Zafados a la orden del día - Semanario Brecha

Zafados a la orden del día

Una familia especial cuyos integrantes parecen no comunicarse con la claridad debida, y un centro asistencial donde nadie dispensa la menor atención a los pacientes que allí llegan, constituyen los puntos de partida de dos peculiares muestras de humor que asoman en la cartelera.

Desesperada (La Gringa), de Augusto Vázquez, con dirección colectiva, registra la visita de una invitada a un hogar en el cual nadie da muestras de saber muy bien lo que sucede. Entre el absurdo –el papel de la madre, de buenas a primeras, lo cubre Juanse Rodríguez– y el disparate, la comedia se apoya en los aportes de la visitante en cuestión (Cristina Cabrera), la presencia de la mencionada matrona, distraída y errante como pocas, y los más jóvenes que por allí deambulan e interpretan el propio autor y Yoni Kurlender. Ellos cuatro son los encargados de abrir la representación con los correspondientes monólogos que desgranan frente a la platea con la gracia del caso. Lo que sucede después, habida cuenta de algunas desprolijidades en la puesta en escena y una conclusión algo borrosa, deja en claro las aptitudes de Vázquez para armar un dialogado en el que, si bien sobran innecesarias vulgaridades, se definen situaciones y personajes con bienvenida frescura. El cuarteto –Cabrera, en especial– defiende asimismo el asunto con soltura.

Que p…a.s.s.e. el que sigue (Y andá que te cure Lola) (Platea Sur), de Juanse Rodríguez, dirigida por Virginia Ramos, echa mano al espíritu de la sátira, inyectándole verdaderos toques de humor negro y, al mismo tiempo, de un grotesco criollo que, por momentos, trae a la memoria humoradas radiales, televisivas y carnavalescas de los buenos tiempos. Todo para hincarle el diente a un tema tan candente como la salud y las fallas en la atención que hoy en día proliferan en numerosas instituciones públicas y hasta privadas. Esta nueva versión del texto del ubicuo Juanse no perdona ni a facultativos ni a enfermeros que mandonean, destratan y, por cierto, maltratan a sus pacientes, así como se permite incluir algunas de las distracciones y los errores que, en tantos casos, han llegado a poner al pobre enfermo en inmediatas condiciones de pasar al otro mundo. Un par de culminaciones apresuradas, ocasionales descuidos en la lógica interna del asunto y un cierto estiramiento de la propuesta no consiguen empero disminuir la diversión que causa esta mirada con espejo deformante a realidades que nos preocupan, una mirada que Ramos saca adelante con adecuados y estridentes bríos. En la banda sonora se escuchan voces conocidas, como la de Petru Va­lensky, encarnando a la ministra, claro. Sobre el escenario, la doctora Teresa González, sus subordinados Javier Mas y Selva Pérez, y el paciente para todo servicio Ricardo Villanueva vuelcan todas sus energías para hacer reír. Lo consiguen.

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