Un día antes de Reyes apareció el video viral que todo verano necesita. Esta vez se trató del arresto ciudadano de una mujer que, según trascendió primero por las redes sociales y luego por los portales e informativos centrales de todos los canales, supuestamente intentó “secuestrar” a una “niña de 3 años” pinchándola con una jeringa. El registro que hizo del hecho un hombre que andaba por la zona –y que todos los canales reprodujeron– sólo mostraba a una mujer tirada en el suelo, quieta, sin emitir palabra, que era insultada y amenazada por distintas personas, entre ellas el padre de la niña, que fue quien entre otros persiguió y redujo a la agresora. Luego se la veía detenida, ya esposada, dentro de un móvil policial. Los insultos seguían como banda de sonido de la escena. Estaba quieta, indefensa, sin resistirse para nada, pero todos la “querían matar”.
El 5 de enero esa zona de Villa Muñoz, más conocida como “el barrio de los judíos”, es una romería. Era mediodía. Una mujer –madre de dos niñas de 3 y 8 años– se encontraba de compras cuando otra mujer –la del video– se les acercó y tomó del cuello a la niña más pequeña. Utilizando una jeringa como arma, exigió el dinero. Pese a la amenaza, la madre de las niñas se negó y forcejeó con la agresora, quien logró salir huyendo del lugar, pero sin un peso. La mujer fue reducida minutos más tarde por el padre de la niña y detenida hasta la llegada de la autoridad policial. Más o menos así cuenta el hecho el informe del Poder Judicial.
Muchas personas que estaban ahí a esa hora grabaron con sus celulares la situación luego del arresto y compartieron las imágenes en las redes sociales, presentándola como un intento de secuestro y generando una inmediata repulsa de la sociedad. De hecho, en uno de los videos se ve al padre de la niña acusando a la mujer de haber querido robarse a su hija. Luego el informe policial que se hizo con base en el testimonio de los testigos y el interrogatorio a la mujer detenida señala que se trató de un intento de rapiña protagonizado por una paciente psiquiátrica.
Hubo mil versiones del hecho mientras se terminó de armar la noticia. Se dijo que era un intento de secuestro, luego de rapiña, que la jeringa tenía “droga”, después que sólo agua o “droga básica” o agua con diazepam, se habló del síndrome de abstinencia de una paciente psiquiátrica como motivo, de la necesidad de plata para comprar medicamentos caros para un tratamiento por hipertiroidismo. Se dijo que la mujer pinchó varias veces a la niña, aunque luego el informe policial dice que “ni la víctima ni su madre fueron pinchadas”, y el auto de procesamiento señala pequeñas heridas en el cuello de la niña. El portal Ecos recogió declaraciones del director de la Unidad de Comunicación del Ministerio del Interior, Fernando Gil, quien confirmó “un intento de rapiña” y “que la mujer tenía problemas psiquiátricos y se le habían acabado los medicamentos. En plena crisis de abstinencia, amenazó e intentó robar a una madre para conseguir plata para esos medicamentos”. Luego, según publica el portal, insólitamente arriesga: “Seguramente, sea inimputable”.
El hecho antes narrado no es menor, ni se pretende aquí relativizarlo, pero podría servir como ejemplo de dos cosas que debieran preocuparnos como ciudadanos: la calidad de las noticias que consumimos, y el peligro latente que representa una decena de vecinos bienintencionados, armados en turba con sed de justicia y sobreactuando porque saben que están siendo filmados.
Sin ningún rigor informativo el video se hizo viral y se replicó en todos los medios. La pereza, la siesta noticiosa estival o el síndrome de instantaneidad que padecen los canales hace que a las noticias les falte periodismo detrás. Y todos los días a lo largo de la jornada se da información sin confirmar o a medio investigar. El premio es pegar primero, no importa mucho con qué.
Los informativos y los diarios todavía mantienen el potencial de legitimar la noticia, de darle estándar de verdad. No deberían entonces ser una suerte de cartelera de corcho donde se pinchan rumores recogidos de las redes, o falsas entrevistas políticas hechas por una agencia de publicidad, o conferencias de prensa sin derecho a preguntar, o comunicados sin interpelar ni problematizar mínimamente sus contenidos. Aunque todos sabemos que lo que emiten o imprimen los medios es un recorte de la realidad y no la realidad misma, también suponemos que lo que finalmente nos llega ha pasado por un filtro de periodistas y editores que dan sentido, chequean y organizan la información. Pero lamentablemente es cada vez más común que los llamados medios tradicionales recojan sin filtro lo que circula en las redes sociales e induzcan a las personas a consumir “información basura” o simplemente falsa, creyendo que es verdadera, actualizada y relevante. Al cabo de llevarse varios fiascos, la gente ya no sabe qué es verdad ni qué es importante o a quién creerle, si hay que creer en alguien. La explosión de la tecnología de la información trajo implícito el riesgo de la sobreinformación o la desinformación o la deformación de la información (que a los efectos es casi lo mismo) y cierta conducta acrítica desde la cual se emiten opiniones drásticas e irreflexivas, en un lenguaje agresivo, sentencioso y condenatorio. El lenguaje del linchamiento virtual. Esa sobrestimulación con más fuentes de información cada vez más veloces, pero menos profundas y serias, distorsiona la realidad al límite de dejarla irreconocible.
Capítulo aparte son las reacciones en las redes y los comentarios que acompañan esas mismas noticias incompletas. Algunos ejemplos alcanzan y sobran. Son todos del 6 de enero, cuando todavía nada estaba demasiado claro en este caso. Una tal Virginia escribe: “Esta gente con problemas de salud y que no tiene medios para comprar medicamentos es un peligro, y es ahí que es un país de la re mierda”. Bruno sugiere: “Hay que matarla y listo. Pena de muerte a esa gente”. Marcos quiere “que se pudra tras las rejas y un buen escrache público”. Carlos sostiene que si “soy el padre de esa criatura ¡la ato de pies y manos y la saco arrastrando con el auto! Hay que cortar en seco con estas ratas”. A estos ajusticiamientos en red que no requieren nunca poner el cuerpo, al activismo de sofá siempre indignado, intransigente y ultracreativo a la hora de inventar castigos, les precede en este caso la vanguardia decidida de quienes asumen el arresto ciudadano. La tribu indignada, en plan “si no hacemos nosotros, acá nadie hace nada, ¿dónde está la Policía?”, confunde siempre justicia con venganza. Y ojo que no se trata de minimizar o relativizar el accionar de la mujer ahora procesada. Pero esa actitud de “vecinos al rescate” es peligrosa, porque actúan sin proporción ni protocolos, urgidos por la pura indignación y un aparente sentido común que en estos terrenos suele ser el sentido más fascista que llevamos dentro. Uno de los que filmaba, mientras registraba las imágenes e insultaba a la mujer de la jeringa, ya anunciaba que iba a ser subida a las redes, convirtiendo a la cámara de su celular en una espada justiciera.
Hablando de justicia, justo es decir que, aunque en menos proporción, también hay en las redes comentarios de este tipo: “La verdad es que nadie vio nada y todos tiran quilos de fruta”, dice Jessy. Felipe opina:“En el video solamente se ve a la mujer ya reducida en el piso y a la gente acusándola y asumiendo, quienes no vieron nada, su culpabilidad”. Nando reflexiona: “Si toda la sociedad reacciona como el padre en esta ocasión, nadie racionaliza lo que está sucediendo. Si desde mi lugar actúo como fanático futbolero o como si estuviera en el coliseo romano y también clamo por sangre, dejo de ser un individuo responsable”.
El 9 de enero, sólo cuatro días después del hecho, el juez letrado en lo penal de 4º turno, doctor Eduardo Pereyra, laudó el caso mediante el procesamiento con prisión por un delito de rapiña especialmente agravado en grado de tentativa, y la señora marchó a la cárcel. La justicia actuó –descartando el intento de secuestro, la inimputabilidad psiquiátrica y todos los demás pelotazos que se tiraron– y la fantasía de la mano propia por suerte terminó.
Ahora caben, para finalizar, un par de reflexiones. Una de Umberto Eco sobre la información y el rol de los medios,1 y otra del filósofo coreano Byung-Chul Han sobre la sociedad actual y el “clickactivismo”.2 Eco dice: “No son las noticias las que hacen el periódico, sino el periódico el que hace las noticias, y saber juntar cuatro noticias distintas significa proponerle al lector una quinta noticia”. Han denuncia: las redes se mueven entre el ingenuo y compulsivo “me gusta” y las “tormentas de mierda” que confirman “que vivimos en una sociedad sin respeto recíproco”.
- En Número cero, de 2015.
- http://cultura.elpais.com/cultura/2015/10/09/babelia/1444387689_125047.html