Una nueva izquierda paisana - Semanario Brecha

Una nueva izquierda paisana

Según el diputado José Mujica, en el Interior está emergiendo una nueva izquierda, compuesta por los pequeños productores acogotados por la Ciudad Vieja y los asalariados trashumantes.

“El día que compramos nuestro primer tractor, el vecino que lo vendía nos dijo: ‘Cuídelo y llévelo despacio, que quiero verlo irse’.”

Debajo de una parra, junto a una estructura indescriptible que sirve para conservar flores que después serán vendidas en las ferias vecinales, fumando incansablemente tabaco armado que tendrá el aspecto de pucho antes de ser encendido, Mujica acumula anécdotas que grafican lo que él llama una “izquierda emergente”, directamente vinculada con el trabajo rural. La conversación se dispara por otros rumbos.

“Ese vecino estaba dominado por un sentimiento. Cambiaba su quinta por una estación de servicio, porque tenía que darle de comer a diez hijos. Pero tenía, respecto de su tractor destartalado, la misma actitud de la campesina rusa que cuando las deportaciones se abrazaba al cuello de sus gansos.”

El Encuentro Progresista acaba de culminar su segunda ronda de discusiones con los sectores sociales de todo el interior del país. Ese recorrido minucioso por todos los pueblos, ese conversar mano a mano con la gente le permitió al diputado del Movimiento de Participación Popular dialogar con hombres y mujeres de distinto pelo político, y descubrir un fenómeno nuevo y viejo a la vez: “Hay cantidad de gente que políticamente se expresa en forma conservadora pero socialmente es progresista. En el Interior está pasando hoy lo mismo que podíamos ver en el Cerro en los años cincuenta: votaban al Partido Colorado, pero las huelgas de los obreros de la carne eran antológicas”.

En el Interior, dice Mujica, el productor toma conciencia de que empieza a ser un atraso trabajar. “Te complicás en lo productivo cuando lo financiero rinde mucho más. Esos tipos son insustituibles en el país real para la gestión de la producción. Se quedan en la tierra porque la quieren, pero tienen una situación de piñón fijo. Tienen una inversión, porque heredaron, porque compraron máquinas, pero no pueden convertirla en capital. No tienen más remedio que tirar para adelante.”

Ese sentimiento de pertenencia es más fuerte cuanto más pequeña es la propiedad. “Si a una vaca se le ocurre parir a las dos de la mañana, una gran empresa no la atiende, pero el tipo que las conoce por nombre y apellido está ahí para ayudarla. Las hormigas están programadas para trabajar de noche en el verano. El tipo al que le duele la cebolla sale de noche a pelear con las hormigas. Esas situaciones no se resuelven sólo con mano de obra contratada. Te tienen que doler. Aquí en el barrio hay japoneses que trabajan las flores. Y les va bien. Cuando algún vecino quiere probar suerte, los japoneses le preguntan: ‘¿Tiene mujer?’.”

Mujica ilustra la situación con anécdotas puntuales: “Yo viví en el patio de una escribanía una historia de herencia. Eran siete herederos y querían dividirse entre todos el casco de la estancia. Querían conservar un sentimiento; era un disparate desde el punto de vista económico”.

El gran capitalista, dice el diputado, tiene un concepto abstracto de la propiedad. El pequeño y el mediano productor reaccionan de acuerdo con otros parámetros, como “aquellos paisanos que encontré en Artigas, cuando fui con el Plan Agropecuario. Era un grupo de productores que se denomina Los Tercos. Nos quedamos porque nos quedamos, nos decían. Se quedan en la tierra, contra los números, contra las matemáticas, a pesar de la realidad. El hombre es un bicho comarcano, tiene metido un sentido del pago. Se va sólo cuando la necesidad, o la seguridad, lo somete. Los Tercos se niegan a someterse”.

Mujica compara las vivencias personales con las lecturas. “La historia de la agricultura demuestra que el hombre siempre logró sacar más valor de una parcela de tierra a costa de mayor trabajo, trabajo humano cada vez más intensivo. Pero en la época moderna se logró un aumento brutal de la productividad. Más tecnología, más inversión, más productividad. Sin embargo, la agricultura moderna revela que eso tiene un tope, a partir del cual hay que invertir hombre para seguir aumentando la productividad. Se aprecia en Holanda, en Japón. Llega un momento en que se necesitan más hombres, y más hombres calificados. El agricultor estadounidense necesita un horizonte intelectual de la medida del de un universitario, porque tiene que combinar grandes complejidades. Un productor de frutas de California decía que las variedades están obsoletas antes de ser adultas y que todo dependía de las opciones que se tomaran.”

Desapareció aquella imagen de la agricultura bucólica: “El productor tiene que tener nociones de contabilidad, de mecánica agrícola, de biología. Pero se da una paradoja. Una investigación del Senado de Estados Unidos llegó a la conclusión de que el farmer, el granjero, es más eficiente adentro del campo que la gran empresa, aprovecha mejor los factores productivos. El farmer es derrotado afuera del campo, en la gestión bancaria, en la venta, en la intermediación. La lechería neozelandesa es la más competitiva del mundo, y el 90 por ciento son tambos familiares. Pero esos tamberos se agrupan para la comercialización y así son fuertes como una multinacional”.

En Uruguay el productor mediano está desapareciendo. “Manejan un parque de maquinaria de 400 millones de dólares, y sin embargo para ellos trabajar es un castigo. Se dan cuenta de que trabajan para la Ciudad Vieja, y no pueden hacer nada.”

De las 47 mil empresas rurales, 20 mil están manejadas por familias que viven por debajo de la línea de pobreza. “En 1990, para sobrevivir se necesitaban 19 novillos, 54 mil litros de leche o 3 mil quilos de lana. Hoy, en 1999, los mismos productores necesitan 45 novillos, 125 mil litros de leche o 9 mil quilos de lana”. Es una caldera a presión: el sector contabiliza una pérdida de 250 millones de dólares por atraso cambiario; en 1990 aportaba 100 millones de dólares en impuestos agropecuarios; ahora, después de una reforma tributaria, aporta 200 millones.

“Nos robaron”, le dicen a Mujica en Tranqueras, en Dolores, en Capilla del Sauce. “En Soriano, donde están las tierras más ricas del país, y un empleado que cobra un salario mínimo maneja una máquina moderna, computarizada, que vale 250 mil dólares, el endeudamiento llega a 500 dólares por hectárea.” Mujica percibe en el Interior espacios tremendamente contestatarios. “Un canario de Joanicó, que había sido convencional del Partido Colorado y había organizado una huelga de hambre de chacareros, le dijo a (el dirigente colorado) Hugo Fernández Faingold cosas que nadie de la izquierda sería capaz de decirle. El hombre no se anduvo con chiquitas: ‘Ustedes tienen la manija, ustedes nos van a matar de hambre, pero van a dejar los testículos en las horquetas de las tranqueras de Canelones’.”

Un ganadero blanco con 600 cuadras de campo, que asistía a un acto en la plaza de Tacuarembó, mordió la bronca con una ironía: “Ahora resulta que no soy viable”,legritó a la tribuna, donde compartían la oratoria tupamaros, blancos y pachequistas. “Antes, por la tarde, yo vi a esos pachequistas en una bicicleta con un parlante convocando al acto, y reclamando un programa de viviendas para el departamento, en base a ranchos de adobe.”

En Dolores, donde los productores querían saber qué medidas aplicaría un eventual gobierno del Encuentro Progresista para superar la crisis del agro, Mujica fue categórico: “La situación es crítica, y no hay muchas opciones, pero la culpa la tienen ustedes, porque ustedes los votaron”. Hoy el Pepe recuerda que entre los más resentidos con la situación se contaba el hijo del teniente general Daniel García, ex comandante del Ejército. “Los antepasados de esa gente de Dolores hicieron las leyes, y hoy denuncian que se están muriendo porque se empecinan en trabajar la tierra.”

En Sarandí del Yi, un reducto blanco de ganaderos, uno de los 500 asistentes a un acto en el Club Nacional se quejó: “Cuanto más trabajás, más pagás”. Mujica estuvo de acuerdo: “La tierra para especular no paga nada, sólo la contribución”,una actitud coherente con el proceso de trasnacionalización de la tierra.

“Hoy el más grande latifundista del país es Forestadora Oriental, controlada por la Shell, propietaria de 70 mil hectáreas dedicadas a la forestación. La Shell está asociada con una papelera finlandesa. Compraron las tierras pagando con bonos de deuda externa, y se beneficiaron con un subsidio calculado en 12 millones de dólares, por la exoneración impositiva y los créditos blandos.”

En las facilidades que el Estado otorga a la forestación está la descalificación de esa suerte de axioma según el cual “subsidio” es una mala palabra. “Se habla de devaluar, pero para el campo no es solución, porque el endeudamiento es en dólares. Tendremos que llegar a un sistema impositivo flexibilizado según las variaciones de los precios internacionales. Y agrupar a esos 20 mil productores que sobreviven simplemente porque la pobreza rural es más resistente, para que se defiendan en conjunto.”

Mujica advierte en ese tercio de productores bajo la línea de pobreza el núcleo de una izquierda emergente. Y también en los 130 mil asalariados rurales, “mano de obra trashumante que va del trigo a la naranja, del arroz a la esquila. Son los peludos de fin de siglo, que están reclamando otro Raúl Sendic”.

Fue allí que terminó el largo paréntesis, cuando la conversación bajo la parra por la que se colaban los últimos rayos de sol, volvió al tema que la había convocado.

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