Chuck Berry es la figura más importante del rock ’n’ roll desde los años cincuenta hasta hoy. Nadie influyó más como compositor, guitarrista, cantante y showman. Sus canciones, clásicos del rock, siguen vigentes a más de 50 años y su forma de tocar la guitarra fue el modelo para los que vinieron después. Si sumamos su electrizante presencia escénica, no se puede dudar de que Chuck Berry es el verdadero rey del rock ’n’ roll aunque otros aspiren a esa corona. Reconocido desde hace décadas como pionero y maestro, sus temas fueron grabados por los grupos ingleses que relanzaron el género en los sesenta. Beatles, Rolling Stones, Animals, Kinks, admiradores confesos de Berry, multiplicaron su influencia y la esparcieron por todo el mundo.
Armado con su guitarra Gibson roja y su legendario paso del pato (duckwalk), Berry compuso entre 1955 y 1962 una serie de canciones arquetípicas que definieron el estilo y la temática del rock ’n’ roll. En ellas –como el primer poeta del rock– celebraba la alegría del baile, los encuentros de los jóvenes alrededor de los juke-boxes, el romance y el sexo, mientras deslizaba con ingenio cuestionamientos a los valores adultos de la época.
Aunque hoy cueste imaginarlo, desde 1958, el establishment estadounidense buscaba su caída. Tal vez porque personificaba la chispa de rebelión y desenfado asociada a su estilo musical, o porque era talentoso, rico, exitoso y negro.
Charles Edward Anderson Berry, nacido el 18 de octubre de 1926 en un vecindario de clase media, era un adolescente muy seguro de sí mismo. Pero en 1944 un robo a mano armada lo llevó a ser arrestado y condenado a diez años en el reformatorio de Missouri. Aunque a los tres años fue liberado bajo fianza, era sólo el primero de sus encontronazos con la ley.
En 1952 consiguió su primer trabajo estable como músico en el Huff Garden de Saint Louis donde, junto al pianista Johnnie Johnson, se dedicó a experimentar con la guitarra y a componer canciones. Tres años después, en un encuentro en Chicago con su ídolo Muddy Waters, éste le recomendó que intentara grabar un disco en el sello de los hermanos Chess.
Leonard y Phil Chess, emigrantes polacos instalados en Chicago desde 1928, habían fundado el sello Chess Records para grabar artistas negros de blues. Chuck había registrado varias canciones en su grabador casero; una de ellas, “Ida Red”, a la que no daba importancia, llamó la atención de Leonard Chess y le ganó su contrato con Chess. En mayo de 1955 la “cancioncita”, que había pasado a llamarse “Maybelline”, vendió un millón de copias transformándose en su primer éxito.
“Maybelline” había sido escrita por Berry, pero eran los años de la llamada “payola” (pago de los sellos grabadores a los medios para promocionar artistas) en la industria discográfica estadounidense y en el disco figuraron como coautores el distribuidor Russ Fratto y el influyente disc jockey Alan Freed. Era la primera vez que Berry se veía manipulado y explotado por la industria. Allí comenzó su legendaria desconfianza en los contratos y su obsesión por el dinero estipulado antes de actuar.
En 1955 Berry apareció en la película Rock, rock, rock interpretando “You can´t catch Me” y pronto encabezaba los espectáculos de Freed, famoso por haber acuñado el término “rock ’n’ roll”. Un año después Chuck Berry grabó “Roll over Beethoven”, donde presentó la introducción de guitarra que se convertiría en su marca de fábrica: siguieron “School Days”, “Oh BabyDoll” y “Rock ’n’ roll Music”, (popularizada más tarde por The Beatles) que describe con agudeza el nuevo ritmo que hacía furor entre los jóvenes.
En 1958 Berry grabó más clásicos: “Sweet Little Sixteen”, “Reelin’ and Rockin’”, “Around and Around” y la canción considerada su obra cumbre “Johnny B Goode”. Tres años más tarde lanzó “Back in the Usa” homenajeando a su tierra natal sin sospechar lo que las autoridades estadounidenses tramaban en su contra.
Se la ha intentado suavizar, pero la historia es ésta: durante una gira Berry llevó en su auto a una jovencita de origen apache llamada Janice Escalante quien le dijo ser mayor de edad y que pasó a trabajar en el club propiedad del músico como recepcionista. La muchacha ejercía además la prostitución y cuando la detuvo la policía declaró que su patrón era Chuck Berry. Fue entonces que se descubrió que tenía sólo 14 años por lo que el músico fue arrestado inmediatamente y acusado de “trasportar a una menor a través de la frontera del estado con propósitos inmorales”. En la primera audiencia de 1961 el caso fue rechazado por presunto racismo y Berry salió bajo fianza, pero en el segundo juicio, en octubre, fue encontrado culpable y sentenciado a tres años de prisión. En febrero de 1962 ingresó a la prisión federal de Indiana. El racista establishment estadounidense conseguía finalmente detener al advenedizo negro que había estado corrompiendo a la juventud del país desde 1955. Es irónico que sólo tres años antes Berry había celebrado vivir en los Estados Unidos.
Cuando fue liberado en octubre de 1963, desencantado, descubrió que los emergentes grupos británicos tocaban su música manteniéndola tan vigente como cinco años atrás. El guitarrista retomó su carrera como si nada hubiera pasado con una gira por Inglaterra en mayo de 1964 con entradas agotadas
En los años sesenta estaba siempre de gira, pero salvo excepciones, fuera de las listas. Fue entonces cuando llegó el más grande éxito de su carrera. Una visita a Inglaterra en 1972 produjo un álbum que contenía una canción –registrada en vivo– que llevaba años en su repertorio: “My Ding-a Ling”, tonada infantil a la que Berry había agregado una letra de doble sentido (obscena). Chess Records lo lanzó como simple y llegó al tope de las listas de Estados Unidos y Europa. De esa forma Chuck lograba su primer –y único– número uno.
En 1979 las autoridades de Estados Unidos estaban tras los pasos de Berry por evasión fiscal. Ante el estupor de sus fans, fue encarcelado por cuatro meses. Los problemas con la ley siguieron aunque eran de esos asuntos que se arreglan fuera de los tribunales pagando sumas millonarias.
En 1986 llegó un merecido concierto de homenaje organizado por Keith Richards, que acompañó a su ídolo en el espectáculo realizado en el Teatro Fox de Saint Louis en octubre de ese año. El show fue parte de un documental, Hail, Hail, Rock ’n’ Roll, un excelente material para los que deseen adentrarse en la historia del rey del rock ’n’ roll.
A pesar de su enorme impacto como músico, Berry siempre fue una figura enigmática, una persona reservada y desafiante de la que siempre se supo poco. Reacio a los reportajes y afecto a las evasivas cuando se trataba de temas polémicos, nunca fue simpático ni complaciente aunque se presentaba siempre sonriente. Acostumbraba cobrar todo antes de tocar y rara vez aceptaba los pedidos de bises del público. Su vida privada estuvo rodeada de rumores (algunos bastante sórdidos) sobre sus hábitos y extravagancias que pintan un individuo muy diferente al exuberante guitarrista del paso del pato.
Mientras otros artistas se retiran antes de ser vistos en decadencia, Berry optó por seguir realizando giras hasta el final de su vida, incluso llegando hasta Montevideo en abril del 2013 cuando tenía 86 años. Esa decisión le trajo innumerables –y justificadas– críticas. En esos últimos años era una sombra de sí mismo: no podía tocar ni cantar y se arrastraba por el escenario conformando un patético espectáculo. Sus admiradores preferimos pensar que esta última etapa sólo será recordada por los historiadores y nos concentramos en su década de oro (1955-1965), los años en que Chuck Berry registró las canciones que seguirán sonando mientras el rock ’n’ roll siga con ganas de quedarse.