Cuando las personas son expuestas a ciertos niveles de radiación como resultado de un accidente en un reactor nuclear, una de las medidas preventivas que suelen tomarse es la ingesta de tabletas de yodo estable (yoduro potásico), para amortiguar parte de los daños que puede ocasionar en el organismo el yodo-131, uno de los elementos radiactivos más dañinos. Al tomarse las pastillas, la tiroides se llena de yodo estable, de modo que ya no queda espacio para que el material radiactivo se concentre, evitando así que pueda dañar tejidos u ocasionar cáncer.
Los protocolos de seguridad nuclear de Bélgica determinan que las pastillas de yodo deben entregarse a los habitantes que viven dentro de un radio de al menos 20 quilómetros de un reactor, pero la ministra de Salud, Maggie de Block, ha dicho que ese perímetro debe incrementarse a 100 quilómetros a la redonda, en consideración de las recomendaciones del Consejo Superior de Salud del país, previniendo así una hipotética emergencia nuclear. Así, las autoridades implementarán la distribución gratuita de las pastillas de yodo a toda la población belga (11 millones de habitantes), ya que, si se trazara un círculo de 100 quilómetros alrededor de cada reactor, no quedaría superficie del país sin cubrir. Hay siete reactores nucleares en Doel y Tihange y uno de investigación en Mol, pero además hay otro en Holanda, cerca de la frontera, que también es tomado en cuenta para esta medida.
Los reactores nucleares belgas se han puesto en entredicho e incluso se ha señalado reiteradas veces su antigüedad y el dudoso estado de su conservación. Según informa la Bbc, en abril Bélgica rechazó un pedido de Alemania de cerrar algunos de sus reactores más viejos, y las autoridades de Maatrich (Holanda), y Aquisgrán (Alemania) ya han anunciado que recurrirán a la justicia para que Bélgica cambie su política energética.
De todas formas los problemas o deficiencias técnicas quizá no hayan sido tan determinantes para que el gobierno implementara la medida de la distribución de pastillas, pero sí puede serlo el temor a un ataque terrorista que pudiera tener como objetivo los reactores nucleares. Lo cual –se sabe– derivaría en perjuicios inconmensurables.