De las 17 mil personas que estuvieron en el Campus de Maldonado el sábado 8 de octubre viendo a La Renga, alrededor de 3 mil llegaron desde Argentina, afrontando los costos que les impone la brecha cambiaria. Ochenta viajes en ómnibus se organizaron específicamente para ir al recital, en el que hubo gente de Salto, Canelones, Melo, Montevideo y otras partes del país, y hasta gente de Chile y Paraguay. La banda trajo una delegación de 65 personas, que son las que trabajan en los distintos aspectos organizativos y artísticos de sus shows. Más de 100 uruguayos trabajaron en las barras que vendían comida y bebida dentro del estadio. Más de 100 fueron también los que cumplieron tareas de seguridad. Cincuenta trabajaron en el armado del escenario, hubo más de 30 cargas y descargas de insumos, y empleos en tareas de cocina, limpieza, catering y logística.
Seis años habían pasado de la última venida de La Renga a Uruguay. Aquella vez fue en Paysandú, configurando una apuesta por el interior distintiva entre las bandas que frecuentan Uruguay. El del Estadio Domingo Burgueño fue el décimo show en lo que va de la gira de presentación de Alejado de la red, el décimo disco de estudio de una banda que, el año que viene, festejará sus 35 años.
Treinta y una fueron las canciones que sonaron durante las dos horas y media del recital. Dos fueron las bandas locales que telonearon (Viejo Perro y Sucia Esquina), aprovechando la oportunidad de mostrarse ante un público numeroso y, quizás, ganando escuchas al otro lado del charco. Las banderas de Peñarol y Nacional que ondearon en el pogo es mejor no cuantificarlas, para no foguear una discordia que en el rock se suspende. Siete fueron las pibas que se fotografiaron con el trapo de Un Paso Atrás. No me Toques, versión uruguaya del movimiento nacido en La Plata que busca visibilizar y combatir el acoso a las mujeres en el pogo. ¿Eran dos, el bebé y la mujer que lo amamantaba en el banco de suplentes del estadio, mientras la banda sonaba? Sí, eran dos.
Quinientos eran los pesos uruguayos que, a la salida del espectáculo, pedía un argentino por dos remeras que, a la entrada, vendía a 600 pesos cada una (ávido de llevarse divisas extranjeras a su país para aprovechar el cambio, seguramente). Trece eran los choripanes que quedaban cuando llegamos a la ventanilla del carrito en el que cenamos (las higiénicas vendedoras lo anunciaron a voz en cuello, porque la gente que esperaba para comprar superaba ampliamente ese número). Cero eran las tortas fritas que les quedaban a las dos pibas del carro de enfrente («Estuvo hermoso, vendimos todo», dijeron).
Cuatro fueron los medios argentinos de primera línea que cubrieron el recital (TV Pública, Clarín, La Nación y Vórterix, los últimos tres con enviados especiales). Pero la cifra que ganó los titulares de la prensa uruguaya fue otra. Con excepción de la crónica publicada por Juan Martín García en Sala de Redacción, todos los medios de alcance nacional titularon sus notas posteriores al show con los 12 detenidos que comunicó la Jefatura de Policía de Maldonado. De ellos, cuatro habían sido liberados la misma noche del espectáculo. Los otros ocho fueron detenidos en la madrugada del domingo. Seis fueron liberados al otro día, una mujer fue formalizada por desacato agravado y otra fue condenada por lesiones personales agravadas, con pena de cuatro meses en libertad condicionada.
El pecado original de estas ocho personas había sido dormirse en la terminal, donde esperaban que a las 6 de la mañana –después de por lo menos 12 horas expuestas a la lluvia, el viento y las temperaturas de un dígito de aquella noche– algún ómnibus las acercara a sus casas. Cuando la Policía las fue a correr tras la denuncia de un vecino, se «resistieron a la autoridad». Allí estuvo la lupa de los principales medios del país, que pusieron como título lo que era una nota al pie, amplificando el relato policial de un evento cultural, pacífico y de proporciones inéditas para Maldonado.