La Comedia Nacional continúa con el estreno de los nuevos clásicos. Esta vez presenta, en la sala mayor del Teatro Solís, Edipo rey, la tragedia de Sófocles, en versión del dramaturgo español Alfredo Sanzol (la Comedia estrenó en 2019 la obra La ternura de este autor) y Andrés Lima, quien también dirige la puesta. El montaje cuenta con el protagónico de Fernando Vannet, actor con varios años de trayectoria en el elenco oficial (recordemos, desde su ingreso en 2012, sus roles en Labio de liebre, Nociones básicas para la construcción de puentes y Estudio para la mujer desnuda, entre tantos otros títulos), con sobrado talento para componer los conflictos de este personaje trágico en los ribetes que exige el género.
La pieza comienza con el mayor conflicto que atormenta al rey Edipo, que es la duda. Edipo comienza un detallado cuestionamiento para determinar quién ha sido el asesino de Layo, el anterior rey de Tebas. En esta búsqueda, que se torna obsesiva, Vannet compone varios cuadros en los que la incertidumbre lo empuja a actos de desesperación. El director elige acompañar al personaje en su tormento con un elenco numeroso que actúa como coro y que se mueve por el escenario en bloque sin abandonar al nuevo rey en su búsqueda de la verdad. Hay una construcción estética que profundiza en los costados oscuros de esta obra, con un vestuario en tonos de negro y un cuidadoso trabajo de luces que contrasta los momentos más esperanzadores con los más sombríos en el camino de dilucidar la verdad. Dado el fuerte trabajo emotivo y gestual de Vannet, Lima decide encuadrar algunos momentos del texto con una filmación en vivo, que registra primerísimos primeros planos que se proyectan en simultáneo mientras se funden en un cielo que parece amenazante y tormentoso. Cada plano acerca a Edipo a mirar de frente los tabúes de los que es responsable desde su lugar de inocencia: el parricidio y el incesto. Cuando ya no es dueño de su mirada, devienen el derrumbe y el fundido a negro, en un final con alta carga trágica que resuena en todo el piso del teatro.
En el nutrido elenco destacan algunos roles secundarios: Lucía Sommer, en el rol de sacerdotisa; Mario Ferreira, como Creonte; Gabriel Hermano, como el profeta Tiresias; Diego Arbelo, como corifeo; Claudia Rossi, como mensajera, y Daniel Espino Lara, como pastor. Del elenco de coristas participan actores becarios y actrices de la nueva generación que ingresó hace pocos meses al elenco estable, como Mané Pérez y Dulce Elina Marighetti. En el coprotagónico, Roxana Blanco interpreta a Yocasta, en el doble rol de madre y esposa de Edipo. La actriz, en su imponente presencia, portando un bello vestuario con un destacado trabajo de caracterización a cargo de Johanna Bresque, logra el protagonismo necesario para llevar adelante una de las escenas claves de la tragedia, que es su suicidio. Entre lo dramático y lo plástico, el director logra un punto alto dentro del montaje con una fuerte carga visual y simbólica y refleja la decisión de trabajar en equipo, en el que los roles técnicos brillan para componer una puesta que es estética y visual por excelencia.
¿Por qué volver a Edipo? Puede ser una pregunta para trasladar al equipo artístico. Tal vez la respuesta está en que la fuerza de esta tragedia y su contemporaneidad radican en la humanidad de un personaje que se hunde en sus propias contradicciones, mientras transita entre la soberbia que le otorga el poder y la compasión que genera en los demás por el sinsentido de un destino trágico y profético contra el que no hay escapatoria. Vannet transmite con solvencia todas estas contradicciones, en un trabajo que invita a ver esta puesta de grandes dimensiones, en las que aquellas fuertes paradojas se transmiten a la platea, en la que siguen resonando.
LAS MARAVILLOSAS: BALADA PARA CUATRO ACTRICES
Este texto fue escrito por Antonio Taco Larreta en 1998 para cuatro actrices de la Comedia Nacional, como un homenaje a ellas (Estela Medina, Elisa Contreras, Gloria Demasi y Andrea Davidovics) y a los personajes femeninos de la sociedad uruguaya de los siglos XIX y XX que aparecen en los relatos. En ese sentido, la pieza resulta pionera en la saga de obras posteriores que resaltan la figura de las mujeres como reivindicación de género y denunciando el lugar secundario al que fueron relegadas en la historia, rodeadas de tabúes y dificultades. Goldstein regresa a este texto como homenaje al autor en la conmemoración del centenario de su nacimiento y propone una pieza potente para cuatro grandes actrices que se lucen en la escena: Adriana Do Reis, Mariana Lobo, Elsa Mastrángelo y Pelusa Vidal. El elenco construye la conexión y la complicidad necesarias para entrar y salir de la ficción, mientras compone cuadros cercanos al público para arrojar luz sobre la historia de este grupo de mujeres uruguayas tal vez no tan recordadas por la historia oficial.
Las cuatro actrices juegan el juego explícito de representar, y –con un elegante vestuario, diseñado por Hugo Millán, en tonos de rojo, que las diferencia en pequeños detalles a su vez que las conecta como una unidad– se presentan como narradoras de diversos relatos que cuentan las historias de mujeres que quebraron las normas y se animaron a ir a más en épocas en las que la condena moral y social no lo permitía. Es el caso de la historia personal de Clara García de Zúñiga, obligada a un matrimonio arreglado a sus 14 años, acosada a raíz de su vida sentimental, considerada liberal, y etiquetada de loca para provocar su encierro. La puesta transita entre el relato y la composición en escena de los personajes, mientras se pinta parte de la historia del país que las tiene como protagonistas en su costado más rebelde y poco aceptado. Por allí aparece parte de la historia de Blanca Luz Brum, escritora, activista y poeta que escribió textos rupturistas con gran contenido social y que se vinculó con Frida Kahlo, Natalio Botana y Salvadora Medina Onrubia, entre otros. En el relato, que descubre los costados transgresores y resilientes de estas mujeres, aparecen, por ejemplo, las anécdotas de Irma Avegno, mujer empresaria conocida por sus grandes estafas, y de Trinidad Guevara, la primera actriz del Río de la Plata, conocida, a la vez, por su relación con Manuel Oribe, con quien tuvo una hija como madre soltera. En este amplio recorrido de figuras de diversas áreas, no falta la mención de las poetas Juana de Ibarbourou, Delmira Agustini e Idea Vilariño y de otras historias, algunas trágicas, como la de Celia Rodríguez Larreta (recordada por la tragedia del Prado), asesinada por su esposo, el militar Adolfo Latorre, acusada de infidelidad.
Este nuevo montaje vuelve a demostrar la vigencia de un texto que arroja luz sobre la realidad que debieron vivir varias mujeres, destacadas en diversos aspectos, por sus roles sociales o profesionales, y que por animarse a ser diferentes o por afrontar límites sociales fueron moralmente condenadas en una sociedad uruguaya que, por momentos, parece no poder escapar de la doble moral y la hipocresía.