“En el corazón del mar”
El punto de partida de la empresa no es otro que el libro de Nathaniel Philbrick que alude a los testimonios acerca del naufragio de un barco ballenero recogidos por Herman Melville (1819-1891) para tiempo después escribir Moby Dick, todo un ejemplo de ficción basado en las innegables realidades escuchadas. La presente historia a lo largo de la cual el blanco cetáceo cobra también merecido protagonismo no busca paralelismos en cuanto a la lucha del bien contra el mal, como hacía John Huston en la película de 1956 –por él libretada junto a nada menos que Ray Bradbury–, sino que prefiere, con mayor simpleza, retratar las diferencias entre los tripulantes de la embarcación, los duros trajines de a bordo, la pesca de las ballenas, el estrepitoso naufragio y los muchísimos días a la deriva que enfrentaron los sobrevivientes. La trama se desarrolla, sin embargo, luego del breve prólogo que muestra a Melville (Ben Whishaw) al inicio de la búsqueda de datos que emprende al visitar a un reacio testigo de los acontecimientos (Brendan Gleeson), búsqueda que, más tarde, el director Ron Howard, con espíritu realista, intercala en diversos momentos llamados a probar la curiosidad que el relato despertara en el autor.
La labor de Howard, todo un amante del cine desde sus tiempos de impagable niño-actor en televisión y en comedias como El amor llamó dos veces (The Courtship of Eddie’s Father, 1963), del ilustre Vincente Minnelli, hasta su todavía irregular de-sempeño como realizador, se beneficia esta vez por la solidez con que retrata la peripecia en alta mar. Lo hace ateniéndose tan sólo a la injerencia de cada personaje en las diversas etapas de una travesía que el libreto de Charles Leavitt no dispersa en el trazado de siluetas individuales que quizás conspirarían en contra del carácter colectivo de la aventura original, elección que, de todos modos, no malogra el desempeño del elenco de “expertos marinos” comandado por el ascendente Chris Hemsworth ni, mucho menos, el interés que despierta una serie de acontecimientos que nadie sabe bien cómo habrán de concluir. A favor de tal interés resulta indispensable el aprovechamiento del rodaje mar adentro –los estupendos exteriores corresponden a los alrededores de las Islas Canarias–, la fidedigna reconstrucción de todo lo que sucede en las embarcaciones y, por cierto, la pesca y la lucha que motivan las ballenas, puntos que –esta vez, sí– el rodaje en 3D se encarga de realzar para que, en más de una ocasión, la platea se sienta compartiendo la acción con los personajes. La fidelidad al relato marino y la sobriedad de las escenas que involucran a la silueta de Melville, la admiración que éste siente por su colega Nathaniel Hawthorne y sus interlocutores revelan asimismo los cuidados del trabajo de un Howard cuya carrera –Hollywood y sus artilugios de por medio– parece merecer ahora un análisis más cuidadoso.
In the Heart of the Sea. Estados Unidos, 2015.