«Lástima que se nos fue el Tüssi, que es casi el único que valoraría como corresponde la cita de Doug Stanhope que conseguimos para el afiche.» Si hará falta, respondo desde un agujero negro: no tengo presente ni remotamente a ningún Stanhope en mi cabeza en ese momento. Y entonces la conversación pasa a ser sobre stand up –Stanhope era uno de los comediantes favoritos de Tüssi, me instruye en seguida Soriano– y sobre mi ignorancia en la materia pese a los buenos oficios del autor del Prontuario de comediantes (Criatura Editora), como de la columna de La Diaria que estuvo en su origen. Hablamos de Tüssi Dematteis, músico y periodista cultural que en febrero de 2023 dejó huérfanas a varias generaciones de uruguayos con sed de cultura. La cita de Stanhope en el afiche de Ángel, esa que el Tüssi nunca hubiera dejado pasar, refiere a la serie y es, de hecho, un pase de comedia: «Una belleza, quedé deslumbrado», saluda el comediante estadounidense. La miniserie, de seis episodios de media hora de duración cada uno, lleva un subtítulo ganchero pero muy ajustado a la vez: «Una comedia sobre el cambio de siglo» atrapa bien los andariveles por donde nada Soriano en este, su debut en el audiovisual, una serie que produjo de forma íntegramente cooperativa (véase recuadro), y que escribió y también dirigió.
Manuel Soriano (Buenos Aires, 1977), porteño que reside en Uruguay desde 2005, es un escritor talentoso y uno, además, consagrado: su novela ¿Qué se sabe de Patricia Lukastic? recibió el premio Clarín en 2015; su libro de cuentos Variaciones de Koch (Premio Narradores de la Banda Oriental en 2011) se encuentra ahora mismo en etapa de rodaje; luego están Rugby (2015) y Las chicas doradas (2024), novela esta última que recibió el premio Onetti en 2023 y que en su portada ofrenda la belleza aurífera y constipada de Gwyneth Paltrow. Gustavo Espinosa, el escritor olimareño y uno de los jurados del premio Onetti en la edición en la que este recayó en Soriano, escribió en su fundamentación del fallo: «Las chicas doradas es una confabulación de formatos heterogéneos donde Soriano no intenta una fusión o una maniobra de metabolismo antropofágico, sino una especie de usina narrativa en la que el lector podrá ver la cooperación sorprendente de formas y contenidos desencontrados. Una novela grande y ágil; un artefacto literario del tamaño de los pesos cruceros a la que otorgamos, unánimemente, el primer premio del concurso». Y esa misma «confabulación de formatos heterogéneos», esa «cooperación sorprendente de formas y contenidos desencontrados» es, como se verá, parte medular también de Ángel.
Para coronar la semblanza de Soriano faltaría decir que ha colaborado para varios medios uruguayos y extranjeros (caso de las prestigiosas revistas Anfibia y Gatopardo, donde publicó un recordado reportaje sobre el suicidio en Uruguay) y es también autor de ¡Canten, putos! Historia incompleta de los cantitos de cancha –libro que se inspira en la columna que durante un tiempo llevó adelante en Fácil desviarse, el programa de Del Sol– y de Las cosas que veo, una miscelánea de crónicas sobre Montevideo desde los ojos de alguien que, seguramente por su condición de rioplatense cabal, habitué de esa suerte de limbo que une y separa ambas orillas, es capaz de revelar cosas que no siempre atinamos a ver los nacidos de este lado. El creador de Ángel es, por último, docente y fundador –además de actual director– de Topito Ediciones, un sello dedicado a la literatura para niños.
«Por el camino de la mentira llegaremos a la verdad», esgrime el viejo Dostoievski en «El gran inquisidor», famoso quinto capítulo de Los hermanos Karamazov. Y esa cita es también el leitmotiv de Ángel, el protagonista de la serie, interpretado magistralmente por el actor uruguayo Gustavo Suárez. Lo acompañan –la serie cuenta con un elenco notable– en los protagónicos nada menos que los argentinos Gustavo Garzón (en la ficción, el Terco) y Antonella Costa (Kika), ambos también descollantes.
Ángel es un actor, director y dramaturgo uruguayo que coordina talleres de teatro y que no se encuentra, al momento de la ficción, cursando el momento más auspicioso de su vida. Vive en una casa –una casona anacrónica con ínfulas del gótico, un gótico sureño, acaso– emplazada en un barrio que podría ser el Prado o Capurro, pero, en cualquier caso, parte de una Montevideo renuente, una que muestra su secreto sin jamás revelarlo, como dice un verso de la extrañísima Concepción Silva Bélinzon, poeta uruguaya y hermana de Clara Silva. Ángel vive con su padre, el Terco, un exguerrillero que anduvo largos años por Centroamérica durante los setenta y que se conserva físicamente muy bien (y mentalmente muy mal), con el que Ángel mantiene una relación crispada, evidentemente conflictiva. Luego está la mujer de Ángel, Kika, que ha sido mamá hace poco tiempo y que deambula –lívida, fatigada, a punto del desmayo y ella también levemente gótica– de la cama al living y del living a la cocina con su bebé en brazos, uno bastante particular –como revelará Soriano un poco más adelante en la entrevista que sigue–. El trío (padre, hijo y nuera), además, mantiene un vínculo malsano, uno a punto de devenir –o que ya hace rato ha devenido– en triángulo patológico, una inminencia y una tensión que nos acompañarán durante toda la serie.
Ángel: ¿qué decir de él? «Ángel fingidor», se presenta hacia el afuera él mismo. «El poeta es un fingidor/ finge tan completamente/ que llega a fingir que es dolor/ el dolor que de veras siente», dicen los famosos versos de Pessoa, y esa idea de máscara –una que todos, sin excepción, llevamos puesta– le calza perfecto a la naturaleza de Ángel. Es un tipo poliédrico, esquivo, contradictorio, que acepta atributos que se contraponen y se solapan a la vez: es intenso, lascivo, patético, chanta, neurótico, pero también idealista, apasionado, bondadoso; a su modo, tierno. Y su trabajo, un empleo part-time –suerte de pyme que le asegura otro ingreso en procura de salirse por fin de la casa que comanda el misógino «psicobolche» de su viejo–, consiste en desactivar situaciones complejas de la vida real a partir de puestas en escena dramáticas. Como si se tratara de un analista que es a la vez un demiurgo (¿no lo son todos un poco, acaso?), Ángel ofrece un servicio en el que intenta desactivar coyunturas vitales complejas de gente que anda en apuros. La serie progresa narrativamente a un «caso» por capítulo (un hombre que es echado de un maternal, sospechado de pedofilia; un niño, hijo de una pareja de izquierda, atea y universitaria, que empieza a creer fervientemente en Jesús, y así) y a su vez presenta el devenir del trío protagónico en tanto familia, su dinámica psicológica y su derrotero vital. En la serie, definida como una «comedia negra» por Soriano sin titubear, hay humor, oscuridad, escatología, incorrección y, también, momentos de luz y oxígeno. Una mezcla de «Cha cha cha con Cassavetes», según la definió Soriano en una oportunidad. Se trata de una serie originalísima, íntegramente filmada en blanco y negro –otro punto alto, como la música original de la banda uruguaya Catatumbo–, que supone la revelación de una nueva y atractiva voz en el campo del audiovisual uruguayo.
—¿Cómo dirías que ha sido tu relación con el cine y las series, y qué ha cambiado en ese vínculo a partir de la realización de Ángel?
—Conozco cinéfilos y por eso nunca diría que soy uno de ellos, pero me gustan las películas y me gusta ir al cine. Con las buenas series uno puede tener una relación estable. A un amigo que se esté separando le recomendaría que viera Los Soprano, The Wire o Atlanta, al menos hasta sacar la cabeza del pozo. También hay un montón de series que son tan entretenidas como olvidables, te meten en una especie de no-tiempo, como hacer un crucigrama; a los dos meses no hay forma de saber si ese evento realmente sucedió.
No creo que haya cambiado mucho ese vínculo. A veces presto atención a detalles de dirección o producción que antes no tenía en cuenta. En un momento tuvimos que hacer algunos ajustes de guion para reducir presupuesto. Uno de los productores me mandó un meme que decía: «Auto en movimiento, pulgar para abajo; auto quieto, pulgar para arriba». Ahora cada vez que veo una serie no puedo dejar de notar los autos en movimiento. También creo que es una forma elíptica de autocelebrarse; esas producciones grandes y vacías hacen que Ángel se sienta más preciosa.
—¿Cuándo y cómo surge Ángel, su posibilidad?
—El guion lo escribí hace unos ocho años. Lo hice como un experimento, con la misma libertad con la que escribiría un cuento o una novela. Después me fui enterando de que eso que había escrito no era «apto para la televisión». Tuve algunas charlas con productoras grandes y plataformas, pero todos pedían hacerla «más amigable», y tiene sentido, porque si ellos invierten mucha plata quieren recuperarla y, entonces, quieren llegar a la mayor cantidad de público posible. En ese momento decidí ir por un camino que me permitiera conservar el control creativo, aunque eso implicara menos plata y más trabajo. Me asocié a dos productoras cooperativas, Cuenco e Intergalactic, y le empezamos a dar forma a este sistema de producción alternativo con el que pudimos hacer la serie.
—Me gustaría saber cómo la definirías en términos de género, de estar obligado a ello. ¿Una comedia negra, una tragicomedia, un drama, una comedia del absurdo? Quizás todo eso mixturado… No vale responder «una comedia sobre el cambio de siglo».
—Hacés bien en aclarar que no vale responder «una comedia sobre el cambio de siglo» porque es una bajada ambigua que había pensado justamente para no tener que responder sobre géneros y temas. El truco se lo robé a la gente de Bosco: «Una fábula sobre el tiempo». Pero, si me obligaran, diría que es una comedia negra.
—¿Escribiste la serie pensando en esos actores protagónicos en concreto? ¿O cómo fue que llegaste a ellos tres? Y en relación con eso: ¿cómo fue dirigir a tamaños actores, cómo fue esa experiencia, qué supuso para ti?
—No la escribí con actores específicos en mente. A Garzón lo conocía porque había intentado hacer una película con mi novela Rugby. Eso no lo logró, pero quedó el vínculo, y cuando le propuse esto aceptó mucho antes de leer el guion. A Antonella la conocí en una charla que estaba dando acá, y me asombró lo precisa que era para expresarse. Le pasé el guion y me dijo que quería estar. Nos quedaba elegir al protagonista y queríamos que fuera uruguayo. Dimos varias vueltas, pero cuando Suárez hizo el casting no tuve dudas de que era él. Ahora me resulta imposible imaginar la serie con otros actores.
La verdad que fue bastante fácil dirigirlos. Lo único que tenía que hacer era dejarlos trabajar e intervenir solo cuando veía que algo se iba de tono. Se entendían muy bien entre ellos. Eso para mí era clave, que en ese triángulo se sintiera una cosa tirante y viva.
—La serie –cuyo eje central tiene que ver con el teatro y la dramaturgia– tiene una cosa muy performática, de mucha teatralidad (incluso la imagino montada como obra de teatro). ¿Esto fue deliberado, pensado así desde el guion, o surgió después?
—En el guion ya estaba planteado, pero luego se fue potenciando. El personaje de Ángel no distingue bien entre la realidad y la ficción
e intentamos ir borroneando esa línea desde varios ángulos al mismo tiempo: el bebé de goma, los uniformes fijos de los personajes, la música, el blanco y negro, la casona antigua paralizada. Como los temas de fondo de la serie son tan reales y crudos, me interesaba que la forma fuera por el camino opuesto. Por otra parte, todas estas cosas nos servían a nivel producción para facilitar el rodaje. Ya que no vamos a poder esconder nuestras limitaciones de presupuesto, lo mejor es mostrarlas y hacerlas brillar; esa era la idea general.
UNA ROSA PARA EMILY
—¿Por qué una serie en blanco y negro, y en ese blanco y negro en particular? ¿Lo pedía la historia? ¿Manejaste alguna referencia cinematográfica concreta a modo de guía?
—Siempre la imaginé en blanco y negro, pero no puedo dar un argumento, más allá de decir que la sentía así. Y era una apuesta arriesgada porque todos nos decían que, comercialmente, el blanco y negro era un grano en el culo. Por suerte a Elisa Barbosa, la directora de fotografía, el desafío le encantó de entrada. Una referencia visual que ella manejaba era El hombre que nunca estuvo allí, de los Coen. En posproducción hicimos, para joder, la prueba de ponerla en color y te juro que nos rompía los ojos.
—El lugar –esa Montevideo pueblerina, varada, anacrónica– y el tiempo, en donde las décadas confluyen y se superponen, hacen que todo termine por cobrar una nota muy onírica, un paisaje y una atmósfera muy particulares. La casona, su mobiliario, termina por ser un personaje más en la serie, pero además es una suerte de no-lugar. Es difícil situar a Ángel en términos geográficos y temporales: parece conjurar varias cosas a la vez.
—Queríamos que la casa fuera un personaje fuerte porque allí transcurre la mitad de la serie. Tenía que ser una casa/cárcel, un edificio que te atrape por más que sus puertas estén abiertas. Una referencia que tenía es la casa de «Una rosa para Emily», el cuento de Faulkner. Cuando encontramos esa casona en el Prado todos sentimos esa energía, como de una grandilocuencia venida a menos. Después hubo un gran trabajo del director de arte, Cappi Fernández, para apuntalar esa sensación.
Los exteriores los filmamos todos en la zona oeste de Montevideo: Capurro, Paso Molino, Prado, Cerro. De nuevo, eran las posibilidades que teníamos a nivel producción, pero también nos gustaba la idea de no dar referencias geográficas montevideanas muy evidentes.
—Ángel. Una comedia sobre el cambio de siglo despliega una serie de preocupaciones que me parecen generacionalmente cercanas, de nuestro tiempo: el discurso sobre la maternidad, la diversidad sexual, el feminismo, la salud mental, el aislamiento y hasta el hartazgo político (la generación del sesenta y su idea de revolución y la cicatriz que eso dejó en la segunda generación, la de los hijos, lo que me parece una novedad en nuestra ficción). ¿Qué te llevó a querer hablar de todo ello? O mejor: ¿era importante para vos hablar de ello y hacerlo en este registro, el del humor negro, salvaje, por momentos completamente escatológico? Leo en la serie una gran libertad creativa que no se permite conceder en nada, en un mundo en donde eso se cobra en el peaje.
—Esto está conectado con algo que ya expresé antes. En el mundo de los libros (al menos en el que conozco), la libertad creativa es algo innegociable, sobre todo porque la magnitud del negocio no amerita lo contrario. La actividad literaria es algo tan poco rentable que si no sos el dios de tu texto no te queda mucha recompensa. En el teatro independiente supongo que pasa lo mismo. Como decía antes, con las series es más difícil porque producirlas cuesta mucho dinero. Los temas son temas que me interesan y sobre los que ya he escrito, el tono es el que me sale de manera natural. El desafío acá era poder sostener esa crudeza en una miniserie audiovisual.
—La serie está llena de cultismos [referencias a la alta cultura]: el afiche con la cita de Dostoievski en el despacho de Ángel, Kika que está leyendo a Virginia Woolf. ¿A qué atribuís eso, o por qué dirías que hay tantas referencias culturales en la serie? Por otro lado, el guion está muy atento –el oído muy entrenado– a cobrarse los momentos completamente absurdos de los diálogos que mantenemos cotidianamente. Por último, y ya es otra pregunta: ¿cómo definirías a Ángel, cuáles son sus principales atributos, quién dirías que es?
—Respondo las dos juntas. Ricky Gervais dice que la gracia de su personaje de The Office está en la diferencia entre cómo se ve a sí mismo y cómo lo ven el resto de los personajes y el espectador. Con el personaje de Ángel creo que sucede algo parecido. Ángel necesita ser admirado y querido y sus citas forman parte de eso, pero prefiero no definirlo mucho para que cada uno saque sus propias conclusiones.
El diálogo es algo que me gusta mucho escribir. Sobre todo cuando hay personas que discuten. Te da la posibilidad de abogar por cada uno de ellos y liberar ese coro de foristas de internet que te toma la cabeza mientras te das una ducha. Algo interesante es que los actores (lo mismo debe pasar con los lectores) muchas veces no dicen las frases igual a como uno lo había imaginado. Hay que ir buscando ese equilibrio, y ese fue uno de los ejercicios más entretenidos para mí durante el rodaje.
—¿Te dan ganas de seguir adelante con lo audiovisual tras esta experiencia? ¿Cuáles dirías que fueron las mayores sorpresas y los aprendizajes que te dejó Ángel?
—La mayor diferencia, para bien y para mal, es que en el audiovisual hay una infinidad de cosas que no dependen de uno. En este momento necesito volver a la literatura, en la que me alcanza con una computadora para producir algo. Pero estoy seguro de que de acá a un tiempo voy a extrañar lo otro. Vamos a ver qué pasa con Ángel y después hablamos.
1. Guion y dirección: Manuel Soriano. Producción: Cuenco Cine, Intergalactic y Hernando Siles TV. Asistente de dirección: Matías Viera. Directora de fotografía: Elisa Barbosa Riva. Director de arte: Daniel Cappi Fernández Vega. Dirección de sonido: Facundo de Castro. Vestuario: Leonor Arocena. Maquillaje: Paloma González. Montaje: Piero Sabini y Ricardo Fontana. Color: Artemisa Lab. Música original: Catatumbo.
2. La serie tuvo su avant première en Cinemateca Uruguaya y su estreno en TV Ciudad y en TCC Vivo el domingo 16 de marzo. En TV Ciudad va los domingos a las 22.15 horas (y repite los miércoles a las 22.15 horas). En TCC Vivo irán subiendo los episodios para verlos online, de a un episodio por semana, al día siguiente de su estreno en TV Ciudad. Luego quedarán por un año en la plataforma para verlos on demand.
La primera serie cooperativa uruguaya
Contra todo pronóstico
Piero Sabini,₁ de Cuenco Cine y uno de los montajistas de Ángel, relató a Brecha cómo fue que el proyecto terminó por ser la primera serie creada, producida y filmada bajo un sistema íntegramente cooperativo: «En el cine uruguayo no existían, hasta hace poco, casas productoras cooperativas: un movimiento que comienza con Intergalactic, la primera cooperativa de trabajadores de cine, y, luego, con Cuenco Cine, segunda casa productora y primera cooperativa de artistas de cine. Ambas nacieron y fueron desarrolladas en Incubacoop.2 De ahí que cuando el director Manuel Soriano llegó a Cuenco con el proyecto de una serie creativamente desafiante, que parecía requerir ser realizada de manera independiente para que su guion pudiera correr con la libertad que Soriano requería (a partir, además, de fondos realmente escasos), resultó natural que congeniáramos en un diseño de producción que se apoyara –y se potenciara– en el esquema cooperativo.
Ángel contó con fondos del PUA [Programa Uruguay Audiovisual] y MVD Socio Audiovisual, pero no hubiera sido posible sin el aporte de todas las personas que finalmente terminarían por involucrarse. Desde su etapa de desarrollo, las cooperativas Cuenco e Intergalactic se asociaron a Hernando Siles TV para concebir este proyecto como una obra de construcción colectiva, en la que los miembros de la crew y el propio elenco artístico aportaron muchísimo, transformándose en inversores del proyecto mediante contratos específicos, por fuera de lo que se acostumbra en la industria audiovisual, algo nunca antes aplicado en la realización de una serie en Uruguay.
El mundo cooperativo aportó de diversas formas. Se filmó con equipos financiados con fondos del Ministerio de Industria que apuntan al fortalecimiento cooperativo, y Cuenco Cine e Intergalactic generaron una alianza a largo plazo, por lo que a través del fondo se compraron cámaras y lentes –que no solo fueron usados para filmar la serie, sino también para instalar un renta en conjunto y bajar los costos de producción cotidianos de ambas casas productoras–. Ángel también contó con el apoyo institucional de Incubacoop para el desarrollo de los contratos cooperativos de cara al rodaje.
También contamos con el involucramiento y el compromiso de empresas del sector cooperativo que vieron en Ángel una oportunidad única para apostar al desarrollo de esta industria creativa y cooperativa, una verdaderamente alternativa al modo de producción imperante.»
- Director, animador stop motion, productor ejecutivo, editor. Egresado de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación.
- Se trata de «un dispositivo institucional pensado para la creación de nuevas experiencias cooperativas en campos estratégicos de oportunidad». Para conocer un poco más: incubacoop.org.uy.