Primera comprobación: qué cantidad de cines hubo en esta bendita Montevideo (y por si no bastaran, hasta se llegó a proyectar películas en el mismo Estadio Centenario). Segunda comprobación: qué enorme cantidad de películas que nunca llegué –ni llegaré– a ver, y eso que vi tantas. Tercera comprobación: qué imponente trabajo tuvo que hacer Álvaro Sanjurjo Toucon, de rastreo y recopilación, y de complementación de datos, y de ordenar recuerdos y conocimientos propios y ajenos, para llegar a escribir y armar este libro. La memoria no es fácil de recuperar, pero por suerte algunos tuvieron la precaución de guardar sus huellas, aun en la forma de aquello que en su momento parecía, para la mayoría, destinada al canasto de la basura. Como los programas de cine, que se recibían de manos del acomod...
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