«Ya no quiero dormir, no soporto más pesadillas» - Semanario Brecha
Crónicas desde el infierno gazatí

«Ya no quiero dormir, no soporto más pesadillas»

A pesar de que Gaza parece ya haber sido olvidada por muchos medios, los ataques de Israel contra la población civil del enclave continúan en plena marcha. La cifra de niños asesinados supera los 4.700. Aquellos que sobrevivan sufrirán secuelas mentales a largo plazo, advierten las organizaciones humanitarias.

Niños palestinos desplazados en el sur de la Franja de Gaza, tras huir de los bombardeos israelíes en el norte. AFP, MAHMUD HAMS

Mariam Jarada, de 14 años, expresa su miedo a dormir debido a las pesadillas. «El sonido de los aviones y los bombardeos me da pánico. Cada vez que intento dormir, me atenaza un miedo a que algo malo esté ocurriendo. He llegado a un punto en el que ya no quiero dormir; no soporto más pesadillas.»

En la Franja de Gaza viven alrededor de un millón de niños. Muchos menores y jóvenes nacidos aquí han estado expuestos a los bombardeos y los ataques aéreos durante las cuatro guerras israelíes anteriores –en los años 2008, 2012, 2014 y 2021–, además de a varios ataques, y ahora vuelven a estarlo en 2023.

Cuando comenzaron los bombardeos en la ciudad de Gaza, la niña Dana Shamiya, de 11 años, escribió a bolígrafo una carta y la colocó bajo la almohada de su madre. El mensaje decía: «Todo es aterrador y da miedo. Ha sido mi cumpleaños y no he soplado las velas. No recibí regalos ni nada. Echo de menos a mi padre y a mis hermanos. Me siento como si estuviera ardiendo. Casi me vuelvo loca, Dios».

Decenas de miles de niños sufren distintos síntomas psicológicos relacionados con el miedo a los bombardeos. Entre estos síntomas se encuentran la depresión, la ansiedad, los trastornos de conducta, las pérdidas de orina, la irritabilidad y un largo etcétera. «Dana expresó el miedo y la ansiedad que ella y el resto de mi familia estamos experimentando en Gaza a causa de los ataques aéreos y los cañones que no dejan de disparar», explica Mohammed Shamiya, hermano de Dana.

Save the Children, organización internacional no gubernamental con sede en Reino Unido, ha advertido que las secuelas de la situación en Gaza seguirán afectando a los niños durante muchos años. La organización destaca que los niños de Gaza experimentan miedo persistente y privación del sueño y que muestran signos de ansiedad como temblores continuos y micción involuntaria.

Además, Save the Children asegura que «no hay ningún niño a salvo en Gaza en estos momentos. Al menos 4.412 niños han muerto desde que comenzó el ataque israelí contra Gaza [este artículo se publicó originalmente el 9 de noviembre, este miércoles 15 la cifra era de 4.710]. Los niños que sobrevivan sufrirán secuelas mentales a largo plazo: ninguno ha salido ileso».

En otro hogar, Bassem al Shawa, de 51 años, intenta calmar a su hija Marah, de 9 años y medio, al oír los bombardeos israelíes. Dice: «Cuando mi hija oye el sonido de cualquier explosión, empieza a gritar y a llorar y dice: “No quiero morir y quiero estar contigo”».

«Varios días después del ataque israelí a Gaza, Marah cayó en un estado de miedo, mostrando síntomas preocupantes de deshidratación y una coloración amarillenta en la cara. Al principio atribuí su angustia al ruido constante de los ataques aéreos israelíes, pero las terribles circunstancias de los hospitales, desbordados por el gran número de víctimas, me impidieron buscar atención médica inmediata», explicó Bassem.

Y añadió: «A medida que pasaban las semanas, el estado de Marah se deterioró aún más. Hasta tres semanas después no conseguí llevarla al centro de salud más cercano, donde descubrimos que había desarrollado anemia debido a una grave desnutrición». El miedo de Marah le había dificultado enormemente la ingesta de alimentos.

El psiquiatra Mohammad Abu al Sabah advirtió en las redes sociales que los niños de la Franja de Gaza que han sufrido traumas importantes pueden correr el riesgo de desarrollar tendencias violentas. Explicó que las consecuencias psicológicas de esas experiencias traumáticas suelen manifestarse en forma de comportamientos perturbadores y agresivos. Las guerras, señaló, tienden a contribuir a una mayor prevalencia de la violencia entre los niños, ya sea en el entorno escolar o en sus hogares.

Según Abu Al Sabah, una mayoría significativa de los niños de la Franja de Gaza se enfrenta a problemas de salud mental como depresión, ansiedad y trastornos del comportamiento, lo que subraya la urgente necesidad de apoyo e intervención en materia de salud mental.

«¿Qué culpa tiene esta niña de contraer la enfermedad junto con el miedo? Francamente, no sé cómo tratarla dadas las difíciles circunstancias vitales en las que vivimos. Siempre cuido de mi hija y le doy de comer lo mejor posible, pero en Gaza, la calamidad te llega tan hondo que no te lo esperas», dijo Al Sabah.

Según Save the Children, 80 por ciento de los niños de Gaza muestran signos de angustia emocional debido a los continuos ataques. Naciones Unidas ha emitido repetidas advertencias de que Gaza puede convertirse pronto en un lugar inhabitable. Los niños de Gaza se enfrentan ahora no solo a las crisis de pánico, sino también a una grave escasez de alimentos, lo que hace surgir el alarmante espectro de la hambruna y la catástrofe humanitaria que se cierne sobre la Franja. [Este jueves el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas advirtió que la población de la Franja de Gaza se enfrenta a la posibilidad inmediata de morir de hambre debido a la escasez de alimentos impuesta por el bloqueo israelí].

(Publicado originalmente en CTXT.)

La expulsión de los gazatíes hacia el sur y el ataque a las rutas de escape y los hospitales

Éxodo y humillación

La agresión israelí a Gaza ya desplazó a 1.580.000 personas. Mientras la Franja al completo es foco de ataques aéreos –incluidos los llamados «corredores humanitarios»–, miles más se ven obligados a desplazarse hacia el sur cada día. Algunos, ya enfermos, mueren por el camino.

Céline Martelet

Me lo llevé conmigo, no podía abandonarlo porque este gato lo es todo para mí. Lo tranquilizo, le hablo. Tiembla de miedo desde que salimos de casa.» En los brazos del joven gazatí, el gato pelirrojo parece totalmente perdido. Aferrado al brazo de su protector, parece agotado. Le tiemblan las patas traseras. Con una bolsa al hombro y vestido con una sencilla camiseta blanca, su dueño es uno de los miles de palestinos de la ciudad de Gaza que se han visto obligados a abandonar sus casas o pisos durante el fin de semana del 11 y el 12 de noviembre.

Un desplazamiento forzoso filmado por los pocos periodistas gazatíes que aún pueden trabajar. En las imágenes no hay coches: ya no hay combustible. La huida hacia el sur de la Franja de Gaza se hace a pie o en un carro tirado por un burro o un caballo. Los niños llevan sus mochilas escolares a la espalda y los mayores son ayudados por turnos por sus familiares.

La multitud que marcha en la misma dirección apenas hace ruido. No hay gritos ni lágrimas, solo el sonido de las pisadas y el chirrido de los ejes de los carros desgastados. Una familia entera se ha subido a uno de ellos. En el centro, un hombre se levanta y muestra un bebé a Motaz Azaiza, un periodista palestino. El bebé no se mueve, su tez es cérea. El fotógrafo tarda unos segundos en darse cuenta de que el niño está muerto. Enfermo desde hace varios días, acaba de exhalar el último suspiro en la parte trasera de este carro, rodeado de sus hermanos y hermanas, que lo miran con incomprensión. En las últimas 48 horas, el Ejército israelí ha vuelto a abrir lo que denomina «corredores humanitarios» para permitir a los civiles dirigirse a ciudades situadas más al sur del enclave palestino.

Desde el comienzo de la ofensiva contra la Franja de Gaza, han abandonado sus hogares 1.580.000 gazatíes, lo que representa casi 70 por ciento de la población, según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas. En el norte, declarado zona de combate por el Ejército israelí, siguen viviendo 100 mil personas.

BANDERAS BLANCAS IMPROVISADAS

Rami Abu Jamus no quería salir de su piso en la ciudad de Gaza. «Por principios», dice. Como padre de Walid, un niño de 2 años, esperaba no tener que hacerle vivir una mudanza forzosa. Pero el viernes por la noche, la violencia de la ofensiva aérea y terrestre lo obligó a abandonar su casa con Sabah, su mujer. Rami, acostumbrado a trabajar con periodistas, lo filmó todo.

«Quiero mostrar la verdad que la gente no quiere creer. Me entristece que los medios de comunicación pongan en duda la palabra de los gazatíes. Siempre es nuestra palabra contra la suya, y siempre es la suya la que gana», explica tranquilamente en francés. Unos minutos más tarde, envió una serie de videos grabados con su teléfono móvil en la mañana del sábado 11 de noviembre.

El primero muestra a Rami explicando a sus vecinos cómo ondear sus improvisadas banderas blancas, mientras repite: «No tengan miedo, no tengan miedo». En el vestíbulo del edificio todavía no hablaba nadie, todos parecían paralizados por el miedo a los disparos y las explosiones a su alrededor.

Unos minutos más tarde, los residentes estaban en la calle, corriendo por la acera. Un anciano camina con dificultad, pero se niega a que lo lleven a cuestas. Tenían que darse prisa para llegar al Hospital Al Shifa, punto de partida de uno de los corredores humanitarios definidos por Israel. «Giren a la derecha, giren a la derecha», grita Rami, que sigue grabando. Abraza a su hijo, que repite en francés: «Maman, maman».

DISPAROS EN EL «CORREDOR HUMANITARIO»

De repente, silban las balas. Un disparo, otro… unos diez en total se oyen. El grupo sigue avanzando, pero 30 segundos después se oye a un hombre gritar desesperado, sosteniendo una bandera blanca hecha con una camiseta. A su lado, el cuerpo de su hijo yace boca abajo. La cabeza le gotea sangre. Ahmed, un joven vecino de Rami Abu Jamus, acaba de recibir un disparo.

Rami sigue filmando. Y en sus brazos sigue Walid, su hijo. Con el pelo revuelto y los ojos muy abiertos, el niño de 2 años se aferra a los hombros de su padre. Un poco más allá, una mujer está en el suelo, también herida de bala. «Es fuego de drones», dice Rami. «Los soldados israelíes tienen miedo de salir a la calle y ahora pueden disparar desde sus tanques.»

En otro video, Rami y su familia están sentados en una carreta, camino de Rafah. Intenta distraer a Walid hablándole del caballo, que trota a toda velocidad. «Este es el comienzo del éxodo. Empieza la humillación», murmura el padre, como si temiera que su hijo entendiera sus palabras.

Ahmed, el joven vecino, murió en el patio del Hospital Al Shifa pocas horas después de ser alcanzado por el disparo. Su herida era demasiado grave para ser tratada por los agobiados médicos. Lo mataron mientras huía.

HOSPITALES EN EL PUNTO DE MIRA

En los dos últimos días, el Ejército israelí ha rodeado varios hospitales de la ciudad de Gaza. Israel acusa a Hamás de utilizar los sótanos de estos hospitales como refugio para seguir operando, sobre todo desde el Al Shifa. En los alrededores del hospital se habían refugiado miles de personas, pero en las últimas horas han sido blanco de varios ataques.

«Se puede ver el humo alrededor del hospital», afirma el doctor Mohammad Obeid, cirujano de Médicos sin Fronteras (MSF), en un mensaje de audio difundido por la ONG el sábado 11 de noviembre. «Un francotirador hirió a cuatro pacientes del hospital: a uno en el cuello, un paciente tetrapléjico, y a otro en el abdomen. Lo que tenemos que tener en cuenta es que la mayoría de los pacientes que siguen en el hospital no pueden ser evacuados: han sido operados y no pueden caminar. No tenemos ambulancias, así que no podemos sacarlos. En cuanto a los que intentan huir del hospital, también están siendo tiroteados.» El jefe de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas, Martin Griffiths, recordó el viernes que «según el derecho internacional humanitario, los hospitales deben ser protegidos. Hay que poner fin a los actos de guerra en lugares de gracia».

El domingo 12 de noviembre, el servicio de cardiología del Hospital Al Shifa quedó parcialmente destruido por un ataque, según Hamás. Por su parte, la Organización Mundial de la Salud califica la situación del hospital de catastrófica. «Desde hace tres días no hay electricidad, agua ni acceso a internet, lo que ha comprometido gravemente nuestra capacidad de proporcionar cuidados esenciales», posteó ese día su director, Tedros Adhanom Ghebreyesus, en X (antes Twitter). «Trágicamente, ha aumentado considerablemente el número de pacientes que mueren. Por desgracia, el hospital ya no funciona. El mundo no puede permanecer en silencio mientras los hospitales, que deberían ser remansos de paz, se transforman en escenarios de muerte, devastación y desesperación.»

Desde hace semanas, los médicos de ese hospital vienen diciendo que no podrán trasladar a los cientos de heridos hacinados en los pasillos. Hay una inmensa preocupación por los bebés nacidos prematuramente. Dos de ellos «murieron porque su incubadora dejó de funcionar, no había electricidad», dice el doctor Obeid, jefe de neonatología. Están recibiendo tratamiento unos 40 prematuros, 17 de ellos en cuidados intensivos. El Ejército israelí ha asegurado que ayudará a evacuar a estos bebés, pero sin dar más detalles.

«Estos bebés prematuros son víctimas del asedio. Hoy estamos muy preocupados por todos los nacimientos», explicó Guillemette Thomas, coordinadora de la misión palestina de MSF. Según varias ONG, actualmente hay 50 mil mujeres embarazadas en la Franja de Gaza. Dan a luz cada día unas 200, según estimaciones de MSF. Paren en sus propias casas o en escuelas o pabellones habilitados para desplazados internos.

«Los bombardeos desencadenan contracciones en las embarazadas», afirma el doctor Zouhair Lahna, cirujano obstetra de la ONG Mehad. «En todas las guerras aumenta el número de abortos y partos prematuros. Si los abortos no se tratan rápidamente porque no hay ambulancias, las mujeres mueren.» Sumidos en esta guerra, las madres y sus bebés son las víctimas invisibles de una violencia que ahora parece no tener límites.

(Publicado originalmente por Mediapart. Traducción de InfoLibre, titulación de Brecha.)

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