Bajo el título “La renovación dentro del movimiento”, segmento de un capítulo del libro de Diego Sempol De los baños a la calle. Historia del movimiento lésbico, gay, trans uruguayo (1983-2013),1 se consigna, a fines de 2004, la creación del colectivo Ovejas Negras, un verdadero parteaguas en la historia reciente del movimiento Lgttb. Y tras ello, “otra innovación importante dentro del movimiento fue la creación en 2006 de la organización Llamale H, que redefinió la lucha por los derechos humanos de la población Lgttbq al llevarla al terreno de la cultura, un área poco explorada hasta el momento por el movimiento en nuestro país”. Ya en 2007 el movimiento ingresaba al campo académico al crearse el Área Académica Queer Montevideo. Es decir, la primera década de este siglo bien puede jactarse de traer buenas noticias respecto de la diversidad sexual en las áreas de la cultura y el pensamiento.
Llamale H llega a sus diez años de vida y la hache deja de ser muda. Así lo consigna un spot audiovisual especialmente creado para esta edición, y que tras la advertencia se anima con una constelación de palabras: hache de “hola”, de “humanidad”, de “hermandad”, de “hermosura” de “historia”, de “hablemos”, de “hacer”, de “hoy”. Es que el nombre del festival, como el de la asociación civil que está detrás, nunca ha dejado que estorben su ambigüedad: ¿cómo es que un movimiento que busca abonar el rigor y la mayor justicia posible al dar nombre a las distintas formas de la diversidad sexual (de ahí la compresión aparatosa que traducen sus siglas) deje todo librado a un mero Llamale H? José María “Cote” Romero, actual director del festival de cine, no tiene una respuesta para ello. No formaba parte de la asociación cuando el nombre fue decidido. Eso ocurrió en 2006, una idea concebida por Francisco Dalmao, que inauguró el primer festival un 7 de setiembre con la exhibición de 20 centímetros, de Ramón Salazar. Dalmao falleció poco tiempo después, y quien ocupó su lugar al frente de la dirección del festival durante todos estos años fue Mercedes Martín, hoy abocada a otros proyectos.
Para “Cote” Romero, que ha tenido una participación progresiva en las últimas cinco ediciones del festival, pero que este año debuta como su director, el asunto del nombre no parece entrañar ningún misterio: “Es como un ‘Llamale como quieras’, ¿no? En el tiempo que me ha tocado estar en esto he escuchado las más diversas interpretaciones sobre la hache. ¿Y la hache que es? ¿De ‘homosexual’?, ¿de ‘humano’? E incluso una interpretación que no gustó tanto, caso de alguien que pensaba la hache como marca de ganado. Este año, si bien el tema sigue siendo la diversidad y el género, elegí como subtemática el amor, un tema que nos permite trabajar varios frentes, tener un encare muy amplio, porque de hecho no nos quisimos centrar en el amor romántico exclusivamente. Es el amor de pareja, pero también el amor en su más amplia dimensión: el amor a los seres queridos, a los hijos, la familia, los amigos, las mascotas, la naturaleza. Es diversidad sexual y de género, y diversidad en el amor”.
A lo largo de estos diez años Llamale H no ha parado de crecer: “En nuestra edición 2016, conmemorando los diez años del festival, lanzamos el Primer Concurso de Cuentos Cortos; consolidamos el Concurso y Muestra Nacional de Fotografía sobre Diversidad Sexual y de Género, que llega a su octava edición; así como el Concurso Arte Express, en su segunda edición”. Pero además de los tres concursos, Llamale H cuenta con el proyecto “19 arterias de apertura a la diversidad”, con giras itinerantes por el interior del país, en donde se dictan talleres que se apoyan a su vez en funciones de cine, debates y charlas. Además la organización ha publicado Vestidos en el aula, una guía “afectivo sexual” para docentes y lectores en general –ya va por la segunda edición, y se prepara una tercera–, acompañada de la realización de un mediometraje documental del mismo nombre. Para estos diez años la novedad es que el festival completo llegará a todos los departamentos del país. Cuando “Cote” Rivero habla de ello, sostiene sus palabras en una larga sonrisa.
—¿Qué es lo más sobresaliente de esta edición?
—Yo diría que la llegada al interior del país con el festival completo. En el año 2013 comenzamos a recorrer el país entero –si bien a partir de 2008 ya existían las giras itinerantes– con el proyecto “19 arterias”, que hoy sigue en funcionamiento. Es un proyecto en el que se trabaja con talleres, y en ese marco también nos apoyamos en el cine. Ahora para festejar los diez años redoblamos la apuesta y estaremos con el festival en los 19 departamentos. En un primer momento quisimos hacerlo en forma simultánea, algo que resultaba viable gracias al apoyo que nos brindan los Centros Mec, que no es sólo económico sino también logístico. Pero después empezamos a ver que cada departamento tiene sus necesidades, sus deseos particulares; ahora por ejemplo estaba hablando con la Intendencia de Canelones y me preguntaban si podíamos trasladar las fechas del 16 y el 17 porque el 16 es la Marcha de Las Piedras, así que, bueno, nos adaptamos a cada departamento. Pero sí vamos a estar en los 19 departamentos en el mes de setiembre.
—¿Cómo ves los primeros años del festival con relación a hoy?, ¿cómo ha evolucionado la recepción del público?
—Hay gente que dice que el festival tenía más razón de ser hace precisamente diez años, cuando la reivindicación de los derechos y las leyes estaba en el tapete. Se pedía el matrimonio igualitario y un montón de cosas que por suerte a nivel jurídico se han logrado. A aquellos que creen que hoy el festival no tiene tanto sentido de ser les diría que si bien algunas leyes están, lamentablemente sigue habiendo profundos problemas de discriminación en nuestra sociedad. No sólo homofobia o transfobia, también miedo a muchas de aquellas cosas que quedan al margen del sistema heteronormativo. Si bien Llamale H cumple un fin de activismo sociocultural, principalmente nos dedicamos a proyectar buen cine. Eso es lo más importante. No es sólo un festival para la comunidad Lgttb, es para todos aquellos a quienes les guste disfrutar del buen cine.
—–¿Cómo ha sido la recepción en el interior del país? Uno imagina que en determinadas comunidades, más cerradas o conservadoras, las cosas no habrán sido fáciles.
—Prefiero no usar la palabra “interior”. Hablamos de 18 departamentos con realidades diversas y adversas. E incluso dentro de cada departamento, moviéndose apenas a unos quilómetros de la capital, uno se encuentra con realidades bien distintas. Sin ir más lejos, hace dos semanas estuve en Artigas, la capital, y a cuatro quilómetros está la ciudad de Pintadito, que tiene necesidades y oportunidades muy distintas a las de la capital. Depende de los departamentos y de la franja etaria, pero sí, hay un ala más conservadora en algunos departamentos aunque no por ello deja de acercarse mucha gente a las salas. Puntualmente, estuve la semana pasada en una función con 50 personas en San Carlos, y nos felicitaban porque normalmente no se llega a esa cantidad de público, siendo que la función era un martes. Y en Artigas llegamos a más de cien personas en una función de cine. Si bien no son eventos megamasivos –las funciones de cine ya no lo son–, estamos hablando de funciones exitosas.
—Si no me equivoco, Vestidos en el aula, la guía, sí dio lugar a la polémica.
—Hubo polémica con la segunda edición. Pero te voy a dar una primicia: ya tenemos confirmados los fondos para la tercera. La embajada de Francia nos apoya. Porque la segunda edición, financiada por la embajada de Suiza, no nos va a alcanzar. Teníamos previstos unos 90 ejemplares por departamento, pero en el camino hubo mucha demanda: inspectores de Primaria, de Secundaria, docentes en general e incluso gente que la toma para tratar algunos asuntos en familia o con sus hijos, por ejemplo.
—¿Cuál sigue siendo el mayor tema tabú dentro del festival, incluso para la comunidad Lgttb?
—Dentro de la comunidad, te diría, el gran tabú sigue siendo el de las personas trans y todo lo que tiene que ver con ellas. Se trata de la población más vulnerada, y siempre enciende controversia. Principalmente las mujeres trans, porque el hombre trans, tras acabar su terapia de hormonización, pasa a estar invisibilizado, sobre todo después del cambio registral. Pero con la mujer trans es distinto. La violencia sigue siendo mucha. Pero todo depende del enfoque del director, de cómo muestre las cosas. Porque por ejemplo tras la Stephanía de El hombre nuevo –la última película de Aldo Garay, ganadora del Teddy en Berlín, la sección Queer de ese festival–, el respeto por las mujeres trans varió un poco. Y de ahí la importancia del cine para visibilizar.
—¿Uruguay es un país especialmente hostil para esta clase de festivales?
—Los festivales son difíciles de hacer en Uruguay, de diversidad y de cualquier otra cosa. Nosotros hemos recibido apoyos del Estado y de privados que por suerte se acercan (y si no se acercan nosotros vamos hasta ellos). Al mismo tiempo, a nivel de legislación sobre diversidad y género –si bien en la sociedad eso no parece estar muy plasmado–, Uruguay está comparativamente bien respecto de otros países del continente. De hecho, Uruguay está dejando de ser un país prioritario en la ayuda internacional y la asignación de fondos para todo lo que es diversidad. Y nos están llamando a nosotros para que vayamos a trabajar a otros países. En el mes de mayo, por ejemplo, estaremos con una muestra de Llamale H en La Habana, en el marco de la Semana contra la Homofobia y la Transfobia, en Cuba. Quiero decir, no estamos del todo mal ni del todo bien.
Random House Mondadori-Sudamericana, Montevideo, 2013.