Llega en Reyes, no en Navidad - Semanario Brecha

Llega en Reyes, no en Navidad

“Es importante saber que cuando se piensan políticas que impactan a la baja en las tarifas, éstas tienen un potencial impresionante sobre el consumo de los hogares y, por tanto, sobre la distribución del ingreso”, dice el economista Martín Sanguinetti en esta columna sobre “UTE Premia”, la inflación y el salario.

En diciembre de 2015 se aplicó por cuarta vez consecutiva el plan conocido como Ute Premia. Éste consiste en dar una bonificación a los clientes particulares que pagan tarifa residencial en sus distintas modalidades, en ese caso la bonificación se aplica sobre el cargo fijo y el cargo por potencia contratada. También entran los clientes que tienen tarifa de mediano consumidor, a quienes se les aplica el beneficio sobre el costo fijo. Para acceder, estos clientes debieron cumplir con al menos uno de los siguientes requisitos: no tener deudas en el período enero-setiembre, haberse incorporado al plan solar, tener tarifa doble horario residencial, haber adherido al plan recambio de termotanques, haber utilizado el servicio de Sms o web para vincularse con el ente. También se incluyen clientes que regularizaron su situación con Ute en zonas de vulnerabilidad socioeconómica. Al igual que en años anteriores, la política abarcó a casi la totalidad de los clientes de Ute.

Parece existir una excesiva preo-cupación por parte del directorio de Ute en mostrar que esta política no está pensada con el fin de afectar a la baja la presión inflacionaria, sino que es una forma de distribuir las utilidades de la empresa entre sus clientes, ya que se reparte el 1 por ciento de las ganancias del año anterior. Por otro lado, todos sabemos que las tarifas siempre han servido para el control de la inflación, y en particular esta modalidad llamada Ute Premia comenzó a utilizarse cuando la inflación se aceleró amenazando en cerrar el año 2012 con cifras cercanas al 10 por ciento. Analicemos por separado estas dos preocupaciones.
Usar las utilidades para abaratar las tarifas era uno de los propósitos fundacionales del ente. En ese sentido, la preocupación del actual directorio no es nueva, aunque cabe acotar que desde el cambio de modelo tarifario en la dictadura, la baja de tarifas no ha sido la norma ni mucho menos.

El ente desde su fundación tiene el cometido de usar esas ganancias para extender y universalizar el servicio. Este principio permitió que Uruguay tuviera tempranamente un tendido de red atípico para una economía dependiente. Pero este rasgo distintivo no es sólo un récord del pasado, en la actualidad la electricidad llega a casi el 100 por ciento de los hogares y tiene un uso casi universal en iluminación, conservación de alimentos y, en menor medida pero muy importante, en el calentamiento de agua para uso sanitario.

Yendo al punto que nos convoca, es importante saber que cuando se piensan políticas que impactan a la baja en las tarifas, éstas tienen un potencial impresionante sobre el consumo de los hogares y, por tanto, sobre la distribución del ingreso.

Por ejemplo, a los hogares del 10 por ciento más pobre el pago de la energía eléctrica les significa un 11,8 por ciento de sus ingresos, mientras que para los del 10 por ciento más rico les implica un 2,6 por ciento de éstos.1 Por tanto, una reducción del costo de la energía eléctrica tiene un potencial redistributivo importante. No se ha incorporado en el debate público la intención redistributiva de esta política, pero es interesante pensarlo, ya que con muy poco podría evidenciarse el propósito de ayudar a los que más lo necesitan. Para ello habría que preguntarse si la reducción del costo fijo y la potencia contratada es el mejor premio, y si los requisitos de acceso a la bonificación no están dejando fuera a los clientes más pobres. Habría, además, que estudiar mejor los resultados del plan que ya tiene cuatro ediciones.

Volvamos a la inflación. El hecho de que sea un servicio universal con un gran peso en la estructura de consumo de los hogares, sumado a que el precio se puede regular, sirve para entender también el potencial que tiene la tarifa sobre el control de la inflación. Y si miramos un poco los impactos que ha tenido el Ute Premia, puede verse la magnitud de lo que estamos exponiendo. Se aplicó como dijimos por primera vez en diciembre de 2012: la inflación acumulada del año hasta noviembre era de 8,27 por ciento; al aplicarse el beneficio hubo deflación en el mes de diciembre, cerrando la inflación anual en 7,48 por ciento. En 2013 se vuelve a aplicar, la inflación acumulada a noviembre era de 9,31 por ciento y con el Ute Premia cerró en 8,52 por ciento. En 2014 venía en 8,83 por ciento y cerró en 8,26 por ciento. Finalmente, en 2015 la presión inflacionaria acumulada en el año era del 10,04 por ciento en noviembre, y cerró en 9,44 por ciento por el efecto de esta política.

Como puede verse por sus impactos, querer deslindar el Ute Premia de una política antiinflacionaria parece difícil. Más difícil aun si se tiene en cuenta el momento del año en que se aplica. Al ejecutar el plan en diciembre, la inflación anual cierra más abajo de lo que hubiera cerrado sin dicha política. Al mes siguiente, en enero, se ajustan los salarios y las transferencias –jubilaciones, pensiones y asignaciones–, y por tanto la baja de la inflación del mes de diciembre influye negativamente en el ajuste salarial, ya que se ajusta por menos de lo que se ajustaría sin esta política.
A su vez, en enero se ajustan las tarifas de todas las empresas públicas, entre ellas la energía eléctrica. Esto hace que en ese mes haya un salto muy grande en la inflación respecto del mes anterior. Este salto es mayor que el aumento de tarifas, ya que éstas suben y en el mes anterior habían bajado ocasionalmente debido al Ute Premia. En enero de 2013 la inflación en el rubro electricidad fue de 19,21 por ciento respecto del mes anterior, el índice global fue de 1,9 por ciento y sólo ese rubro incidió en un 0,88 por ciento. En enero de 2014 la variación de la tarifa eléctrica fue de 35,05 por ciento, explicando un 1,61 por ciento del 2,44 por ciento de la inflación total del mes. En enero de 2015 la tarifa eléctrica tuvo una variación de 32,6 por ciento respecto del mes anterior, explicando un 1,5 por ciento de la inflación de ese mes, que fue de 2,22 por ciento.

Que las presiones inflacionarias sean más altas en enero genera que el tiempo que deben esperar los trabajadores para recuperar lo perdido sea mayor, ya que esta devolución
–por ajuste salarial– será en enero del año próximo. Por tanto, esta política que tiene un beneficio puntual en diciembre, tiene un efecto real negativo sobre los ingresos de los trabajadores asalariados y sobre aquellas personas que reciben transferencias. Y eso sucede por dos razones: porque el ajuste salarial es menor al que sería en caso de no aplicarse la política, y por el tiempo que hay que esperar para dicho ajuste.

Varias reflexiones pueden hacerse sobre el Ute Premia, veamos algunas. El control de la inflación es una cosa necesaria y deseable, ya que afecta principalmente a los trabajadores –hay que tener en cuenta que la inmensa mayoría de la población trabajadora asalariada no tiene capacidad para cubrirse de la inflación.
Por eso reducir la inflación a costa de los trabajadores no parece justo. La Ute no tiene ni nunca tuvo como objetivo en su normativa utilizar las tarifas como política antiinflacionaria, pero como fue comentado, esto no es nuevo y tiene un poder de incidencia muy grande. Esta incidencia es gracias a que tenemos empresas públicas que cumplen y han cumplido con sus cometidos y –como se ve en este caso–, con otros que no les competen.

Que el directorio de Ute reivindique un viejo rol del ente es una cosa buena para la mayoría de la población. Si el argumento de que no se hace para incidir en la inflación es verdadero, podría analizarse la política mirando el impacto directo que genera, sin tener en cuenta su incidencia en la inflación. En ese caso, habría que incorporar otras variables al análisis.

Una posible es el comportamiento de la demanda de energía eléctrica asociado al tipo de cliente, por ejemplo podría darse el beneficio en los meses de invierno, momento en que se da un pico de demanda asociado a necesidades más urgentes y universales, como iluminarse o calentar el agua, y no en verano, cuando el pico de demanda se asocia a la refrigeración de ambientes –si bien la tenencia y uso de estos artefactos vienen en expansión, tienen un sesgo de consumo en favor de los hogares más ricos.

Si asumimos que la política es para impactar sobre la inflación, sería bueno que se considere empezar a aplicar el Ute Premia en enero. De esta forma se habilitaría que los salarios se ajustaren un poco mejor en enero, tendría un efecto reductor del ajuste de tarifas que se aplica ese mes, generaría un efecto similar sobre la inflación al final del año, pero repartido con menos tiempo de pérdida para los trabajadores, que de hecho comenzarían ganando.

*     Economista, integrante de la cooperativa Comuna.

1.     Datos construidos a partir de la Encuesta Nacional de Gasto e Ingresos de los Hogares (2005-2006), Ine.

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