Punta del Este en marzo tiene algo de ciudad fantasma. Edificios semivacíos, calles despobladas, hoteles con pocos huéspedes, y esas construcciones a medio terminar, esqueletos de veinte pisos abandonados durante décadas a consecuencia de las sucesivas crisis económicas argentinas, o de importantes estafas. Pero así, el balneario se convierte en un universo transitable en el que se puede dar con hallazgos increíbles (como un teatro barrial abandonado, con butacas escondidas entre la maleza). Pero ante todo, es una fiesta del cine. Hubo un cambio sustancial respecto a años anteriores: las entradas a la mayoría de las salas fueron gratuitas, y gracias a esto hubo proyecciones atestadas de un público sediento de celuloide. Tanta fue la necesidad local de ver cine que el público aplaudió ferv...
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