones en su celular con solicitudes de mensaje de usuarios que decían que eran refugiados palestinos y pedían donaciones de dinero a través de plataformas como PayPal y GoFundMe. «Al principio fue un “no” por desconocimiento» y sintió «resistencia» a la idea de «pasar plata a una persona que ni sabés». A eso se le sumaban su incertidumbre de enviar dinero al exterior, algo «totalmente nuevo» para ella, y, más importante aún, la duda de cómo harían los damnificados para efectivamente acceder y utilizar la donación.

Esta última no es una incertidumbre menor. Reportes de la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA, por sus siglas en inglés) de las Naciones Unidas, de su Fondo de Población (UNFPA) y del Consejo Noruego para Refugiados (NRC) indican que desde marzo de 2024 se ha consolidado una «crisis de escasez de liquidez de efectivo» en Gaza. Para julio de ese año había disminuido significativamente la capacidad de compra de las personas, lo que puso en peligro el acceso a bienes esenciales y aumentó la dependencia de ayuda humanitaria, de acuerdo a la 191.ª actualización de la situación humanitaria en la Franja de Gaza de la OCHA. Por su parte, en su informe Gaza’s cash liquidity crisis, el NRC señala como factores que exacerban esta crisis la imposibilidad que tienen los palestinos de acceder a alguno de los pocos cajeros automáticos disponibles, así como la alta concentración de desplazados en pequeñas áreas y la presencia de «elementos criminales» que han tomado control de cajeros automáticos.

A su vez, las transferencias electrónicas también tienen sus complicaciones. A pesar de la colaboración acordada en setiembre de 2024 entre el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y proveedores de servicios de pago para «mejorar soluciones financieras digitales» en Gaza, el uso de esta herramienta enfrenta obstáculos, como el acceso a internet, la posibilidad de cargar los celulares y los sobrecostos que comerciantes imponen sobre los productos comprados con este medio de pago. Si se toman en cuenta además las comisiones cobradas por las plataformas, las donaciones recibidas son mucho menores que las enviadas.

Al ver los perfiles de los usuarios que se habían contactado con ella por Instagram y las situaciones con las que convivían, Eliana comenzó a empatizar. «Al principio lloraba todos los días» y, aunque su propia desconfianza y la «de mucha gente a la que le he contado» mantenía en ella un estado de incertidumbre, consideró que «si yo estuviera en ese lugar, qué difícil sería hacerle creer a alguien del otro lado del mundo que realmente estoy en el horno». Por ello decidió, «en un acto de fe», donar y «ver qué pasaba».

EL CONTACTO ES GARANTÍA

A pesar de que en Instagram se exponen fotos y videos personales, parece haber un consenso tácito en que no es la red social más íntima o cercana, sino que esas cualidades las tiene WhatsApp. Con el paso de los días y la fluidez del contacto, Eliana y sus «apadrinados», término que utiliza para referirse a las personas a quienes dona regularmente, intercambiaron números de teléfono y trasladaron su canal de conversación a la aplicación del logo verde, lo que significó «un antes y un después» contra la incertidumbre.

Primeramente, notar que los códigos numéricos de los teléfonos correspondían a esa zona del mundo fue un detalle tranquilizador: «Son de ahí, están ahí», pensó. Luego, uno de sus apadrinados le envió un video en el que pudo ver a «los gurises que tienen alrededor y las cosas que habían comprado». Desde entonces le han llegado muchos videos de este estilo. Niños y niñas sentados en una tienda, a veces sosteniendo un cartel con un agradecimiento escrito en inglés y el nombre de Eliana. Frente a ellos, productos comestibles como fruta, pollo, bolsas de arroz o harina, alguna botella de aceite, alimentos enlatados o dulces empaquetados; rara vez se repiten los productos, reflejo de la escasez de suministros y la consolidación de los mercados informales como principal fuente de bienes y servicios, tal como lo menciona un informe de la UNFPA de noviembre de 2024.

Además de ver, Eliana escucha en los videos las voces de niños y del adulto que esté filmando agradeciéndole por su ayuda en un rústico inglés  en el que «te nombran, no es un video genérico». Pero no son solo saludos lo que recibe: «Te muestran las tiendas, el barro, las circunstancias», comenta, y asegura que eso hizo «superpalpable la difícil realidad que tienen». A su vez, esta afluencia de material visual dio lugar a la consolidación de un vínculo a través del intercambio de mensajes, pensamientos, fotos, videos e incluso algunas videollamadas. Eliana valora este relacionamiento, que va «más allá de la plata» y que se sustenta en saber que «del otro lado alguien está pendiente de vos y te desea el bien», porque, a su entender, los vínculos son «protectores» y «salvan vidas». El conocimiento de quien está del otro lado hace de esta iniciativa «un placer», por saber «a dónde va esa plata», y Eliana reafirma esa idea con una cita de José Martí: «Ayudar al que lo necesita no es solo parte del deber, sino de la felicidad».

Naturalmente, la capacidad de Eliana de enviar ayuda monetaria encontró su tope en seis familias. Entonces, buscó «difundir que existe esta forma de colaboración», con la esperanza de sumar voluntades, y transmitir la tranquilidad de que «la plata llega», ya que «la garantía es tener el contacto y tener a la persona del otro lado». Antes de comenzar con una campaña de difusión para desconocidos, Eliana fue a lo seguro y contactó a Pedro, alguien a quien podría definir como un hermano, ya que sabía que en él «tenía un dos».

Pedro no se llama así, pero prefiere no ser nombrado con la esperanza de ahorrarse posibles malentendidos en su ámbito laboral. Como le «encanta» la geopolítica y la historia, no le es difícil «entender lo que está pasando» en la Franja de Gaza: «Es todo demasiado explícito», y ante la «situación histórica» que es el genocidio en Gaza «hay que hacer algo», aunque sea «mínimo».

En su interés por involucrarse en el asunto había optado por colaborar con organizaciones internacionales como Médicos sin Fronteras y la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina (UNRWA, por sus siglas en inglés), ya que le inspiraba confianza enviar dinero a través de estas instituciones. Pero en octubre de 2024 el parlamento israelí aprobó dos leyes que prohíben la actividad de la agencia en el territorio ocupado, acusando a la comisión de estar cooperando con Hamás. Estas medidas, sumadas a que no había tenido un «contacto directo con nadie» de la organización, llevaron a Pedro a cuestionarse la efectividad de la UNRWA para hacer llegar la ayuda al territorio.

Eliana le comentó su iniciativa y lo puso en contacto con Bashar, con quien desde entonces ha hablado casi diariamente. Aunque Pedro no sabe árabe ni Bashar español, conversan a través de mensajes de texto –«con traductor nos vamos entendiendo», dice– y a raíz del intercambio de mensajes, fotos y videos «llegás a ponerle cara a la otra persona» y eso «humaniza la relación, generás una empatía». Cuando le llega el dinero, Bashar lleva adelante una olla popular en la que da de comer a más de una decena de niños y, si alcanza, a algunos adultos.

A partir de entonces comenzaron a acercarse a espacios públicos concurridos, como ferias y marchas, con una mesa, sillas, una bandera y un cartel, en búsqueda de difundir la posibilidad de «apadrinar» a alguna familia, de mandarle algo por mes o una donación puntual. También se encargaron de enviar mensajes a través de WhatsApp a grupos y contactos, con el cuidado de «no atomizar», ya que «la idea no es presionar a la gente» sino divulgar que «existe una posibilidad» de hacerles llegar la ayuda directamente a los refugiados. Recientemente crearon la página AyudaGazaUY en Instagram para centralizar la difusión de información y el recibimiento de consultas, en pos de conectar necesitados con interesados por ayudar. Desde el inicio de su proyecto, Pedro y Eliana han logrado sumar entre diez y 15 apadrinamientos, sin una cuota fija de apoyo, en función de lo que «cada uno puede», comentan.

«Yo sentí un gran alivio cuando empecé a hacer algo», explica Pedro, y agrega que durante un tiempo era algo que le causaba «mucha angustia» e incluso «problemas para dormir». Para Pedro «no es solamente mandar plata», es también una oportunidad para transmitir a sus hijas la idea de solidaridad con la que lo criaron sus padres. 

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