Al respecto, no han sido pocas las medidas implementadas para evitar que los trabajadores lleguen a tales extremos. Por ejemplo, en algunas oficinas se colocaron altavoces que, desde las 19 horas, a cada hora pasan un anuncio que insta a los trabajadores a volver a sus casas, señalándoles la importancia del descanso. Algunas corporaciones hacen uso de la máxima “no hay días de horas extra”, por lo que se exige a los empleados salir puntualmente a las 17.30, hora en la que terminarían sus jornadas.
Pero el parlamento de Japón ha ido más lejos, ya que próximamente votará una ley que obliga a los trabajadores a tomarse vacaciones y a descansar adecuadamente; pero esta vez serán los empleadores los directamente responsables de que sus empleados se tomen vacaciones.
Al día de hoy los japoneses se toman, en promedio, la mitad de los días de licencia que les corresponden, es decir, tan sólo unos nueve por año. Al parecer en esta práctica tiene un peso importante lo que ellos denominan seken, la “mirada del otro”, un factor cultural de relevancia para entender la sociedad japonesa: se considera crucial la opinión de los demás sobre el comportamiento propio. Según esta concepción, el tomarse licencia o trabajar menos de lo esperable podría generar resentimientos en los jefes, los compañeros de trabajo, e incluso entre familiares y amigos. Seken supone una forma de relacionamiento por la cual en todos los individuos se encuentra esa mirada pública; si está incorporada la visión del otro, entonces no se produce el robo, el saqueo, ya que nadie se robaría a sí mismo.
Pero el gobierno entiende que la vorágine laboral tiene costos sanitarios, sociales y productivos demasiado altos, e incluso se considera que es un factor decisivo para explicar la invariablemente descendiente tasa de natalidad del país. A lo mejor el tiempo libre inspire a algunos japoneses a volcarse a asuntos extralaborales, como entablar una conversación con alguien del sexo opuesto, por ejemplo.