En 2014 el artista visual y restaurador Vladimir Muhvich (Montevideo, 1975) presentó al 56.º Premio Nacional de Artes Visuales una propuesta artística que invitaba a reflexionar acerca de cómo han funcionado esos certámenes oficiales, creados como salones nacionales en 1937. Lo hacía desplegando los resultados de una investigación sobre las obras de arte que ingresaron al Museo Nacional de Artes Visuales a partir de ese mecanismo entre 1939 y 2012.
Para eso, estudió las más de 300 obras de arte premiadas en una muestra de 15 salones nacionales realizados en ese período, considerando el tipo de artefacto artístico creado (pintura, escultura, instalación, video, etcétera), los elementos asociados relativos a la experiencia sensorial del espectador y los métodos de conservación de las piezas.
La premisa que sirvió de punto de partida fue que cada colección de arte posee una morfología latente, específica y única, una huella (engrama) definida por las características de las piezas que la conforman. Utilizando una metodología de análisis de datos, con un modelo matemático de visualización de la información en grafos, Muhvich generó 15 morfologías, una por salón, cuyas aristas y vértice traducen relaciones específicas que surgen de las obras premiadas en cada instancia.
Para presentar los resultados creó una instalación que incluyó la exhibición de la serie de 15 grafos a partir de impresiones 3D, acompañados de los catálogos de cada salón (lo que permitía asociaciones y comparaciones), y un material escrito y gráfico explicativo de los principales hallazgos de la investigación. Como el proyecto resultó seleccionado por el jurado del salón de 2014, el artista logró introducir un dispositivo crítico en el certamen que lo incluía.
Entre otras cosas, el proyecto daba cuenta del ingreso tardío e interrumpido de los nuevos medios y soportes artísticos al museo a través del instrumento del salón y la preeminencia de la pintura en las primeras décadas de realización de estos premios. Recién en 1964 un collage figuró entre las piezas galardonadas, anunciando una apertura formal que se mantuvo hasta 1971, mientras los salones de los primeros años de la dictadura cívico-militar parecieron restablecer un estadio formal anterior a los tumultuosos años sesenta. Luego de recuperada la democracia, el salón de 2001 (el primero del período posdictatorial) presentó cambios significativos en un proceso que llevó a la encumbración de las prácticas contemporáneas en 2012, cuando todas las piezas correspondieron a los lenguajes más novedosos (no se premiaron pinturas ni esculturas).
Desde entonces, el Proyecto Engrama1 avanzó tanto en la interpretación de los resultados de la investigación como en la generación de objetos artísticos y propuestas expositivas. Hoy, al cumplir 12 años, presenta el camino recorrido en un espacio expositivo generoso e ideal para este tipo de muestras monográficas, donde logra desplegar toda su trayectoria, con un repertorio de piezas que va de la secuencia inicial de impresiones 3D a videoinstalaciones, objetos tridimensionales y animación.
Ya sea que estén dispuestos como formas esculturales o planas, en movimiento o rígidas, interactuando o aisladas como reliquias, la variedad de materializaciones y presentaciones dota a los grafos de un gran atractivo visual. Por un lado, representan una verdad científica, un conocimiento surgido a partir de las matemáticas y, por otro, las combinaciones de vértices y aristas generan figuras expresivas a las que Muhvich hace decir y hacer distintas cosas.
En una de las propuestas, los grafos aparecen exhibidos dentro de una vitrina, cual fósiles de una era artística superada. En otra, las 15 morfologías aparecen dispuestas en una pared sobre fondo negro, formando una secuencia que sugiere un relato evolutivo del devenir de los salones nacionales. Dispuesto frente a la serie, el espectador siente estar ante a un muestrario que lo invita a ejercicios de comparación entre los especímenes reunidos.
Asimismo, el conjunto de grafos permite apreciar la repetición de una forma que, con variantes, se mantiene en gran parte de los salones estudiados. Se trata de una figura con apariencia antropomórfica, con un nodo central de aristas concentradas, ensimismadas, especie de macrocefalismo que traduce el lugar dominante de la pintura en el universo del arte premiado.
En otra formulación, uno de los grafos se presenta como una escultura de madera, un ente tridimensional de dimensiones humanas: es la morfología correspondiente al salón de 1960, que porta una enorme cabeza que parece pesarle hasta el desequilibrio.
Hay que esperar a 2001 para hallar la morfología más abierta y expansiva. En ese salón hubo lugar para todo y todos: grabado, fotografía, escultura, collage, instalación, pintura. La morfología resultante es la más aireada del conjunto: difícil encontrar en ella un centro, un nodo que se imponga sobre los otros.
La muestra de estos 12 años del Proyecto Engrama fluctúa así entre piezas con propuestas de fuerte carga analítica y otras de carácter más sensorial y lúdico, en las que el artista explora las posibilidades visuales de las formas.
Entre las primeras, están las fichas que analizan los grafos y los salones con relación al contexto histórico. Así, luego de vincular las figuras cerradas de los primeros salones organizados por la dictadura (1974, 1976) con los de las décadas del 40 y 50, se detiene en el grafo de 1980, señalando la tímida expansión que presenta, con una especie de brazo izquierdo que se corre del nodo central, abriéndose (¿desperezándose?), lo que el autor asocia al inicio de la apertura democrática (con el plebiscito de ese año), aunque cuidando de no establecer causalidades.
En el polo opuesto, otras piezas exploran el atractivo de las figuras matemáticas. Las morfologías aparecen en movimiento, esquivas, lúdicas, desarmadas, combinadas, interactuando. Curiosamente estas propuestas son realizadas en lenguajes que abarcan un amplio espectro de medios y soportes (y que constituye el eje conceptual a partir del cual Muhvich analizó la selección de los salones), desde la pintura al lienzo hasta una instalación con una escultura digital, sonido y lentes que invitan a una experiencia de realidad virtual.
1. En Obrador, espacio de arte (Joaquín Requena 1991). Miércoles a sábados, de 15 a 19 horas, hasta el 2 de setiembre.