En Europa, a la izquierda llamada “radical” le cuesta enormidades ocupar el espacio que le abrió el desplome generalizado de la socialdemocracia. Las elecciones italianas fueron el ejemplo más reciente de las dificultades que se le plantean para emerger. La experiencia portuguesa, en cambio, le permite ver las cosas con un poco más de optimismo.
Hace tan sólo unos años, un par de décadas digamos, un analista político que hubiera colocado al Podemos español, al Bloque de Izquierda portugués, al Die Linke alemán, al laborismo inglés liderado por Jeremy Corbyn o a los “insumisos” franceses de Jean-Luc Mélenchon en la galaxia de la “extrema izquierda” habría sido expulsado manu militari de la academia. La relatividad de las cosas y de los tiempos –pautada por el corrimiento a la derecha de las...
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