En el Batallón 14 de Infantería de Toledo, donde actualmente se llevan adelante búsquedas de restos de detenidos desaparecidos, existen dos zonas de enterramientos autorizadas en 1976 por el entonces comandante en jefe del Ejército, teniente general Julio César Vadora. Una de las zonas fue prevista para enterramientos de cuerpos correspondientes a prisioneros del Servicio de Información de Defensa (SID). La otra fue destinada a enterramientos de víctimas del Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas (OCOA). Así consta en el expediente judicial 90-10462/2002 Gonzalez José Luis en representación de Juan Gelman. Denuncia, al que Brecha accedió.
Dichas zonas están ubicadas en un amplio terreno destinado a maniobras militares, al lado del Batallón 14. Tanto el batallón como ese terreno (y el Cortijo Vidiella, residencia militar del comandante) son responsabilidad exclusiva del Comando General del Ejército, en forma institucional, y del comandante en jefe, por encima de la jurisdicción de la División de Ejército I, de quien dependía el OCOA. Aunque se desconoce la ubicación exacta de esas zonas, las tumbas clandestinas de Julio Castro y Ricardo Blanco estarían señalando la zona perteneciente al SID, porque ambos eran prisioneros que fueron interrogados y torturados en el centro clandestino de ese organismo de inteligencia, conocido como La Casona, un edificio de la avenida Millán y Loreto Gomensoro donde hoy se asienta un complejo habitacional.
Si las pruebas de ADN y otras conexas que se están efectuando con los restos óseos de una mujer, hallados el 6 de junio de 2023, y que según el fiscal de Crímenes de Lesa Humanidad Ricardo Perciballe corresponderían con un amplio margen de probabilidad a la desaparecida Amelia Sanjurjo, entonces la ubicación de esa tumba estaría indicando el lugar donde se despliega la zona de enterramientos otorgada al OCOA.
Amelia Sanjurjo, militante comunista, fue detenida el 2 de noviembre de 1977. Fue torturada en la Base Roberto, un centro clandestino ubicado en La Tablada, que fue la base de operaciones del OCOA después de que a principios de 1977 abandonara el Galpón 4 del Servicio de Material y Armamento (SMA), donde funcionó el tenebroso 300 Carlos. Las instalaciones del SMA formaban parte de un complejo militar integrado, además, por el Batallón 13 de Infantería y el Batallón de Comunicaciones 1. Este complejo también dependía directamente del Comando del Ejército. Allí fueron ubicados los restos de Fernando Miranda y Eduardo Bleier, ambos prisioneros del OCOA, y allí se presume que fue enterrada la maestra Elena Quinteros junto a otros desaparecidos del 300 Carlos. La mudanza del OCOA del SMA a La Tablada impuso la incógnita sobre el lugar de enterramiento de los detenidos desaparecidos a partir de enero de 1977.
Los restos ubicados en junio pasado a medio metro de profundidad por los equipos del GIAF (Grupo de Investigación en Antropología Forense) corresponden a una mujer. Ciertos indicios confirman que sufrió una muerte violenta. La prisionera fue enterrada boca abajo sobre un lecho de tosca y cubierta con una cantidad tal de cal que produjo una especie de molde. A diferencia de lo verificado en los otros hallazgos, en este caso no se encontraron restos de vestimenta, lo que sugiere que la víctima estaba desnuda al momento de su muerte y que, probablemente, su deceso se produjo mientras era torturada.
La tumba clandestina de esta víctima estaba ubicada a unos 90 metros de donde fueron hallados los restos del maestro Julio Castro y a unos 130 metros de donde inicialmente se indicó, en julio de 2005, la ubicación de los restos de María Claudia García de Gelman, prisionera del SID. Aunque nunca se descartó ninguna eventualidad, los antecedentes sugerían que el Batallón 14 había sido lugar de enterramiento de prisioneros del organismo de inteligencia. Pero, si se confirma que los últimos restos pertenecen a Sanjurjo, entonces la búsqueda sistemática de desaparecidos adquiere otra cualidad, y si se definen las áreas de enterramiento asignadas por el comandante en jefe del Ejército, pueden ser «con nombre y apellido», según se refieran a uno u otro organismo represivo.
LAS DECLARACIONES DE GLOODTDOFSKY
La primera referencia a la existencia de zonas de enterramiento fue proporcionada por el entonces coronel Raúl Gloodtdofsky cuando concurrió, el 5 de diciembre de 2008, como testigo ante el juez Juan Carlos Fernández Lecchini y la fiscal Mirtha Guianze en la causa por la desaparición de María Claudia García de Gelman. Al parecer, después de esa declaración no existen referencias concretas que indiquen que el magistrado y el entonces jefe del equipo de antropólogos, José López Mazz, tuvieron en cuenta esa información para orientar la búsqueda de enterramientos clandestinos.
Según las declaraciones del hoy general retirado Gloodtdofsky, la información sobre la existencia de dichas zonas le fue aportada por el general Carlos Díaz en julio de 2005. El coronel Gloodtdofsky era por entonces jefe del Estado Mayor Personal del comandante del Ejército, el teniente general Ángel Bertolotti. Recibió de este la orden de coordinar con el general Díaz, quien, junto con el general Pedro Barneix, formaba una comisión para obtener información sobre los lugares de enterramiento de los desaparecidos, en especial el de García de Gelman.
El viernes 29 de julio de 2005 el general Díaz citó al coronel para encontrarse en el predio de maniobras militares del Batallón 14 de Infantería, donde le señalaría el lugar de enterramiento de María Claudia (véase recuadro). En esa circunstancia, Díaz le dijo a Gloodtdofsky que en ese predio había dos zonas de enterramiento. «Las otras dos zonas que había en el campo referían: una, que era el dato que me había dado el general Díaz, sería un área de operación del OCOA y la otra habría sido el área de operaciones del SID, eso me lo transmitió Díaz», dijo Gloodtdofsky en el juzgado en su comparecencia de 2008. No está claro si, en el período de excavaciones en busca de la tumba de María Claudia, Gloodtdofsky le informó a López Mazz sobre las áreas, pero en el juzgado el hoy general retirado explicó que el antropólogo «quería investigar en otras unidades, es el conocimiento que tengo, quería ir al [Grupo de Artillería] Antiaéreo, yo estaba de acuerdo, cuanto antes mejor, después me separé del tema». Se le preguntó si las áreas para el SID y el OCOA, que él denominaba «áreas de operaciones», se reproducían en otras unidades y contestó: «No tengo conocimiento de otras zonas en otros lugares porque no estuve en el área de inteligencia».
UNA NUEVA PERSPECTIVA
En realidad, la posibilidad de reproducir lugares de enterramientos en otras unidades militares era escasa, porque era necesario preservar la compartimentación sobre las actividades represivas del OCOA y del SID, más allá de los operativos conjuntos que se llevaron a cabo puntualmente. La elección y la adjudicación de áreas de enterramientos eran viables en la medida en que dichas decisiones estuvieran centralizadas en el mando superior del Ejército, es decir, en el comandante en jefe. Y al respecto había únicamente dos territorios de control exclusivo del comandante: los predios de los batallones 13 y 14 de Infantería, los dos únicos lugares del Ejército donde hasta ahora se han ubicado fosas clandestinas, como se ha demostrado con el paso del tiempo. La búsqueda en otras unidades o en predios que en su momento fueron controlados por el Ejército, en el área metropolitana y en el interior, no han mostrado resultados positivos. Un caso aparte es la ubicación de Ubagésner Chaves, un prisionero de la Fuerza Aérea enterrado en una chacra de Pando, que reprodujo los mismos patrones de enterramiento. Las dos zonas del Batallón 14 coinciden con las afirmaciones de militares de la época que, respecto de los enterramientos, hablaban de un «Arlington», refiriéndose al cementerio militar de Washington.
La investigación sobre la identidad de la mujer cuyos restos se encontraron en junio del año pasado está a punto de culminar, según diversas fuentes. Si se confirma que se trata de Amelia Sanjurjo, la búsqueda de restos de desaparecidos podría adquirir otro enfoque porque confirmaría la existencia, en el Batallón 14, de una zona destinada a los desaparecidos del OCOA, posterior al traslado a La Tablada. Las dos fuentes que revelan la existencia de esa «división territorial», los generales retirados Díaz y Gloodtdofsky podrían aportar nuevos elementos específicos para orientar la búsqueda.
Gloodtdofsky, Díaz y Barneix
«Caminata ósea»
Cuando el general Carlos Díaz –parado exactamente en el lugar donde se presumía que estaba enterrada María Claudia García de Gelman– le comenta al entonces coronel Raúl Gloodtdofsky sobre la existencia de dos zonas de enterramientos, operada una por el SID y otra por el OCOA, estaba simplemente reproduciendo la información que él y el general Pedro Barneix habían recabado de los oficiales y los policías retirados que habían participado directamente en operativos represivos durante la dictadura.
La misión les había sido encomendada por el entonces comandante del Ejército, teniente general Ángel Bertolotti, y tenía su origen en la orden que el presidente Tabaré Vázquez había dado para rescatar los restos de la nuera del poeta argentino Juan Gelman. Había cierta urgencia en encontrar los restos porque pendía un pedido de extradición de la Justicia argentina. Entre los extraditables figuraban los cuatro represores vinculados directamente con la desaparición de María Claudia, el teniente coronel Juan Carlos Rodríguez Buratti, el mayor Ricardo Arab y los policías Ricardo Medina y José Sande.
Entre esos cuatro represores y otros oficiales que figuraban en la lista de extradición (y que habían discutido la conveniencia de aceptar la propuesta del secretario de la Presidencia Gonzalo Fernández sobre la entrega de «algunos huesitos» para resolver el problema) estaba la fuente que había señalado el lugar de enterramiento, primero al general Barneix y luego al general Díaz. Para entonces, un equipo dirigido por el ingeniero Daniel Panario había entrado a trabajar en el Batallón 13 de Infantería, pero hasta ese momento no había noticias sobre enterramientos en el 14, entre otras cosas porque allí no hubo prisioneros, salvo uno, el dirigente comunista Jaime Pérez, que permaneció en solitario. Por tanto, la existencia de tumbas en ese predio de Toledo solo podía provenir de una fuente militar.
El primer encuentro en el terreno, en el Batallón 14, entre Díaz y Gloodtdofsky se produjo el viernes 29 de julio de 2005, cuando Bertolotti le ordenó a este último que «coordinara» con Díaz.
Según contó Gloodtdofsky en el juzgado, «a mí me llamó Bertolotti y me dijo que se iba a ir al 14. “Coordine con el general Díaz, que le va a mostrar la zona donde se va a trabajar.” Coordiné con el general Díaz por teléfono, este me dijo que fuera al 14». Bertolotti ya tenía la información que manejaba Díaz y le encomendó a Gloodtdofsky la misión de encarrilar toda la logística a partir de la experiencia en el 13 de Infantería. Ese viernes «fuimos a la zona donde se trabajó inicialmente. Era una zona muy, muy sucia, de vegetación, no había forma de caminar 5 metros en línea recta. Entonces [Díaz] primero me lleva al lugar exacto donde estaría María Claudia García. Textual fue más o menos así: “Es acá, el lugar, es acá que estaría María Claudia García”. Y después recorrimos un poquito más la zona».
Esa zona quedó marcada por unos 50 a 70 metros en semicírculo. «Ese día la marqué con cinta amarilla, marqué árboles porque si no se perdía. [Díaz] habló con Bertolotti y me dio la orden de preparar algo que es común en los ejercicios militares, que preparara un croquis de la zona para la gente que iba a ingresar y ahí armé un croquis que era una cartulina para mostrarle a la gente el diseño del predio y lo que íbamos a ver.» También se delimitó una «zona de interés» porque «entrando a la derecha [había] una zona que tenía dos pozos; realmente los dos pozos daban la impresión clarísima de que eran fosas, un pozo destinado a enterrar una persona», presunción que luego no se confirmó, a pesar de que «los pozos, a mi entender, no tenían nada que ver con un pozo de tirador», como los que se excavan para maniobras.
Después de recorrer el lugar el sábado 30 y de ajustar el croquis el lunes 1, Gloodtdofsky acondicionó el perímetro para la visita que harían el martes 2 de agosto el secretario de la Presidencia Gonzalo Fernández, el juez penal Gustavo Mirabal, la fiscal Mirtha Guianze, el antropólogo forense Luis Fondebrider, el general Díaz y el teniente general Bertolotti, quien especialmente invitó a Macarena Gelman, hija de María Claudia.
Mientras Gloodtdofsky explicaba a los visitantes el croquis de la zona donde los informantes habían señalado el lugar del enterramiento de María Claudia, Bertolotti se adelantó con Macarena para señalarle a esta el lugar donde, en un 99 por ciento, estaría su madre. Mientras, Gloodtdofsky respondía las preguntas: el antropólogo argentino preguntó si las fuentes que brindaron la información eran fuentes primarias; el coronel no pudo responder porque desconocía la identidad de los informantes. Después los visitantes recorrieron el lugar, que los generales en actividad que discrepaban fuertemente con la conducción del teniente general Bertolotti calificaron despectivamente de «caminata ósea».
El equipo de arqueólogos dirigidos por López Mazz inició inmediatamente los trabajos de excavación. «Cuando se excavó en ese lugar, no sé si por la tensión o la expectativa, López Mazz estaba convencido hasta que faltaban 20 centímetros de que iba a encontrar algo», contó Gloodtdofsky en el juzgado. «Estaban trabajando los arqueólogos argentinos que vinieron y adentro del lugar que estaban excavando había dos mujeres haciéndolo, y López Mazz se paró dentro del pozo y dijo: “Tengan cuidado, no salten porque esto se desmorona”».
El 8 de agosto, fecha en que los comandantes de las tres armas entregaron al presidente Vázquez sus respectivos informes sobre desaparecidos, aún se daba crédito a la información que habían recabado los generales comisionados por el comandante. En conferencia de prensa, Vázquez reiteró la convicción de que se había ubicado la tumba clandestina de María Claudia. Pero los esfuerzos de los integrantes del GIAF no dieron los resultados esperados. Bertolotti recriminó a uno de los informantes, el mayor Arab, haberle mentido. Arab sistemáticamente negó ante la Justicia haber participado en la desaparición de María Claudia. El misterio persiste, pero los arqueólogos forenses confían en que las excavaciones sistemáticas en el Batallón 14 rescaten finalmente los restos de María Claudia. Y los de los restantes desaparecidos.