Nos acercamos a un momento crítico de la epidemia de covid-19 en Uruguay. Hasta ahora, se mantenía un número bajo de contactos por las medidas de aislamiento, era general la desinfección y el uso de tapabocas. Como el número de casos positivos ha sido bajo, hemos perdido el respeto a la epidemia y dejamos de ser rigurosos.
La rapidez en la identificación de los contagios y la cuarentena en esos casos son capitales para enlentecer o controlar la epidemia; no obstante ello, no es posible erradicar el virus. Muchos de los contactos son portadores asintomáticos, no se pueden identificar y son capaces de continuar la diseminación de la enfermedad. Por esta razón, las medidas de aislamiento, desinfección y uso de tapabocas deberían ser rutinarias y rigurosas, más allá del círculo de los allegados inmediatos a un caso positivo.
Independientemente de la posición política de cada uno y de las tendencias a oponerse al gobierno de turno por muchas de las resoluciones que está tomando en el ámbito de las políticas sociales, esta situación que atravesamos requiere dejar al costado toda otra consideración por el bien común. El desastre que puede sobrevenir se puede observar en otras regiones. ¿Qué nos diferencia? Nuestra conducta responsable.
Quienes plantean que las medidas propuestas causan un desastre económico peor que el desastre sanitario desconocen lo ocurrido con otras pandemias en el pasado, como la de la gripe española en 1918. Hay estudios que demuestran que aquellas ciudades estadounidenses que sostuvieron medidas de aislamiento y uso de tapabocas tuvieron menos impacto sanitario y recuperaron la economía antes que aquellas que prefirieron optar por continuar con la actividad plena sin mayores restricciones.
La repercusión psicológica de la pandemia y de las medidas propuestas no es menor y es muy difícil evaluar hasta dónde debe ser considerada. El equilibrio es muy delicado. ¿Qué hay en el otro platillo de la balanza?
Si la epidemia se dispara y si continuamos por la senda en la que vamos en el momento actual, las cifras a las que podemos llegar pueden ser dramáticas en el transcurso de los próximos tres meses, que coinciden, además, con las vacaciones y las fiestas. Sólo es posible evitarlo tomando conciencia de la necesidad de cumplir rigurosamente con las recomendaciones del Ministerio de Salud Pública (MSP).
En la gráfica 1 se observa la evolución de los casos positivos nuevos con relación a la fecha, desde el 22 de marzo hasta el 12 de noviembre.
Hasta fines de setiembre manteníamos la epidemia controlada con un promedio diario de diez casos nuevos. A partir de octubre y hasta el 12 de noviembre, el promedio es de 40 casos nuevos por día. Este salto es significativo y pone en alerta al sistema sanitario, sobre todo porque se advierte que la curva adquiere un carácter exponencial, algo que, de alguna manera, es la evolución que más se teme. Se requiere todavía mayor tiempo de observación para predecir lo que ocurrirá en los próximos meses, pero el cambio en la evolución de la epidemia es claro.
Volveremos sobre números que ya manejamos aquí, en Brecha, en ediciones pasadas –en un ejercicio de predicción epidemiológica–, en los que, por lo general, son muy pocos quienes aciertan, pero que, de todas maneras, nos acercan a un posible escenario futuro.
Si se mantuviera el ritmo con tendencia a la duplicación semanal que muestra la curva en el último mes, en los próximos tres meses, si no hay un cambio en la rigurosidad de las medidas de control, se alcanzarían más de 150 mil casos nuevos, de los cuales probablemente el 50 por ciento serían sintomáticos (75 mil). El 15 por ciento de estos requeriría internación (cerca de 11 mil individuos) y, entre ellos, la tercera parte requeriría tratamiento en cuidados intensivos (3 mil individuos). Se considera que en su mayoría se recuperarían en una semana.
Se habrían enfermado en el curso de tres meses cerca de 200 mil personas, lo que significaría una afectación de sólo el 6 por ciento de la población de Uruguay (número optimista en tanto es inferior a la incidencia de una epidemia gripal común). Fallecerían, probablemente, cerca de 1.000 personas. Estos números, que son muy groseros, están basados en el comportamiento del virus en otras realidades, pero nos dan una idea aproximada de lo que podría suceder aquí.
Este escenario, que esperemos no ocurra, pondría a prueba al sistema sanitario, que estaría sobrecargado y al borde del colapso.
La única forma de evitar esta evolución es extremando las únicas medidas de control que han demostrado ser eficaces hasta el presente: evitar aglomeraciones y ambientes cerrados y mantener el distanciamiento, el uso de tapabocas y la higiene de manos y superficies. La esperanza en la vacuna no debe interferir con la rigurosidad de la conducta individual para evitar la diseminación de la enfermedad. Aun si llegara la vacuna, se debería proseguir como hasta ahora por algún tiempo hasta que declinara el número de casos. Ya se detectaron mutaciones del SARS-CoV-2 que podrían impedir el efecto esperado de las vacunas que se están poniendo en marcha.
La pandemia de 1918 por un virus de influenza H1N1 se desarrolló en tres olas en casi todos los países afectados. La más grave y mortífera fue la segunda, que, se cree, estuvo vinculada con una mutación del virus.
América del Norte y Europa están padeciendo en este momento una segunda ola de covid-19 con mayor mortalidad. ¿La segunda ola se produce por la disminución de las medidas de control o porque cambió la agresividad del germen? Probablemente ambas cosas están en juego.
Un artículo reciente, aún no sometido a revisión de pares, que analizó la epidemia en Houston, Estados Unidos, da cuenta de que se detectó una segunda ola asociada a una mutación del virus que aparentemente incrementó la transmisibilidad de la enfermedad, con mayor carga viral a nivel nasofaríngeo.1
En la página del Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos (CDC), puede apreciarse la extraordinaria potencia de la segunda ola.2
La página de bienvenida del sitio del CDC, hoy, muestra el siguiente aviso: «Los casos de covid-19, las hospitalizaciones y las muertes en Estados Unidos están aumentando. A medida que se acerca el clima frío, la gente pasa más tiempo en interiores y se acercan los días festivos: tome medidas para reducir la propagación del covid-19. Use una máscara, manténgase al menos a 6 pies de distancia, evite las multitudes y lávese las manos con frecuencia. Cuantos más pasos dé, más protegido estará contra el covid-19».
En otro estudio reciente, dirigido a preparar a Alemania para enfrentar la segunda ola y que analiza las medidas que implementan los gobiernos para mitigar el efecto de la epidemia, se afirma que las restricciones de contacto (incluidas la limitación del número de individuos en encuentros, el cierre de instituciones educativas, el cierre de tiendas minoristas) parecen ser más efectivas para reducir los casos de covid-19 que los cierres de fronteras, que parecen tener sólo efectos mínimos para mitigar la propagación de la enfermedad, a pesar de que los viajes transfronterizos podrían haber jugado un papel en la propagación inicial de la enfermedad.3 El cierre de fronteras tiene sentido en las etapas iniciales, cuando la epidemia está contenida y los números son muy distintos a los de los vecinos, pero cuando los números se emparejan, el cierre de fronteras es discutible.
En la gráfica 2 se observa el porcentaje de los casos positivos según la edad.
En Uruguay, desde el inicio de la enfermedad hasta fines de abril, el 32 por ciento corresponde a edades comprendidas entre los 15 y los 34 años, lo que probablemente se vincule con un menor acatamiento de los protocolos de prevención. Si bien los jóvenes tienen menor mortalidad, son agentes de diseminación. Lo mismo ocurre en otros países, como España y Alemania, que han implementado campañas específicas dirigidas a estos grupos etarios.
En nuestro país estamos entrando en una fase de aceleración que debe alertar para intensificar las medidas de mitigación, más allá del grupo etario considerado: todos somos responsables.
1. Wesley Long, S. y otros, «Molecular Architecture of Early Dissemination and Massive Second Wave of the SARS-CoV-2 Virus in a Major Metropolitan Area», mBio, Washington, noviembre de 2020. Disponible en: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7536878/
2. https://covid.cdc.gov/covid-data-tracker/#trends_dailytrendscases
3. Aravindakshan, A. y otros, «Preparing for a future covid-19 wave: insights and limitations from a data-driven evaluation of non-pharmaceutical interventions in Germany», Scientific Reporter, Londres, 18 de noviembre de 2020. Disponible en: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7674458/