Tal vez el nombre de Sabina Spielrein no le suene a muchos, para otros quizás sea recordada como la amante de Jung. En 2011 fue retratada por David Cronenberg en el filme Un método peligroso, rol que interpretó Keira Knightley. Nada de ello hace justicia a lo que significó su inmenso aporte al campo teórico del psicoanálisis y la psiquiatría. La actriz y dramaturga Angie Oña realizó un profundo trabajo de investigación sobre su figura para llegar al texto de esta pieza y trabajó en las posibilidades de llevar su vida a la escena junto al director Freddy González (más conocido por su trabajo en Carnaval: realizó la puesta en escena de Saltimbanquis 2018). El resultado es un monólogo que sacude por su compromiso y que multiplica hasta el infinito a Spielrein como personaje histórico en toda la dimensión de su humanidad. Le otorga con creces la justicia de ser reconocida como una intelectual a la altura de sus mentores (Jung, Freud, Bleuler) y la posiciona a la vista de todos yendo en contra de años de silencio.
Dado el involucramiento intelectual que la actriz posee con su material de trabajo (Angie estudió su teoría, sus cartas y diarios, además de ser terapeuta en decodificación biológica), su composición es extremadamente potente y comprometida. El monólogo transita por diversos momentos de la vida de Spielrein, retrata imágenes de su infancia, relata momentos de su internación en un hospital psiquiátrico, menciona su vínculo profesional y amoroso con Carl Jung y despliega sus ilusiones a la hora de comenzar sus estudios en la Escuela de Medicina de la Universidad de Zúrich. Escena tras escena el personaje se va tornando cada vez más interesante y Oña trabaja junto a Freddy González para explotar todas las posibilidades teatrales en su exposición. La puesta se plantea en un entorno de pizarras con las que la actriz interactúa permanentemente para expresar sus ideas. El espectador siente estar participando de una clase magistral. Hay mucha exposición de teoría apoyada en tres textos teóricos: “Contribución al conocimiento del alma infantil”, “Acerca del contenido psicológico de un caso de esquizofrenia”, y “La destrucción como causa del devenir”, acerca de los cuales la actriz intercambió ideas con la investigadora y psicóloga brasileña Renata Udler Cromberg, estudiosa de la figura de Spielrein.
Varias decisiones escénicas buscan establecer un acercamiento del espectador con el personaje en un intento de generar empatía. En varios momentos la actriz se dirige directamente al público e interactúa con él en juegos de roles mediante un interesante uso de portadas de libros; y así su exposición se va tornando en confesión. Oña centra su trabajo en el discurso y utiliza sus recursos vocales para darle a la palabra y las ideas un lugar central. Construye un relato fuertemente femenino que poco a poco se empodera para sacar a la luz el lugar que esta mujer ocupó en los círculos científicos de la psicología. Para darle carne a esta Ser humana con todas sus letras la puesta explota también la formación clown de Oña y utiliza la corporalidad para dar presencia a los vaivenes de la locura, siempre latente, y a la energía de la vida y la sanación. Un trabajo que deslumbra, que arriesga e interpela mientras exige al espectador. Un gran trabajo en equipo en el que destaca la potencia de Oña en una gran actuación que trasmite el terremoto vital de su personaje y logra darle la visibilidad que no le otorgó la historia.