Quizás una de las tareas del periodismo sea desentrañar las continuidades cíclicas y las brechas disruptivas. El trabajo de contar y de interpretar, de intentar anudar un puñado de cabos sueltos en medio de una trama recargada de signos. Eso es lo que Brecha intenta hacer desde sus tradicionales secciones y desde los trazos que hilvana cada autor semana a semana.
En estas fechas, urgidas por los mojones del calendario gregoriano, se suceden los balances. Algo así como agujas en los pajares, gotas en mares desbordantes, cargados de barros y sedimentos, que siempre excluirán asuntos. Por eso a lo que apuntamos es a reunir una colección de trabajos, de desvelos, de viajes, de apuestas propias, y también aquello que de acuerdo a la óptica del semanario mereció destaque.
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Son tiempos convulsos en América Latina y en el mundo. En el continente aquel giro progresista de principios del milenio dio paso a cambios de signo que interpelan a las izquierdas y a las derechas por igual. En el caso de Brasil, una torsión extrema sacude las bases de la democracia representativa y obliga a los partidos de izquierda a profundas introspecciones. En Argentina, los cantos neoliberales de los Ceo vuelven a mostrar la cara del ajuste y abren una interrogante en cuanto a los nuevos ciclos. Los grandes escándalos de corrupción se expanden como un virus que afecta a tirios y troyanos. El capital asociado a la obra pública mina a los partidos que se alternan en el juego electoral y los obliga a reajustar sus reglas. Cambian los nombres, cambian las siglas, pero son los mismos intereses económicos los que ingresan por los poros del Estado, contaminando sus cimientos. La política se judicializa, los grandes medios concentrados espectacularizan la trama, y las encuestas miden los diversos descreimientos en la democracia y el enojo de los públicos en un ágora crispada por la revolución digital.
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Los coletazos de las crisis del mundo impactan en la geografía nacional. Los rostros, los acentos, los cuerpos que circulan por la ciudad dan cuenta de la oleada migratoria y, a la vez que enriquecen a la sociedad, le imponen la necesidad de dar algo más que el abrazo cosmético. Un verano atípico inauguró 2018 con manifestaciones de organizaciones ruralistas, de conformación difusa que promete nuevos eventos. Mientras tanto, el gobierno ha logrado mantener ciertas cifras estables en materia macroeconómica, pero siente los efectos de recaudaciones más modestas y no logra exhibir trofeos cautivadores. El año se termina y el escenario preelectoral queda instalado. A falta de entusiasmos, el Frente Amplio apela a la mística y a que los votantes cotejen las siluetas amargas que proyectan los espejos de la región. El modelo productivo sigue apoyándose en la inversión extranjera directa y en emprendimientos que llegan atraídos por las ventajas impositivas, pero que los más críticos asocian a la pérdida de soberanía y a un capitalismo periférico que no logra avanzar en las cadenas de valor. El extractivismo impone su contracara de agrotóxicos que atentan contra la salud de vecinos y trabajadores del campo, bajo la mirada dividida del Estado que todavía no se convence del daño. El fútbol ya no es anestesia de la realidad. En el preámbulo del tironeo de intereses que amenazan descalabrarla, la Auf debió enfrentar la presión para que el jefe de seguridad de la selección fuera apartado de su cargo. Es que 40 años después la impunidad sigue colándose en cada resquicio.
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En términos de cultura, algunos sectores del Estado (muy signados por voluntades personales y las características de cada institución) vienen sosteniendo un trabajo permanente para ampliar y descentralizar el acceso a diversas disciplinas artísticas, y al mismo tiempo desarrollan variados programas de fomento para democratizar la producción de contenidos. Pero a la vez parece no haber suficiente creatividad ni voluntad política para una verdadera protección de esa producción nacional, que compite de modo cada vez más desleal con productos extranjeros de difusión masiva. El mercado parece ser aceptado como único regulador del valor y la calidad, y eso se convierte en un problema a la hora de sostener proyectos comunitarios, plurales o alternativos.
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Hacia 2019 son muchos los desafíos editoriales que enfrentaremos como medio independiente de izquierda. Como es la tradición de Brecha, continuaremos, desde nuestras páginas, aportando herramientas a la discusión y a la democracia, para pensar los nuevos contextos nacionales y regionales. La crisis de la prensa es un hecho en todo el mundo y nos reta como cooperativistas, pero el compromiso colectivo es y seguirá siendo la responsabilidad periodística y el profundo interés que esta tiene en un tiempo en que el pensamiento se encuentra amenazado. Por eso, un agradecimiento especial a los lectores que nos sostienen cada semana.
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