—En la Feria del Libro de Montevideo presentaste –en videoconferencia con Alicia Torres– dos nuevos libros. ¿Qué significa para vos este retorno editorial a Uruguay?
—En primer lugar, una satisfacción muy grande. Un proyecto largamente acariciado que no tuvo oportunidad de ser antes porque el día sólo tiene 24 horas y tengo que tratar de subsistir en Barcelona, cosa que no es fácil porque yo vivo acá pero no me gano la vida en Barcelona, mis trabajos no están aquí.
Publicar en Uruguay en una editorial independiente y de gente joven me vuelve a entroncar con una de las cosas que perdí –y es algo que me da mucho dolor–, que es el contacto con la gente joven, que siempre es la más aventurera, la que se arriesga más. Para mí es, sin dudas, una gran satisfacción. Además me pone contenta que me digan que la venta de libros va muy bien.
—Julio Cortázar y Cris relata varias anécdotas de esa amistad, por lo que se acerca al testimonio, pero es un libro que también habla de vos, ¿es la primera entrega de una autobiografía?
—El libro es completamente autobiográfico, no hay nada de ficción. Es una entrega de una autobiografía que de ninguna manera voy a escribir de forma convencional. Que nadie espere que mis libros de memorias cuenten las cosas en orden. Me aburro de las convenciones y si no hay algo de ruptura con lo tradicional y de búsqueda de nuevos caminos, no me va a atraer como para escribirlo. Tengo ese proyecto pero no de la forma en que habitualmente se escriben las memorias.
Concretamente, este libro sobre mi amistad con Julio sí puede considerarse la primera entrega de una autobiografía. Aunque también hay capítulos sueltos: hay un cuento que se llama “Primer amor”, que salió en una antología que ha tenido muchísimo éxito. Además hay 150 páginas inéditas de esa autobiografía que también se pueden leer como cuentos. Lo novedoso para mí es que algunos lectores pueden pensar que son cuentos míos y nada más. Solamente yo sé, y después veré si lo digo o no, que cuando digo “yo” ese yo corresponde a Cristina Peri Rossi.
—En Habitaciones privadas, volumen que ganó el premio NH Vargas Llosa entre más de 250 libros inéditos que se presentaron, hay varios denominadores comunes entre los cuentos: la soledad, los espacios cerrados, la incomunicación en la era de la comunicación, ¿cómo armaste el conjunto de estos cuentos?
—Nunca publico libros sueltos, ni de poemas ni de cuentos. No es cuestión de poner un poema al lado de otro. Son libros. Los poemas o los cuentos se relacionan entre sí y hay un tema que subyace que es lo que le da estructura, no desde el punto de vista de la estructura literaria, sino filosófica, del sentido del libro. Me parece importantísimo, porque en el fondo la literatura es pedagogía. Con este libro me pasó lo que me pasa siempre. Tenía muchos cuentos inéditos y decidí publicar aquellos que tenían algo en común. El título mismo tiene que ver con eso, una de las cosas que los relacionan es que todos se desarrollan en ámbitos físicos privados, pero también es verdad que elegí cuentos cuya temática suele ser la soledad, que por otro lado es uno de los grandes temas desde la Segunda Guerra Mundial, o la falta de comunicación a pesar de todos los instrumentos técnicos que tenemos para comunicarnos.
—Es un libro que tiene el mismo tono ácido o crítico de algunos poemas de Playstation (Visor, 2009), donde se habla de la soledad en la ciudad o en la sociedad. A pesar de que son libros de géneros distintos, ¿este es continuador de esa vertiente de tu obra?
—Sí, pero no lo encuentro muy diferente a otros libros de mi obra. Creo que el tema de la soledad y de la incomunicación está en casi todos mis relatos o novelas. En último término la comunicación es una fantasía que tenemos. Se puede producir un momento de comunicación pero el yo es siempre un yo solitario.
En un momento en que se habla tanto de los medios de comunicación y las redes sociales sí me interesó hablar de eso, porque se trata de una comunicación trivial, banal. Se puede crear, de todas maneras, cierta cuota agradable de no sentirse superficialmente solo. A veces recibir doscientos cincuenta correos electrónicos es peor que no recibir ninguno, porque el que está del otro lado es un fantasma. Eso me recuerda una anécdota de Freud, una vez que su mujer se fue de vacaciones y le mandaba cartas, él le responde diciéndole: “Por favor, vuelve. No hay nada más idealizante que una carta”. Hoy me parece que no hay nada más idealizante que un e-mail. Todos sabemos el fraude que puede haber en eso, se puede cambiar el nombre o el sexo. Son experiencias de una enorme brutalidad que a veces se parecen a la crónica roja de los diarios. Porque le estás levantando un fantasma a alguien, y no hay derecho. Me parece totalmente lesivo para eso tan auténtico y real que tiene que ser la comunicación.
—El libro de poesía La noche y su artificio (Cálamo, 2014), que se publicó hace dos meses en España, no sigue la línea de Playstation sino que vuelve a la otra vertiente de tu poesía iniciada por Evohé (Girón, 1971). Es un libro donde se evidencia esa fuerte unidad a la que hacías referencia, donde es notorio cómo los poemas se apoyan unos a otros. ¿Cómo fue el proceso de creación de este libro?
—Escribo muchísima poesía y después de dos o tres años veo qué poemas están relacionados. Bécquer dijo una vez: “No escribo cuando estoy emocionado sino cuando recuerdo la emoción”. Un día puedo escribir seis poemas; esos poemas están escritos bajo el recuerdo de una emoción muy fuerte y seguramente tengan algo en común. Al tiempo, después de un período, me doy cuenta de que, inconscientemente, se van conformando libros. La noche y su artificio es un libro de amor, un libro que le canta al amor y no solamente al amor sexual sino que está presente el amor a la hermana, a las mujeres, a la gente que sufre. Es un libro de piedad y de fe en las mujeres.
—Hay una serie de poemas que llama la atención. Me refiero a los cuatro poemas que llevan el título “Comunión” y están referidos a la menstruación.
—Lo que a mí me llama la atención es que en ningún lado aparezca la menstruación. Es un tema tabú. Siempre estuvo unido a lo misterioso. En la Edad Media en el período de la menstruación las mujeres eran vistas como el diablo. Se suponía que corrompían la comida, no las dejaban cocinar. La sangre menstrual siempre ha repugnado a los hombres. Yo le doy otra dimensión a eso, lo transformo, veo la otra dimensión que tiene la sangre asociada a la religión, a lo ritual. Además, le concedo una propiedad, ese dolor que las mujeres sentimos todos los meses es lo que nos hace más humanas.
—¿En qué proyectos estás trabajando ahora?
—Tengo que corregir una novela que llega casi a las 500 páginas, y es un trabajo que no me gusta. Debo depurarla y es una tarea poco creativa, por eso me cuesta tanto hacerla. Pero lo haré porque es una novela necesaria, y muy importante dentro de mi obra, que cuenta la historia de amor entre dos mujeres. Posiblemente, antes de fin de año se publique Los amores equivocados, una colección de relatos que cuenta los encuentros y desencuentros amorosos, y como su título lo indica está referido a los amores que la gente piensa que son equivocados, que considera que son los que no te convienen. Otro libro que saldrá pronto es Box nº 7, un libro de poemas que no es tan lírico como La noche y su artificio, se refiere a experiencias bastante más duras, como puede ser la enfermedad. El título tiene que ver con eso, una vez que estuve internada en un box número 7. Hay cosas de la realidad española o catalana que no aparecen nunca y es necesario decirlas, pero son temas que también pertenecen a la realidad de otros lugares, porque no somos tan distintos en Occidente.
A su vez, hay algunos poemas de ese libro que están situados en una casa de servicios especiales. Pero no son poemas que hablen del burdel, el tema es el que busca un fantasma, el que busca que le preparen algo similar a lo que perdió. Es un tema romántico que coloco en un burdel de servicios especiales para mostrar cómo hasta las cosas más modernas, como puede ser un prostíbulo, pueden ser románticas si el que va está buscando un fantasma. Es un libro que sigue más la línea de Playstation, porque es más anecdótico, el poema suele ser una anécdota para que el lector deduzca de allí las emociones que corresponden.
—¿Hay posibilidad de que publiques estos libros en Uruguay?
—Yo creo que sí. Ojalá que podamos publicarlos también allá.
[notice]Dos libros C P R
Entre la ternura y el nihilismo
Por Ana Valdés
Abrí el libro de Cristina Peri Rossi Julio Cortázar y Cris con cierta reticencia; tenía miedo de encontrarme con un libro devoto y cortés, escrito por un groupie y no por un igual. Con una eulogía, no disfrutable para otros que los ya conversos. Pero el libro me sorprendió y me conmovió.
Está escrito desde el amor, desde la fraternidad, desde la amistad, es una obra de una ternura infinita en donde el hombre Julio Cortázar, al que ella llamaba “Papaíto piernas largas”, está mucho más presente que el escritor Julio Cortázar. El sobrenombre lo tomó de la novela homónima y epistolar que la británica Jeane Webster escribió en 1912, y que los dos habían leído en la colección Robin Hood de tapas amarillas.
Por esos azares misteriosos de los que está lleno el cosmos, Cortázar encontró El libro de mis primos, con el que Peri Rossi ganó en 1969 el concurso del semanario Marcha, en una librería de París. Lo leyó y le gustó tanto que le escribió a la escritora a Marcha diciéndole que quería conocerla. Esa carta le fue reenviada a Peri Rossi desde Montevideo a Barcelona, adonde había llegado en 1972 en su primer año de exilio. Hugo Alfaro con su entrañable solidaridad hizo de puente entre los dos.
En Cortázar y Cris, Cristina cuenta la complicidad y la amistad que se creó entre ellos a pesar de la gran diferencia de edad. Encontraron que tenían infinitas cosas en común: desde el amor por los dinosaurios hasta la fascinación por la ópera y los caleidoscopios. Se encontraban en París, en Barcelona, pasaban las vacaciones juntos en Mallorca, compartían la vivencia del exilio que entendían era vivir en un cuarto cerrado, en un huis clos sartreano.
También compartieron el amor por el jazz. Lo único que Cristina no entendió nunca fue el entusiasmo de Cortázar por el boxeo y por las novelas rosa. Corín Tellado y Rafael Pérez y Pérez formaban parte del universo femenino de la infancia de Cortázar y de sus tías.
La muerte de Julio Cortázar, en 1984, interrumpió ese intercambio y privó a Peri Rossi de una amistad poco usual, de una cercanía de almas que les había hecho más llevadero el exilio de sus lenguas.
El libro está hecho de anécdotas y de fragmentos de cartas intercambiadas entre Julio Cortázar y Cristina Peri Rossi entre 1973 y 1984. Algunas cartas fueron escritas después de la muerte de Cortázar, como botellas tiradas al mar buscando un destinatario que ya no estaba.
Los amigos comunes fueron muchos. Claribel Alegría, el editor Mario Muchnik, entre otros. Se juntaban a comer y a charlar, a compartir música y arte. Una vez García Márquez los invitó a cenar esperando compartir un banquete pantagruélico, pero ellos se conformaban con un bife con papas fritas.
Es un libro púdico, íntimo e intimista que devela pocas intimidades. No habla del escritor Julio Cortázar, Peri Rossi da por sentado que todos conocen su obra y no se explaya. Del escritor de Rayuela y uno de los autores más influyentes del boom latinoamericano, que dejó trazos profundísimos en la narrativa moderna escrita en lengua castellana, no se habla mucho en este libro. De lo que sí se habla es de los poemas que Cortázar le escribió a Cristina: fueron 20 “Poemas para Cris”. Peri Rossi le había dado a Cortázar autorización para publicarlos, pero Salvo el crepúsculo apareció después de la muerte de Cortázar en 1984. Son poemas excelentes y los críticos los consideran de lo mejor de la producción poética de Cortázar.
Cristina Peri Rossi es una escritora prolífica, que escribió la mayor parte de su producción fuera de Uruguay. Sus excelentes primeros libros, Los museos abandonados, El libro de mis primos y Evohé, han merecido reediciones españolas. Sin embargo, pocos libros de su producción en España han llegado a nuestro país. Por eso es importante esta iniciativa de la editorial Hum de recuperar a una de las grandes voces de la literatura uruguaya, premiada tanto en Estados Unidos como en Europa.
Habitaciones privadas, su último libro de cuentos, está impecablemente escrito, pero es implacable. Sus protagonistas solitarios se enfrentan a miedos nocturnos, sexualidades sin amor y enfermedades incurables.
Los cuentos son estampas más que cuentos, relatos de una soledad que estremece, soledad de cuartos de hotel anónimos y de encuentros furtivos y sórdidos entre gente triste y sus fantasmas. Contrasta con el tono de Julio Cortázar y Cris. Es un libro sin ternura y sin pudor, es un libro de final del mundo, de rupturas del individuo y sin esperanzas. Está escrito a grandes pinceladas en donde se suceden escenarios que cambian rápidamente, como cuando en un estudio de cine se cambia el mobiliario para dar lugar a otras escenas.
En uno de los cuentos la voz narradora es la de un hombre que encuentra a una prostituta rumana y la quiere redimir; la trata de blancas es aquí nada más que un comentario y hubiera merecido una mirada más profunda. Otro de los protagonistas de estas historias crueles es un médico que consulta a sus colegas por un paciente desahuciado. El ladrón David Thomas también es parte de esa galería de solitarios: roba un banco y reparte el dinero entre asombrados transeúntes. Su única defensa es que se trató de un acto poético. La señora Olson intenta suicidarse en otro relato, los atardeceres la deprimen y le recomiendan comer chocolate para que no extrañe el sol. Su familia la interna y la olvida, aliviados de no tener que lidiar con su depresión.
Yo extraño la voz de Cristina Peri Rossi de Los museos abandonados o de La nave de los locos, donde había una empatía con los hombres y el universo. Aquí escribe desde el nihilismo y el pesimismo. Aunque Habitaciones privadas esté escrito con gran oficio y desafíe al lector que busque entretenimiento liviano, aunque sea un alegato corrosivo contra la falta de solidaridad y la muerte de las utopías, espero que en el futuro volvamos a leer de ella libros más luminosos. Como en los claroscuros de Rembrandt, hace falta luz para que la oscuridad no se trague todo el paisaje.
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